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Las cuotas: esperar lo esperable

Jaime Mejuto INVESTIGADOR JUBILADO DEL CENTRO OCEANOGRÁFICO DE A CORUÑA DEL IEO-CSIC

SOMOS MAR

Francisco Baldó

28 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La serie Kung-fu de los setenta trataba sobre un monje shaolín que enseñaba a «esperar lo inesperado». Sus enseñanzas no han calado mucho, pero el déficit de previsión en este caso es más bien por no esperar lo evidente. Con frecuencia se critican las decisiones de ordenación por estar demasiado condicionadas por recomendaciones científicas sobre la evaluación biológica de los stocks, sin considerar suficientemente aspectos económicos y sociales de los que depende la actividad pesquera y su sostenibilidad para la autonomía alimentaria, incentivar la economía, cultura y mejorar hábitos de alimentación con beneficios para la salud. Ciertamente, ese suele ser el caso. Desde hace años algunos se han esforzado en señalar la tozuda realidad sobre procesos y actores que ahora intervienen. La actividad científico-técnica para apoyo de la política sectorial pesquera del Estado es, en general, bastante previsible y debe hacerse de forma sostenida mediante recursos estructurales, estando esta enmarcada por normas internacionales a las que los Estados deben dar continua respuesta. También sabemos por experiencia que en los cuarteles algunas veces mandan más los brigadas que el general, y debemos ser prudentes al hacer valoraciones optimistas, a priori.

Hace décadas que las decisiones de ordenación de los recursos pesqueros están condicionadas, con escaso margen de desviación, por las recomendaciones de foros de evaluación de stocks. Esa práctica internacional, poco flexible en la mayoría de foros multilaterales, parece algo más laxa en la UE, ya que los ministerios de los Estados miembros tienen moderada capacidad para flexibilizarlas en una negociación quid pro quo en el que algunas veces se pueden salvar algunos muebles, con el sacrificio de otros. En ese difícil equilibrio se mueve el negociador -sea estatal, autonómico, selenita o marciano- si el modelo de gestión es el actual; sabiendo que cualquier desviación sobre las recomendaciones científicas -independientemente su robustez o debilidad- suele tener coste reputacional, al menos en el caso de España, aunque menos para otros o para aquellos ajenos a la UE con autoasignación de cuotas. Pero si se tiene clara la importancia como nudo gordiano de las recomendaciones científicas, ¿quizás algún día podría reflexionarse sobre las fortalezas y debilidades que tenemos al respecto? El sector y las Administraciones competentes seguro que lo saben, más allá de declaraciones sobre las habilidades que tendrían unos u otros en esos procesos.

Al margen de lo ya escrito, incluyendo a otros colegas, viene al caso un informe -no público- del 2022 elaborado por un exfuncionario DG-Mare para el Instituto Español de Oceanografía (ahora IEO-CSIC) en relación a la participación de expertos en foros de evaluación de stocks, dando visión retrospectiva y señalando la perdida cualitativa en la actividad y liderazgo de expertos:

«Dado el actual sistema de evaluación de la actividad investigadora, las labores de asesoramiento científico no se valoran al mismo nivel que las publicaciones en revistas científicas. Como consecuencia, los investigadores no rentabilizan los resultados de su labor de investigación y asesoramiento, encontrándose en desventaja respecto a otros compañeros del IEO que trabajan en disciplinas diferentes al asesoramiento pesquero». «El IEO, como organismo investigador y asesor para la política sectorial pesquera del Gobierno debería jugar un papel predominante en la escena nacional e internacional a la hora de establecer las bases científicas necesarias para asegurar la sostenibilidad de los recursos pesqueros explotados por la flota española…»

Los acontecimientos confirman la tendencia. Además, es conveniente matizar entre lo que son participaciones puntuales presenciales u on-line en esos foros, como público en la grada, de lo que es la dedicación continuada y activa en esos foros como «jugador de campo».

Las prioridades del diverso CSIC -pensado para otras cosas-, la esquizofrenia y debilidad del nuevo IEO cada vez más dependiente y menos autónomo, los incentivos diseñados para unos versus los agravios de facto para otros al dedicarse a aspectos de investigación sectorial para atender necesidades del Estado, junto con el débil rol de la propia Administración pesquera, y otros factores que omito, hacen que en las actuales circunstancias no sea fácil priorizar aquellos aspectos no valorados en la carrera del personal científico y los equipos; haciendo poco competitivas las actividades estructurales de servicio público, más penosas y hasta poco deseables en el modelo IEO-CSIC. La rentabilidad curricular se alcanza mejor consiguiendo fondos y realizando proyectos competitivos coyunturales -estudios a corto plazo- que permitan publicaciones en poco tiempo. Son cada vez menos los que pueden priorizar la investigación sectorial, marginada en el actual marco de la Ley de la Ciencia y para carrera de los investigadores y equipos implicados. No esperemos buenas cosechas de lo que previamente otros han convertido en un erial.