La síntesis de todo está en una frase soberbia: «Siempre habríamos estado a la gresca. Tus elecciones estilísticas... Puaj». Se lo espeta a la mismísima cara de Kim Kardashian, alias Allura, una Sarah Paulson que, a pesar de todo, lo borda. Borda un personaje histriónico, sobreactuado, quebrado, clownesco, la más pura imagen del cringe. Y sin embargo, es adictiva. Todas las de la ley, ese subproducto a caballo entre Sexo en Nueva York y Las abogadas (menos la práctica jurídica y la Transición), esa mezcla perturbada de Gandía Shore y The Good Fight (menos el afilado sentido del humor), es una telenovela de aquellas que en los 90 paralizaban países vestida con oropeles, excesivamente maquillada, una nueva rica, es dinero gastado porque sí en una amalgama de grandes actrices (y la estepa que es la Kardashian) intentando encajar en personajes estereotipados hasta tal punto que se vuelven punk.
Sí, es la esencia misma del kitsch. Una serie que a la vez está sobre e infra actuada, tramas que acaban derivando en sinsentidos, amoríos tóxicos... y secundarios sacados del fondo de los cajones de los juguetes rotos haciendo un número especial en un circo histérico de tres pistas. La han denominado la peor serie de la historia. Ni de lejos. Quizá no pueda ni llamarse serie y desde luego no pasará a la historia. No se la pierdan.