El día que a los tres estrellas Michelin casi se les corta la digestión

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Quique Dacosta en Murcia sacándose el ya tradicional  selfie  con el resto de cocineros con tres estrellas Michelin
Quique Dacosta en Murcia sacándose el ya tradicional selfie con el resto de cocineros con tres estrellas Michelin Marcial Guillén | EFE

Algunos de los cocineros más prestigiosos de España temió hasta última hora del martes perder alguno de sus reconocimientos

28 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La alta cocina no da dinero. No tanto como notoriedad, y menos de manera directa a través de la caja diaria del restaurante. De ahí que buena parte de los cocineros con tres estrellas Michelin traten de rentabilizar su nombre organizando banquetes de boda, participando en programas de televisión, dando charlas motivacionales a sueldo de grandes empresas, montando hoteles con desayunos a precio de mariscada, o promocionando hamburguesas industriales. Unas prácticas lícitas y absolutamente entendibles en lo empresarial, pero que han extendido entre la crítica la sensación de que algunos de ellos están descuidando la actividad principal, la que sustenta su imagen. Después de la escabechina de Francia, se extendió en el mundillo la sensación de que este año alguno de los triestrellados podía caer del pedestal. No fue así, más bien al contrario porque se sumó Nacho Manzano (Casa Marcial) y ahora son 16, pero eso no se supo hasta casi el final de la gala del martes en Murcia.

Michelin en esto lo hace muy bien. Los chefs con dos y tres estrellas están invitados siempre. Los de una o los que no la tienen saben que generalmente si les llaman para participar en la gala es por algo. Pero puede ser por cercanía, por alguna colaboración anterior o por la estrella verde que premia la sostenibilidad. Así, aunque hay quinielas y muchas cosas que se dan por hechas, la organización logra mantener cierta incertidumbre hasta el final. Lo prueban casos como el de Albert Adriá, el hermano del mítico Ferrán, que estaba invitado. Muchos daban por hecho que era para recoger la segunda estrella y, al final, se quedó solo con la que ya tenía.

Conscientes o no de esos calambres estomacales entre algunos de los popes de la cocina española, los organizadores, que normalmente van confirmando las tres estrellas a medida que sus portadores suben a ponerse la chaquetilla, esta vez ya dijeron de golpe que repetían los 15. A partir de ahí llegaron los abrazos, los gestos de camaradería entre todos y las celebraciones. Uno de los que más lo festejó, aunque sus distinciones nunca estuvieron en duda, fue Martín Berasategui. Disfrutó mucho de sus tres estrellas del País Vasco y, sobre todo, de las otras tres que comparte con Paolo Casagrande en Lasarte (Barcelona).

«Pero cómo no lo voy a celebrar. ¿Tú sabes lo que me ha cambiado la vida a mi, a mi familia y a mucha gente de mi entorno —que también son familia— desde que empecé con todo esto?», le confesaba a La Voz después de la gala en una breve charla, que cerró con una de esas frases suyas que equivalen a un curso de liderazgo: «Ser buena persona siempre sale rentable».

«Este no para, nos va a enterrar a todos», apostillaba poco después Paolo Casagrande, con tanto humor como agradecimiento.