
Francamente, no se entiende esta ola mojigata en virtud de la cual se pone en la calle a un ejecutivo por liarse con otra persona que trabaja en la misma empresa. Alguien se ha propuesto arrasar con una vieja tradición, con una de las trastiendas más jugosas en cualquier empresa que se precie, del pequeño figón a la gran multinacional, clarificar la salsa que da vidilla a una plantilla, prohibir la pimienta de una buena fiesta de Navidad.
La alerta saltó en el famoso concierto de Coldplay en el que la kiss cam grabó a una pareja en la que, era evidente, había deseo pero no papeles y esa ausencia se convirtió en una confesión. Lo que tendría que haber sido una crisis íntima y familiar se convirtió en un aprieto laboral, con cartas de despido en las que los argumentos tenían que ver con los valores morales de los empleadores, al parecer, dependientes de lo que sucede en las alcobas de sus trabajadores. Ojalá el mismo celo innegociable en otros ámbitos laborales.
Lo que parecía que podía ser una anécdota se ha convertido en un vicio y casi cada semana conocemos un despido de alguien por intimar con alguien con el que trabaja.
Despejemos de la ecuación, por favor, todos los abusos que tantas veces los jefes ejercen sobre subordinadas y centrémonos en aventuras entre iguales que hacen lo que hacen porque quieren hacerlo y sin que tenga por qué afectar al devenir de la compañía que les paga. El último en la lista se llama Laurent Freixe y era CEO de Nestlé hasta que fue despedido por intimar con una subordinada. Inquieta intuir cómo fue la investigación interna que abrió la compañía dedicada a explorar el carácter de esa relación, denunciada por un canal de comunicación interno anónimo y que al parecer afectaba al resto de la plantilla por el trato de favor que el jefe dispensaba a su amiga. Es verdad que aquí aparecen otros elementos, pero esa preocupación general por los flirteos laborales encaja muy bien con la nueva moral de unos tiempos que con claridad pendulan hacia un tradicionalismoydelasjons que conocemos de sobra y que ahora se manifiesta vestida de corrección política, filtros de Instagram y clasismo último modelo, pero que es el de toda la vida. Viejos pecados con emoticonos.