Los restaurantes clásicos de Galicia, el buen sabor de siempre

L. Campos / Y. Gantes / C. Andaluz / B. Antón / J. Capeáns / N. D. Amil / B. R. Sotelino

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Restaurante Las Cinco Puertas, en Pontevedra
Restaurante Las Cinco Puertas, en Pontevedra Ramón Leiro

Cuando alguien nos pregunta dónde ir a comer, estos locales son la respuesta. Son un acierto tanto por su producto como por su atención y calidad de la cocina. Pasen, siéntese y disfruten de estos restaurantes emblemáticos de las siete ciudades gallegas

12 sep 2025 . Actualizado a las 16:47 h.

Llevan muchos años abiertos y esa experiencia se nota en su buen hacer. Cuando alguien pregunta adónde ir a comer en las principales ciudades gallegas, la respuesta es esta. Estos locales son emblemáticos y destacan por una comida y una atención de diez. Son los que nunca fallan, un acierto asegurado tanto si queremos invitar a la familia como marcarnos un tanto en una comida de trabajo. Con un producto excelente y una cocina de altura, siguen al pie del cañón ganándose día a día a su clientela. 

Restaurante España (Lugo)

Paco López (con americana gris) y su hermano, el chef Héctor López, regentan el restaurante España en Lugo
Paco López (con americana gris) y su hermano, el chef Héctor López, regentan el restaurante España en Lugo ALBERTO LÓPEZ

Por Lucía Campos

En la Rúa do Teatro, a un paso de la muralla romana que abraza el casco histórico, late desde hace más de medio siglo el Restaurante España. Allí, entre los muros que levantó la familia López, se ha escrito una historia de respeto a la tradición y de apuesta por la excelencia que hoy firman los hermanos Héctor y Francisco (con traje gris). Herederos del buen hacer de su padre, han sabido mantener viva la esencia de una casa que se convirtió en referencia para los amantes de la cocina gallega, mientras la renovaban con un aire moderno y personal. El corazón del proyecto está en Recelle, en Portomarín, donde crían con mimo bueyes que después llegan a la mesa en cortes y preparaciones que hacen justicia a la fama que los rodea. Chuletón, steak tartar, ravioli o costilla son solo algunas de las versiones que elevan esta carne a un nivel superior. No es casualidad que Eva Longoria dedicara un día entero de rodaje de su serie a conocer esa ganadería y que reconociera en la CNN que pocas carnes en el mundo le habían sorprendido tanto. Pero la propuesta del España no se agota en la parrilla. En la carta conviven platos que miran al mar y a la huerta: el gallo celta con patatas asadas, la lubina a la brasa con verduras, los calamares de la ría fritos con vinagreta de jalapeños y lima o un bogavante frito que llega a la mesa acompañado de huevo, patata y trufa. Y para el final, un postre que ya es marca de la casa: la Lemmon pie. Con un comedor elegante en la primera planta y un gastrobar en el bajo para propuestas más informales, España es un lugar al que se vuelve para comer bien.

La.Con.Fusión (A Coruña)

Manuel Souto, propietario del restaurante La.Con.Fusión, en A Coruña
Manuel Souto, propietario del restaurante La.Con.Fusión, en A Coruña M. M .

Por Yago Gantes

En el corazón de la calle Ramón y Cajal late desde hace más de medio siglo una parte de la historia gastronómica de A Coruña: La.Con.Fusión. Allí, entre manteles que todavía conservan el nombre de Manolito y fotos en blanco y negro de sus fundadores, se respira la memoria de una familia que llegó desde Chantada en 1969 y echó raíces en la ciudad. Manuel Souto, actual propietario, recuerda cómo de niño jugaba en una calle en la que apenas había comercios, mucho antes de que llegara El Corte Inglés. Sus padres levantaron el negocio con esfuerzo, ampliaron el local en los setenta y lo consolidaron en los ochenta. Desde entonces, generaciones de coruñeses han pasado por sus mesas para compartir cocidos y lacones con grelos, platos que hicieron famoso al restaurante. En el 2020, las hermanas de Manuel se bajaron del barco, pero él decidió continuar en solitario. Cerró un ciclo, reformó el local y en octubre reabrió bajo el nombre La.Con.Fusión, un guiño cariñoso al lacón y a la filosofía de mezclar tradición con nuevas propuestas. Hoy la carta conserva la esencia de siempre, pero suma pescados frescos como la lubina salvaje al horno o las cocochas al pilpil, carnes gallegas de primera calidad y una sección de tardeo pensada para quienes prefieren compartir raciones y pinsas. La.Con.Fusión no es solo un restaurante: es la historia de una familia, de un barrio que fue creciendo, y de una ciudad que ha hecho de este lugar un clásico al que siempre se vuelve.

Pingallo (Ourense)

Por Cándida Andaluz

Alberto González, del restaurante Pingallo de Ourense
Alberto González, del restaurante Pingallo de Ourense Alejandro Camba

En pleno centro de Ourense, en la calle San Miguel, el restaurante Pingallo mantiene intacta su esencia después de décadas de servicio. La familia del actual propietario, Alberto González, tomó hace una década el relevo del fundador, Luis Raluy, y lo reabrió tras unos meses sin actividad. Lo hicieron respaldados por los años de experiencia en otro reputado local de la ciudad, el restaurante José Luis, en el que las carnes —sobre todo el jarrete de ternera guisado— eran las protagonistas. González resume con sencillez la clave de su éxito: el producto y el cariño de la misma cocinera durante toda esta etapa. El marisco fue, y sigue siendo, otra de las señas de identidad, con una importante presencia en la carta y las sugerencias diarias. «Nosotros lo que más trabajamos es de temporada: centolla, cigala…», explica el hostelero. Todo llega directamente del mercado de Pontevedra. El pescado también ocupa un lugar especial, sobre todo el preparado al horno o el sanmartiño frito, uno de sus plato estrella. En cuanto a su público, el restaurante se adapta a los ritmos de la ciudad. Entre semana, la clientela es local mientras que sábado y domingo son los turistas —o los ourensanos que tienen alguna celebración— quienes llenan las mesas, atraídos, sobre todo, por los mariscos de su escaparate.

Restaurante Alfonso (Ferrol)

Alfonso Gómez Méndez, responsable del restaurante Alfonso, en Ferrol
Alfonso Gómez Méndez, responsable del restaurante Alfonso, en Ferrol KIKO DELGADO

Por Bea Antón

«Excelente materia prima, elaborada con mimo y cuidado servicio». «Sentarse a la mesa en Alfonso siempre es un acierto». «Cuanto más voy, más me gusta», son cometarios repetidos cada vez que alguien se acerca a este restaurante. Hace ya 40 años que el ortegano Alfonso Gómez y su mujer, María Jesús Vilar, aterrizaron en el barrio ferrolano de Ultramar, pero su cocina, convertida ya en un clásico, no solo no ha perdido el brío, sino que sigue sumando los mejores elogios. Alfonso rememora que comenzó su trayectoria como humilde friegaplatos, y tras curtirse en Suiza y Ferrol, en 1985 apostó por emprender en la calle Nueva con un negocio que en el 2005 dio el salto a la calle Chile, en el mismo barrio de Ultramar. De mesón de tapas y raciones pasó a restaurante con una carta de sabores tradicionales y una de las bodegas mejor provistas de la ciudad, pero sin perder nunca su esencia: recetas sencillas, sin artificios y en las que reina el producto de calidad y de temporada. Este verano, por ejemplo, con la costera del bonito, los comensales pudieron volver a disfrutar del sabroso túnido macerado en soja y asado a la plancha, como le gusta cocinarlo. Pero a lo largo del año se puede disfrutar de otros muchos de sus platos insignia, como su famoso bacalao al pil al pil, el chuletón de vaca o unas chuletillas de cordero lechal de Aranda del Duero que quitan el sentido.

Don Quijote (Santiago)

Richard con sus padres, Manuel y Matilda, del restaurante Don Quijote, en Santiago
Richard con sus padres, Manuel y Matilda, del restaurante Don Quijote, en Santiago XOAN A. SOLER

Por Juan Capeáns

Manuel García (Santa Comba, 1947) se fue emigrado hace más de medio siglo a Australia, y de allí se trajo los pilares que hoy conforman su restaurante: su mujer, Matilde, asturiana, que conoció allá y que está al frente de la cocina; su hijo Richard, que se maneja como nadie en sala y es un experto en vinos; y la inspiración para un nombre universal, Don Quijote, que dio lugar a la inauguración del negocio de hostelería en la compostelana calle Galeras un día de Reyes de 1979. Si 46 años después siguen siendo uno de los pocos restaurantes tradicionales que quedan en la capital gallega es porque ofrecen exactamente lo que uno puede esperar de un nombre así, cuidando hasta el extremo la calidad y con la sensación de que cualquier plato está bien trabajado, con horas y conocimiento, pero sin excentricidades y sin complejos con las cantidades. El fundador presume de que nunca necesita tirar mercancía porque defiende la carta con la complicidad de clientes muy fieles que le confían la comanda. «Manuel, que te critiquen por ser caro, pero nunca por no tener calidad», le dijo una vez la chef Carme Ruscadella. Tampoco lo es, aunque el rango del tique lo pueden marcar unos calamares y unas judías salteadas o un lubrigante y unos percebes. De todo tienen cuando es bueno. Para amarrar, los que prefieren mar deberían probar la lubina al horno con apoyo de más de un comensal, porque suele tener piezas potentes; y para los de carne, el cochinillo es un imprescindible. Pero dejando siempre ganas para un postre, con varias opciones caseras de categoría y una sugerencia: las filloas Grand Marnier.

La casa de las 5 puertas (Pontevedra)

 

Restaurante Las Cinco Puertas, en Pontevedra
Restaurante Las Cinco Puertas, en Pontevedra Ramón Leiro

Por Nieves D. Amil

En una casa de piedra rehabilitada, en la entrada a la plaza de Santa María, en plena zona monumental de Pontevedra, La Casa de las 5 Puertas, el 5 Puertas para casi todos los pontevedreses, lleva más de dos décadas apostando por la calidad de una carta sobria en la que mandan los pescados de la ría al horno y unos canelones de calabacín con espinacas y salsa de puerro que son imposibles sacar de la carta. «Intento meter platos nuevos de vez en cuando, pero no puedo retirar nada. A veces los clientes de siempre me dicen ‘cómo vas a sacar tal o cual plato si vengo por él’», apunta Bibiana Cardona. Es el alma y la cabeza del restaurante, además de su cocinera. Saca adelante La Casa de las 5 Puertas con Gabi, un incondicional que maneja la sala y es la cara más visible del local, quien recibe a los clientes y hace que se sientan como en casa. Ya estuvieron juntos en su primer restaurante en Sanxenxo, pero en el salto a la ciudad siguieron de la mano. Uno de los últimos platos que enamoran a los clientes es el vacuno mayor. La cabeza de Bibiana lleva pariendo platos desde que con 15 años tuvo su primer restaurante en la ciudad colombiana de Cali, de donde es originaria. «Hacía en el autobús el trayecto de siempre y vi un local que se traspasaba. Me bajé y fui a hablar con la señora», recuerda Cardona, que convenció a la propietaria para que al día siguiente se reuniese con su madre y su hermano mayor. Accedió a alquilarlo a la familia, fue el punto de partida a una vida entre fogones. Pronto cruzó el océano y se labró una carrera que culminó con un restaurante que nunca falla.

Rocamar (Baiona)

 

Susana Rodríguez, gerente del restaurante Rocamar, en Baiona
Susana Rodríguez, gerente del restaurante Rocamar, en Baiona XOÁN CARLOS GIL

Por Begoña R. Sotelino

El restaurante Rocamar es un referente incuestionable cuando se habla de mariscadas de primera división. El establecimiento basa su éxito en una receta muy sencilla pero no tan fácil de cumplir para todos: una materia prima excelente. Percebes, cigalas, camarones, gambas, langostas, bogavantes y todo cuanto bivalvo, crustáceo o animal marino invertebrado se nos antoje, allí estará en todo su esplendor puesto en bandeja con toda la frescura de las rías gallegas. El establecimiento lleva en activo desde 1973, año en que lo pusieron en marcha la pareja formada por Ramón Rodríguez Quintas y Sara Rodríguez. Hace tiempo que ese legado pasó a manos de sus hijos Susana y Ramón, y la filosofía sigue siendo la misma: mucha profesionalidad, buen producto, un empastado equipo en cocina y sala con vistas a un entorno natural magnífico y maestría en el manejo de grupos. Los platos de Rocamar se disfrutan en compañía en grandes saraos, pero también en petit comité. El restaurante que se encuentra en la carretera pegada a la costa que une Baiona con A Guarda ofrece un servicio a la carta diario. No cierra ningún día del año. A todo eso se suma una atención y un trato familiar nada impostado que los comensales agradecen. Y si faltaba algo, que por poner una pega era que las instalaciones se habían quedado un poco anticuadas, pues tampoco se puede objetar ya, puesto que el amplio comedor ha sido objeto de una renovación completa de la que Susana Rodríguez, gerente de la empresa hostelera, se siente especialmente orgullosa: «Hicimos una renovación muy guay», resume sonriente.