Rigoberta Bandini: «Mi primera tarea pendiente es sacarme el carné de conducir»

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Enric Fontcuberta | EFE

Rigoberta Bandini es una de las artistas que este fin de semana actúan en el Festival de la Luz, en Boimorto. «Para mí, Luz Casal es icónica y un referente», confiesa

29 ago 2025 . Actualizado a las 09:19 h.

Con un pie en la vanguardia y otro en tiempos pasados. Con un oído en el presente y otro en lo por venir. Con un ojo enfocado en la sociedad y el otro mirando muy adentro. Con una parte de su cerebro entregada a la provocación y la otra al hedonismo. Rigoberta Bandini, el alter ego artístico de Paula Ribó, es un personaje poliédrico y fascinante. Complejo y temeroso al tiempo. Acercarse a su último disco, Jesucrista Superstar, es la manera más certera de tratar de entenderla. Y de disfrutarla. Un disco en el que figura una colaboración con Luz Casal. «Conocí a Luz cuando grabamos Canciones alegres para días tristes. Fue un encuentro superbonito. La canción quedó preciosa, después nos fuimos a comer, me contó lo del festival y me dijo que le encantaría que participara. Así que aquí estoy, con muchas ganas de estar en Galicia y colaborar con la causa. Porque, además, será un concierto acústico, que es una cosa que nunca he hecho. Voy solo con una guitarrista. Será un concierto mucho más íntimo y más especial».

—¿Qué representa para ti la figura de Luz?

—Luz Casal me ha acompañado durante muchos años. La escuchaba en casa, en el coche de mis padres... Tiene una voz muy icónica y una personalidad única. Para mí, es un auténtico referente.Ha sido un sueño poder cantar con ella. A mí me inspiran mucho las mujeres que siguen su intuición y llevan su carrera como ellas sienten que tienen que hacerlo. Y Luz ha demostrado que eso no es incompatible con poder llegar al gran público.

—¿Cuánto de provocación y cuánto de pura diversión hay tanto en tu música como en tus conciertos?

—Yo siempre priorizo, más que la diversión, el sentir que todo es un juego. No quiero olvidarme de esa parte lúdica de pasarlo bien en el escenario. Pero desde esa aparente diversión también me gusta tocar temas que a mí me interesan y me atraviesan. Puede que eso sea provocar. Pero es que todavía es necesario provocar y señalar. Y hacerlo desde esta posición placentera y bonita e irónica y sarcástica al mismo tiempo es algo que me sale muy natural tanto en las letras como en la manera de escenificarlas.

—¿Te pareces más a un atardecer en la playa o a un volcán en erupción?

—Desde que tengo uso de razón, vivir es una experiencia muy fuerte y mi manera de canalizar ese contraste entre sentirte en calma y en armonía, pero al mismo tiempo sentir muchísimos miedos, es hacer canciones. Te diría que ahora igual vengo de un atardecer porque he estado de vacaciones, muy desconectada... Aunque lo del volcán es más un tema de emociones profundas que de trabajo. Esas preguntas del tipo «¿de dónde venimos?» o «¿qué hacemos aquí?», que son cuestiones que en teoría se tendrían que pasar con la adolescencia, yo las sigo arrastrando y las siento muy perennes.

—Te he escuchado muchas veces decir que eres una mujer con muchos miedos y en «Soy mayor» dices que «el mundo me da el mismo miedo que a los 9 años». ¿Qué es eso que tanto miedo te da?

—Lo que más miedo me da y a lo que siempre estoy muy atenta es a no desconectarme de quién soy. Mi vida es un ejercicio constante de reconectar conmigo misma, de volver a sentarme a componer sin prejuicios, de escuchar mi intuición... Eso es lo que más cuido. Me dedico más a generar un entorno y un ecosistema que me permita cuidar eso que a ser productiva como tal, porque sé que ese ecosistema hará que pueda seguir haciendo las canciones que quiero hacer. Sé que, si no lo cuido, enseguida la inercia me puede llevar a desconectarme de eso y me daría mucho miedo.

—En «Si muriera mañana» relatas qué harías si te quedase un día de vida. No es el caso, pero seguro que tienes una lista de cosas pendientes por hacer.

—Pues mira, la primera es sacarme el carné de conducir, que tengo 35 años y no tengo carné [se ríe]. Ya me he comprado el manual y hago test..., pero es que luego tengo un rato libre y prefiero leer. También tengo muchas ganas de aprender a nadar bien. Este año ya he ido a clases de natación, pero quiero nadar mejor, ser una pequeña nadadora y poder ir a hacerme mis piscinas. Y, musicalmente, es que ya he cumplido mi reto con este disco, porque nunca había hecho un álbum como tal. En mi primera etapa fui sacando singles, pero con Jesucrista Superstar quería obligarme a hacer un álbum, con todo lo que conlleva. Es muy a contracorriente de la dopamina o la adrenalina que te genera ir sacando sencillos, que también me gustó, porque cuidas cada single como si fuera una joyita. Pero bueno, el disco era un uno de mis retos y ese check está guay que lo haya hecho.. ¿Y qué más?... Me gustaría viajar a Argentina, que nunca he estado. Hay una novela que empecé hace muchísimo tiempo y no he terminado y me gustaría acabarla. Y más a largo plazo, me encantaría como dejar toda mi vida y tener una librería... Hay muchas cosas que me gustaría hacer. Yo es que soy muy soñadora.

—¿Cómo es un día perfecto para Rigoberta Bandini?

—Un día de esos que acabas de componer una canción, llegas al estudio, hablas con el productor musical, te empiezas a entender perfectamente, todo fluye y sales de ahí con una demo de mierda, pero que ya sabes que será un temazo. Y si después de eso puedo ir a recoger a mi hijo al cole porque he acabado pronto y encima nos vamos a merendar, lo pasamos bien y luego podemos estar en casa los tres cenando, ya lo tendría todo ese día.

—¿Y cómo es un día perfecto para Paula Ribó?

—Es que están muy alineadas. Ese día perfecto de Rigoberta, a Paula también le haría muy feliz. Pero bueno, igual desayunaría con alguna amiga, comería con amigos... Como que tendría un poco más de vida social. Que yo necesito también cuidar mucho esa parte social porque me hace muy bien y me conecta mucho con quien era yo antes de Rigoberta. Sería un día muy tranquilo el de Paula Ribó. Iría a buscar antes a mi hijo y haríamos algún plan. Después iría a cenar a un restaurante con mi pareja, vería una peli, de Scorsese o algo así, y me iría a dormir.

—¿Qué te saca de quicio?

—La injusticia social y la falta de empatía con el débil. Me cuesta mucho entender que la gente no comprenda el privilegio que tenemos solo por haber nacido donde hemos nacido. Yo entiendo que tú puedas creer en una política económica o en otra. Yo eso lo respeto. Pero cuando hablamos de derechos humanos, me saca de quicio que haya gente que me niegue ciertas cosas que para mí son flagrantes, como que tú no estás en una patera porque has nacido aquí, pero si hubieras nacido cuatro países más abajo, lo estarías... Es que solo hablarlo, se me pone en el corazón como algo, se me enciende un fuego. Porque me da mucha pena y mucha rabia que nos podamos creer superiores cuando realmente es puro azar que no seas tú esa persona.

—Por cierto, fuiste una visionaria con el tema de Pamela Anderson.

—Ya, tío. Es muy fuerte. Ahora está en todos lados pero te prometo que cuando compuse esa canción, casi nadie había vuelto a hablar de ella. Muy heavy, sí, sí.

—En varias ocasiones te he escuchado decid que «todos somos Pamela». ¿Te han dicho alguna vez «todas somos Rigoberta?

—Sí, sí. Me acuerdo que al terminar una de mis primeras entrevistas, con una publicación que se llamaba MaMagazine, me regalaron una revista que ponía «Rigoberta Bandini somos todas». Y me emocionó tanto... Pensé: «Ay, ¡qué bonito!». Porque sí, yo también lo siento así. Al final escribo sobre cosas con las que sé que mucha gente puede conectar y que no estoy sola en ello. De hecho, también las escribo para eso, para que la gente se sienta menos sola. Yo entiendo que mi relación con el público es una relación de amor. O sea, que sí, me siento muy identificada con esta frase.