Nuria Campelo decidió ser madre en solitario: «Dejé de trabajar para conseguirlo. Era mi sueño, no tenía pareja y ya tenía una edad»

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Ramón Leiro

No se lo pensó dos veces y decidió tener un hijo en solitario cuando se dio cuenta de que no iba a encontrar a tiempo a la persona adecuada: «Fue la mejor decisión que tomé»

05 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace tres años que Nuria Campelo logró hacer su sueño realidad. Era lo que más deseaba, pero sus circunstancias no eran favorables para ello. «Mi sueño era ser madre ante todo. Pero no encontraba a nadie adecuado para que fuera el padre de mi hijo. Y tampoco quería complicaciones luego, como las que tienen los padres separados. Y si ya es difícil conocer en diez años a la persona idónea, mucho más hacerlo en un año. Porque nosotras tenemos un tiempo para ser madres y no puedes esperar más. En mi caso, decidí darme un tiempo cuando tenía 32 años. Pero al cumplir los 38 ya me anoté en el Sergas para ser madre en solitario», cuenta esta mujer que tenía muy claro cuál era su objetivo.

«Lo hablé con mi médico de cabecera y me envió a planificación familiar y allí te anotas en una lista y esperas a que te llamen. El proceso tardó un poco y luego llegó la pandemia. Eso me retrasó aún más la cita. En esas Navidades me hicieron un tratamiento exprés porque yo estaba a punto de cumplir los 40. El 21 de enero me dieron los resultados de que no estaba embarazada y al día siguiente cumplí los 40. Y ahí ya me quedé fuera de las listas por la edad que tenía. La verdad es que la celebración de los 40 fue bastante desastrosa para mí», comenta. Nuria se quedó fuera de la cobertura del Sergas, aunque ahora cambió la ley y permite el tratamiento de fertilidad hasta los 45 años, pero se va aumentando año tras año hasta alcanzar esa edad.

«VENDÍ MI COCHE»

«Entonces, mis padres decidieron apoyarme en todo e inicié el proceso en la privada. Pero el tratamiento era bastante estricto y me iban a hacer un contrato indefinido en el trabajo. Decidí que tenía que hacer un paréntesis por los años que tenía y dejé de trabajar para ser madre. Era mi sueño, no tenía pareja y ya tenía una edad», explica consciente de que no iba a tener muchas oportunidades para conseguirlo, que era un gasto importante y que, además, tenía que poner todos sus esfuerzos en lograrlo. «También vendí mi coche para ser madre. El tratamiento costó 15.000 euros. Es mucho dinero. Yo solo pensaba en que no podía gastar, porque lo importante era cumplir mi sueño. Y mis padres también me ayudaron económicamente. No solo moralmente», aclara.

Explica Nuria que, en cuanto a los precios de los tratamientos, hay una horquilla muy amplia que puede oscilar desde los 3.000 euros hasta los 50.000 o incluso más. «Hay quien se gastó 60.000 euros. Está aún pagando el préstamo y no ha conseguido ser madre», y comenta que cuando inicias el proceso nunca sabes si va a llegar a buen puerto: «La medicación es muy cara. Yo me tomaba unas ampollitas de 200 y 300 euros. In vitro, por ejemplo, te sale mucho más caro. Yo, por la edad que tenía, ya me dijeron que tenía que hacerme in vitro directamente», una información que le hubiera gustado que también se la ofrecieran en la sanidad pública. Y así fue cómo consiguió quedarse embarazada, a la tercera fue la vencida y en tan solo tres meses después de iniciar el proceso. «El 13 de agosto fue cuando me metieron el bichito, como yo digo. Y, a partir de ahí, ya fue todo genial. El embarazo lo llevé muy, muy bien. Cogí el covid en la recta final, y ahí lo pasé mal y el parto también fue bastante duro porque me desgarré muchísimo. Aún estoy luchando con esa situación», aclara.

Pero solo con ver la cara de su hijo, se le quitan todos los males, aunque al poco de tener al bebé se dio de bruces con la realidad y los problemas de la conciliación. Si con dos personas ya es difícil conciliar, cuando una sola lleva todo el peso se multiplican las dificultades mucho más.

Y cuando Nuria se iba a reincorporar al trabajo, a su padre tuvieron que hospitalizarlo en Santiago y ella, su madre y el pequeño Raúl se tuvieron que ir desde Pontevedra a esa ciudad para estar con él. «Tenía un recién nacido y me tuve que coger un apartamento. Teníamos que estar con mi padre, pero el niño también me necesitaba. Entonces, no me pude incorporar a trabajar con esa situación. En ese momento era el período para hacer la inscripción en la guardería y entregué un informe médico conforme estaba cuidando a mi padre por una hospitalización y otro informe en el que iba a tener un contrato indefinido en una empresa, pero no valió de nada. Me dijeron que ese no era su problema. Porque sin contrato no tienes guardería», cuenta, mientras explica que es la pescadilla que se muerde la cola porque si no tiene el niño guardería, tampoco puedes trabajar porque tienes que atenderlo.

Cuando Nuria habla de su hijo, se le ilumina la mirada. No es para menos. Ha luchado demasiado para poder criarlo. A la pregunta de si el pequeño echa de menos tener un padre, ella responde con un no rotundo: «No, él te dice: ‘Yo no tengo papá y no quiero papá. Mamá y Raúl somos una familia feliz’». Y reconoce que esa parte siempre la ha trabajado con él a través de cuentos. «Tuvo una época que me llamaba tanto mamá como papá por igual. E incluso también llamaba papá a todos, a mi hermano también. Pero fueron cuatro meses y se le borró. Él nunca va a tener esa ausencia, porque nunca tuvo padre. Pero sí que tiene ese instinto de que le gustan los hombres, le encanta estar con su padrino, también con mi hermano, al que adora... Pero yo lo veo un niño feliz», dice.

Y si él lo está, Nuria todavía más porque nunca se ha arrepentido de la decisión que tomó en su día. «Es más, si llego a ser más joven, a lo mejor tendría otro. Pero yo ahora también tengo que estar pendiente de mis padres que se van haciendo mayores. Y no puedo ser egoísta. Prefiero criar a uno bien que a dos mal», cuenta. Y luego, también tiene que trabajar. «Un compañero que trabajó conmigo y que me apoyó desde el principio, montó una clínica dental y quiso que me fuera a trabajar con él. La verdad es que me apoya en todo y comprende todas las situaciones. Sin la ayuda de mis padres y la flexibilidad que me da mi jefe sería imposible. Pero aun así, no paro en todo el día», dice. De tener pareja ya ni hablamos: «Yo ahora mismo no tengo tiempo ni para pensar en tener pareja. Entre la asociación, mi trabajo, el niño, mis padres, la casa...»

Porque Nuria además de madre, también es la delegada de Pontevedra de la asociación Madres Solteras por Elección, y no solo reivindica el papel de las familias monoparentales dentro de la sociedad, también denuncia la falta de ayudas y de apoyo por parte de la Administración y la discriminación que sufren si se comparan, por ejemplo, con las personas que se quedan viudas. En ese sentido, luchan por que se apruebe una ley de familia donde se reflejen las circunstancias de los distintos modelos de crianza e intenta, por todos los medios, conseguir descuentos en el comercio local para las familias monoparentales con el fin de aliviar un poco la carga económica que supone criar a un hijo en solitario: «Como la clínica MOA, que es donde trabajo y ofrece descuentos en sus tratamientos, también la zapatería Le Petit, Xogatería Balea y la panadería Acuña», a los que está profundamente agradecida por la sensibilidad que tienen con ellas.

Nuria ya ha logrado su sueño de ser madre, pero sabe que todavía hay muchas mujeres que luchan cada día por intentarlo. Ella tiene claro que todos los modelos de familia deben tener cabida en nuestra sociedad. El suyo y el de sus compañeras, también.