Carla Serrano, divulgadora de Historia del Arte: «En la prehistoria ya existen ejemplos de arte abstracto»

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La gallega, que publica píldoras de contenido sobre la materia en redes sociales, explica que los movimientos artísticos no son cuadros colgados en un museo, «sino una ventana abierta a las emociones, a las luchas y revoluciones de cada época»
16 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Carla Serrano (Ribeira, 1994) es graduada en Historia del Arte por la Universidade de Santiago de Compostela. En sus redes sociales, La Inercia, acerca la pintura, la arquitectura, la escultura o el cine a sus seguidores, a través de pequeñas píldoras de algo más de un minuto. Ahora, publica Una historia del arte muy rápida (Somos B, 2025), un libro donde hace un repaso del arte desde el paleolítico al posmodernismo, y desmonta varios mitos muy asentados en el imaginario popular.
—¿Aprendemos mal Historia del Arte?
—Me he encontrado con dos perfiles de personas. La típica que cogió arte por casualidad, le tocó un profesor buenísimo y desde entonces le encanta; y luego la otra a la que le tocó un profesor que no contextualizaba la materia, lo que hacía que no conectase con ella. Cuando sucede lo primero, creo que la Historia del Arte es una disciplina que despierta mucha pasión. Hay gente que quiere visitar una catedral porque quiere ver en persona lo que estudió en segundo de bachiller.
—¿Cuál crees que es el mayor mito que hay?
—Hay muchísimos. Por ejemplo, en relación con la abstracción, hay gente que piensa que es del siglo XX. Eso no es verdad, es una de las primeras cosas que se hizo y en la prehistoria puedes encontrar ejemplos, como en la cueva de Chauvet, donde las personas están representadas entre toda la fauna mediante las manos, que simbolizan lo que somos. Y otro mito es que Vasili Kandinsky creó la abstracción. Él hizo el cuerpo teórico, pero la primera persona que hizo una pintura abstracta como tal fue Hilma af Klint.
—¿De qué es fruto el arte?
—Creo que el factor fundamental es el contexto. Siempre hay mucha gente que lo idealiza mucho y que asegura que nace del interior del ser humano. Sí, todo nace del interior del ser humano; la ingeniería también, pero el arte tiene un contexto que no debemos olvidar.
—¿Cómo se deben mirar las obras del pasado que tienen una carga misógina o racista?
—La mayoría de divulgadores y divulgadoras estamos de acuerdo en que separar obra y artista no es posible, pero es cierto que hay que aprender que una obra es fruto del contexto. Por eso, saber que esas personas hicieron determinadas cosas y conocer sus biografías te da el poder de tener una visión mucho más crítica y objetiva de lo que ves, a la par que da fuerza a tu visión subjetiva.
—Dedicas un capítulo a las pirámides. ¿Qué son?
—El arte, sobre todo en civilizaciones antiguas, siempre ha ido muy ligado a la religión, a cuestiones funerarias y a lo que tiene que ver con lo místico. Las pirámides son grandes monumentos y un tipo de construcción que se ha repetido en muchas civilizaciones. Levantan cierto misticismo porque que el hombre haya llegado a hacer algo tan monumental nos perturba y nos lleva a pensar que ahí tenía que haber algo raro. Para nada. Uno de los primeros arquitectos que pensó en la forma piramidal fue Imhotep, que decidió subir seis mastabas en orden descendente para que fuese más monumental. No hay ningún misterio. Le gustó, le pareció chulísima y, poco a poco, como todo en la historia, fue desarrollándose. Solo que hoy en día, al ver cosas tan grandes del pasado, intentamos darle explicaciones que forman más parte de nuestra cultura que de la suya. De hecho, si te fijas, no solo las pirámides son enormes. Los templos egipcios son terriblemente grandes.
—Es más, animas a conocer otras pirámides más allá de las de Guiza y dices que en Sudán se cuentan hasta 255.
—Sí. Es un tipo de construcción que siempre relacionamos con Egipto, porque es una cultura misteriosa, que nos suele gustar mucho y es uno de los imperios más largos de la historia. Pero hay pirámides en Sudán, Cholula o en Mesoamérica. Incluso están las contemporáneas.
—Dices que el secreto de Roma está en copiar, pero en copiar bien.
—Sí. Ellos alucinaron con Grecia, que es lo que nos pasa a todos. Pero los romanos eran muy ingenieros, muy cívicos, les gustaba mucho hacer ciudades y hacerlas muy bien. Ellos cogieron lo mejor de la cultura griega y le dieron una forma social. Por eso digo que copiaban, pero que lo hacían muy bien. Al final, esto es el secreto del éxito.
—¿Por qué cada movimiento artístico es lo opuesto a lo anterior?
—Para facilitarnos estudiar Historia del Arte hemos metido los movimientos en cajitas, aunque no siempre sea estrictamente así. Los movimientos artísticos van evolucionando, y los artistas también. Lo vemos en Goya, que empieza en A y termina en Z. Con la Historia del Arte sucede algo parecido y si te fijas, también ocurre con la evolución política y social de la historia, que se hace lo contrario a lo anterior, porque es algo de lo que nos cansamos o que no estaba funcionando. Aquí, lo mismo. Entre el Renacimiento y el Barroco hay períodos intermedios. Es una evolución, solo que el barroco contestaba a unas necesidades históricas y religiosas opuestas de las necesidades renacentistas.
—¿Los artistas eran conscientes de que pertenecían a un movimiento?
—En las vanguardias ya había artistas que se juntaban, que firmaban manifiestos, que decían que el arte tenía que ser de una cierta manera. Pero antes de ellos, no. De hecho, el Gótico ni siquiera se llamaba así y muchos de los nombres de movimientos surgen de insultos, como los fauvistas que decían que eran unos salvajes. Incluso, en el Impresionismo, que ya funcionaba un poco más como grupo, Manet decía que no lo era a pesar de que lo metiesen ahí.
—¿Cuál es el movimiento que más revolucionó la Historia del Arte?
—No se sabe a ciencia cierta, porque todos son revolucionarios. Pero, para mí fueron el Fauvismo y el Impresionismo. Realmente nos pusieron en otra onda, sobre todo si solo miramos a la pintura. De hecho, la fotografía es otra cosa que viene a revolucionarlo todo, aunque no sea un movimiento como tal. Actuó como un puñetazo en la mesa gigantesco para todo el mundo, porque cambió la manera de percibir la representación del exterior; todo aquello que los pintores hacían ya lo podían hacer los fotógrafos con un clic. Por eso, el nacimiento de la fotografía y, sobre todo, cómo la fotografía llegó al público, fue muy revolucionario, al igual que el cine.
—Si pudieras organizar una exposición, ¿a quiénes incluirías?
—Qué difícil. La primera, seguro, Artemisia Gentileschi, que es una pintora barroca brutal y que a mí me encanta y es de mis cosas favoritas en el mundo. Caravaggio, que es otra de mis favoritos. Velázquez y Goya, porque creo que son los dos pintores españoles más importantes. Hilma Flint, porque se merece siempre un hueco. Y Camille Claudel —una escultora francesa—, porque me da mucha rabia que se le haya menospreciado tanto, todavía no se valoren las obras de ella y siempre se le ponga el título de Auguste Rodin por delante.