
El local entra en el club que destaca a establecimientos que practican la cocina sostenible
21 sep 2025 . Actualizado a las 02:12 h.Vigo cuenta desde esta semana con su primer restaurante Slow Food certificado por este movimiento internacional integrado por expertos de diversos sectores relacionados con los alimentos y su elaboración, que valoran la cocina que busca productos de cercanía. El restaurante Alberte, que abrió hace casi dos años el chef Alberte Gutiérrez en la calle Rosalía de Castro, es el único que ha sido bendecido oficialmente por este club que tiene un caracol como imagen.
El cocinero vigués tenía desde el estreno de su proyecto más personal todas las papeletas para encajar e integrarse en este círculo. Como explica é mismo, funciona en cierto modo como los jueces de la guía Michelin «en el sentido de que tú no sabes quiénes son o cuando vienen, ni los llamas ni acudes a convocatoria alguna, pero cuando le eligen sí verifican pidiendo documentación y otros datos». Desde Slow Food Compostela, donde la rama de la asociación en España tiene su sede más cercana a Vigo, definen así el trabajo de Gutiérrez: «É unha viaxe á memoria, ás potas da súa avoa e ás brasas que transforman o produto en pura emoción. Sen artificios, só verdade, tempada e respecto absoluto polo sabor. Cada semana a súa carta evoluciona ao ritmo da natureza e das lonxas galegas —coa da Guarda como faro— ofrecendo marabillas como o sargo salvaxe, a centola ou o bogavante. As brasas acenden tamén carnes, verduras e, sobre todo, os froitos do mar das Rías Baixas, nunha homenaxe á terra que o inspira. Aquí, cada comensal é convidado a sentar á mesa do propio cociñeiro, a gozar con calma e a celebrar o momento compartido».
El caracol que simboliza a este grupo no solo refleja una manera de entender el acto de comer sino el arte de cocinar y sobre todo, el tiempo que lleva que los productos con los que nos alimentamos crezca, broten o simplemente, vivan.
El chef que tiene dos recomendaciones Michelin, una por cada año abierto, y también guarda en su currículo la medalla de vencedor en el televisivo concurso Batalla de Restaurantes de su tocayo Chicote, lo explica así: «Ahora mismo, por ejemplo, tengo unos corderos que me trajo un ganadero de Ourense que son espectaculares. Aunque yo tengo mis propios proveedores de ciertas carnes desde que empecé en el 2013 o incluso antes, me dejo llevar por el producto de calidad y cercanía, y eso supone también saber esperar, tanto yo como la clientela». Gutiérrez añade otros ejemplos. «Hay un chico que me está criando capones, están creciendo y los tendré cuando llegue el momento, tengo otro que me trae huevos y me advierte de que no va a poder surtirme siempre. A mi eso no me importa, yo quiero lo bueno aunque sea a los pocos, hay que tener paciencia y seguir el ciclo de la vida», aclara sobre su manera de entender la gastronomía, y que también impone largas ausencias: «En tres meses, en la lonja de Aldán no entró ni una lubina y ayer, seis».
El chef entiende que quizás el sello Slow Food no es tan reconocible como el Michelin, «pero para mí no sé si es más importante, por lo menos en lo que respecta a mi persona y mi forma de trabajar, aunque no quiero restarle valor ni a una cosa ni a la otra porque además son muy diferentes», valora.
Una tendencia internacional que valora a los productores de cercanía
El vigués también lleva la filosofía slow a la estética de su local desde el que no se ve nada desde fuera: «Es para preservar la privacidad de los comensales y proporcionarles también mayor tranquilidad en un espacio con una decoración muy natural acorde a todo esto», señala en relación al movimiento Slow Food, que se desarrolló entre Italia y Francia en los 80 y a España no llegó hasta principios del siglo XXI. El colectivo que tiene representantes por todo el país, organiza eventos y es muy útil para poner en contacto a productores y proveedores con con el sector de la hostelería. Alberte indica que es consciente de que este tipo de cocina no la puede llevar a cabo todo el mundo porque no es viable seguir el ritmo de la naturaleza en una sociedad que va a mil por hora, porque hay muchas bocas que alimentar que no pueden esperar, pero quien puede, lo hace porque además, gana el entorno. Como señalan desde el colectivo: «Con este paso, Alberte reforza o seu compromiso coa proximidade, cos pequenos produtores e cun futuro sostible que inclúe mesmo crear o seu propio horto».
Ellos defienden que calidad alimentaria representa calidad de vida, las tradiciones y una lógica de producción y consumo.