Cócteles sin alcohol, pero con mucha historia

SABE BIEN

Ana Garcia

La Ley Seca fue el origen de unas combinaciones que fueron denostadas en los años posteriores y recuperadas en virtud de la potenciación del sabor y la vida saludable entrado el siglo XXI

10 dic 2025 . Actualizado a las 12:56 h.

Los caminos de la coctelería son inescrutables, y hablar de cócteles sin alcohol parece un oxímoron, pero si se asume un concepto como el de gastronomía líquida, la mezcla de sabores es prioritaria sobre la intoxicación etílica. Ahí nacen los tragos sin alcohol, y «ahí» es, paradójicamente también, en tiempos de la Ley Seca. Tras superar etapas oscuras en las que apenas se les atribuyeron virtudes cromáticas y se les encasilló en un público infantil, el resurgimiento de los tragos sin (mocktails, por el juego de palabras en inglés entre mock -imitar- y cocktail) es un hecho. En los años 80 fueron las estrellas de los restaurantes familiares y hoteles de todo incluido. Y con la entrada del siglo XXI, la preocupación por la vida sana les devolvió a la primera plana.

Esta es la historia de algunos de los más icónicos, predecesores de las versiones virgin y de toda la tendencia actual de productos e ingredientes que remedan el sabor de los destilados alcohólicos. Estas recetas superaron el paso el tiempo y lograron dejar en la cuneta los combinados extrazucarados.

SHIRLEY TEMPLE, EL ORIGEN

De pronto, una niña con desparpajo se soltó de la mano de sus padres, entró en el Chasen’s Bar de Beverly Hills, se acercó a la barra y pidió un cóctel. Eran los años 30 y el bartender correspondió como se debía a una de las estrellas cinematográficas del momento (Shirley Temple era una adelantada a su tiempo, y acabó siendo embajadora de Estados Unidos en Ghana y en la extinta Checoslovaquia, pero en aquel entonces ya era famosa por protagonizar películas como Heidi y La pequeña rebelde).

Aquel barman creó una mezcla que continúa vigente, con ginger ale, jugo de granada para crear un dulce degradado que recuerde a un atardecer, un toque de limón, una cereza marrasquino y una rodaja de naranja. De nuevo, Hollywood como fuente de inspiración. De hecho, se ofrecía como alternativa otro bautizado en honor al actor y cantante Roy Rogers, contemporáneo de Shirley Temple y abstemio convencido. Llevaba refresco de cola y granadina, más la cereza al marrasquino.

SAN FRANCISCO, EN LOS ALTARES

Zumos de naranja, limón y piña, a los que se le añade granadina. Un clásico entre los clásicos sin alcohol, que, sin embargo, envejeció mal, víctima de la facturación a gran escala de los bares turísticos.

El San Francisco nace en los años 70 en la ciudad homónima cuando el público demandaba colores vivos en bebidas refrescantes de espíritu jovial. Su gama cromática cálida que transita del amarillo al rojo fue ideada por un barman de la ciudad del Golden Gate a quien su jefe cachó durmiendo la resaca en la barra del bar donde trabajaba. La excusa del bartender fue que se había quedado dormido trabajando en busca de un cóctel que le inspirase el amanecer. Y no, no era el Tequila Sunrise. De la improvisación nació el San Francisco.

Sin embargo, hay quien sostiene que este relato es apócrifo y que la realidad es que el trago tiene origen latinoeuropeo. Italia y España se rifan su autoría. Es más, al parecer, ese amanecer inspirador no iluminaba las aguas del Pacífico sino las del río madrileño Manzanares.

Jacinto Sanfeliú Brucart, responsable de barra y bebidas de hoteles como el Ritz, el Pasapoga y el Palace (y dueño de los bares Balmoral y El Bodegón), recogió la fórmula en uno de sus recetarios. Era una versión del Pussyfoot del belga Robert Vermeire, trago a mayor gloria del adalid de la Ley Seca, William Pussyfoot Johnson. También Perico Chicote en sus libros de los años 40 recogió modificaciones de este proto-San Francisco.

La pantera rosa, en dirección opuesta

En ocasiones, se popularizan tragos sin alcohol que nacieron con el corazón etílico. No se trata ya de los mojitos, bloodies (virgins) maries o piñas coladas libres de espirituosos, sino de recetas como la del Pantera Rosa, que fueron perdiendo el destilado con el paso de los años.

Hay dos leyendas vigentes acerca del origen de este cóctel, elaborado con jugo de piña, leche condensada, leche evaporada, granadina y leche de coco.

Por un lado, como tributo al personaje animado, en los años 60. Por otro, al abrigo de la Movida madrileña en los años 80 convirtiéndose en la bebida de los legionarios de fiesta, basada en una combinación de los militares en los años cuarenta. Su autor fue Perico Chicote, que se acordó de lo que se elaboraba en el cuartel con leche condensada, alcohol de la enfermería y canela. Al principio le llamó Leche de Pantera y llevaba gin.

El trago se fue suavizando con el paso de los años hasta el punto de haber perdido todo rasgo de alcohol en su receta.