Con la iglesia hemos topado. Ha sido aventurero, nazi, Heathcliff, Voldemort, chico Bond y hasta Ulises. Pero hasta ahora no se había puesto una sotana. Su cardenal Lawrence, en «Cónclave», podría darle su primer Óscar
04 feb 2025 . Actualizado a las 12:58 h.En un año de películas tan llamativas como Emilia Pérez, El brutalista, La sustancia o Wicked, la historia de la elección de un nuevo papa puede sonar a clásico con su toque rancio. Nada de narcos, hadas o grandes canciones. Nada de vísceras ni actrices recuperadas para la gran industria, ni grandes hombres que necesitan más de tres horas para contar su historia. Cónclave no es nada de eso. Es un thriller entretenido, tenso y suntuoso como el Vaticano, que va acelerando o pausando sus pasos al ritmo del frufrú de las sotanas de Ralph Fiennes. El actor británico (Ipswich, 1962) soporta sobre sus hombros el peso de la última película de Edward Berger con la misma solemnidad con la que su personaje, el cardenal Lawrence, aguanta el marrón de la elección de un nuevo papa. Con Fiennes a la cabeza, el reparto es lo mejor de esta historia con un final disparatado. Y es más que suficiente. A sus 62 años, el actor ha construido una carrera sólida y tan reconocible para los más jóvenes como para quienes lo descubrieron sufriendo en Cumbres borrascosas. Aunque en esta lucía mucho más atractivo que en Harry Potter, claro, pero es que actuar sin nariz resta encanto a cualquiera. Sobre todo si tienes la nariz de un Fiennes.
UNA FAMILIA CON ARTE
Ralph y sus seis hermanos fueron criados por sus padres, un fotógrafo y una pintora y escritora, con continuas mudanzas de una punta a otra de las islas británicas, y con un apoyo especial a todo lo que impulsara su creatividad. No es de extrañar que su hermano Joseph sea actor; sus hermanas Martha y Sophie, directoras; su hermano Magnus, compositor y productor musical; Jacob, conservacionista; y Michael, arqueólogo. Ralph entró en la prestigiosa Royal Shakespeare Company a finales de los 80, y debutó en el cine en Cumbres borrascosas en el 92. En esta versión de la novela de Emily Brontë, dirigida por Peter Kosminsky, compartía pantalla con la francesa Juliette Binoche. Y aunque su estreno en el cine pasó bastante desapercibido, si algo destacaron las críticas de la época fue el oscuro atractivo de su interpretación, que contrastaba con sus azulísimos ojos. Solo un año después, Spielberg lo fichó para interpretar al sádico nazi Amon Goth en La lista de Schindler. El director contó a la revista Time que en la prueba para el papel hizo tres tomas a Fiennes. Nunca vio la segunda y la tercera. Con la primera fue suficiente. Es, probablemente, uno de sus mejores papeles, y la manera en la que se convierte en este asesino en serie con uniforme le valió su primera nominación a mejor actor secundario. Se lo llevó Tommy Lee-Jones por El fugitivo.
DISTOPÍAS Y CLÁSICOS
Después de rodar con él, Spielberg dijo de Fiennes que si escogía los papeles adecuados y no olvidaba el teatro, podría ser Alec Guinnes o Laurence Olivier. ¿Era demasiado aventurar? Lo cierto es que se pasó el resto de la década encadenando papeles tan variados como el concursante tramposo del Quiz Show de Robert Redford o el desquiciado Lenny de Días Extraños, la distopía de Kathryn Bigelow, y el torturado conde Almásy de El paciente inglés. La película de Anthony Minghella, revisión del melodrama clásico, volvió a reunir a Fiennes con Juliette Binoche, aunque su relación fuera médica y no amorosa (el objeto de todas las pasiones de Fiennes era una fantástica Kristin Scott Thomas). La cinta arrasó en la temporada de premios (ganó nueve Óscar... pero Fiennes no), con una de las famosas y agresivas campañas de los hermanos Weinstein, y se convirtió en un éxito de taquilla internacional.
En la cima de su carrera hasta el momento, dos directoras decidieron apostar por Fiennes. Una, Gillian Armstrong para Óscar y Lucinda, y la otra, su propia hermana: Martha Fiennes se puso al frente de Onegin, ambiciosa y delicada adaptación de la obra de Pushkin, y quién mejor que su hermano mayor para ponerse en la piel de un torturado de manual. Entre ambas cintas, Fiennes sufrió su primer gran fracaso con Los vengadores, la adaptación de la serie británica de los sesenta. Ni la presencia de Sean Connery hace remontar la película. Así que Fiennes volvió a los personajes históricos, primero con Sunshine, de Itsván Szabó, y después con otro dramón histórico, El final del romance, con Julianne Moore.
De alguna manera, el actor parecía querer dar una vuelta a su carrera cuando comenzó el siglo. En una apuesta más arriesgada, se puso a las órdenes de David Cronenberg para rodar la inquietante Spider. Y se metió después en el universo de Hannibal Lecter en El dragón rojo, convertido en un asesino en serie en un pastiche con mucha sangre y poco sentido. La década no empezaba con mucho estilo para Fiennes, y desde luego no mejoró con la supuesta comedia romántica Sucedió en Manhattan, un empalagoso enredo a mayor gloria de Jennifer Lopez. ¿Hacia dónde iba la carrera de Fiennes? Afortunadamente, hacia uno de sus mejores papeles, el del diplomático de El jardinero fiel (Fernando Meirelles, 2005), donde despliega su capacidad de encarnar como nadie esa flema británica que se va derrumbando a medida que lo hace su vida.
Y entonces llegó Harry Potter. Las películas basadas en el personaje de J.K.Rowling se habían convertido no solo en una máquina de hacer dinero, sino también en una especie de plataforma para que los más jóvenes conocieran a grandes glorias del teatro y el cine inglés. Fiennes, que no había leído los libros, le comentó a su hermana Martha que le habían ofrecido el papel de Voldemort, pero que no lo tenía claro. «¿Estás loco?»?, le dijo ella, y fue tal su entusiasmo que se metió de lleno en el papel. Y por si una saga ya icónica fuera poco, ¿qué le quedaba? Bond, James Bond. No como agente claro, pero quién mejor para asumir el papel de M. después de Judi Dench en las tres últimas cintas de la saga.
Por el camino, decidió ponerse detrás de la cámara para dirigir Coriolanus, adaptación de la obra de Shakespeare, un figura central en su carrera teatral... y personal. Y es que interpretando a Hamlet, conoció a Francesca Annis, que hacía el papel de su madre. Se enamoraron en aquella obra y dejaron a sus respectivas parejas. La de él, la actriz Alex Kingston (la doctora Corday de Urgencias). Fiennes y Annis se separaron en el año 2006.
Wes Anderson, Luca Guadagnino, los hermanos Coen, Stephen Daldry... son algunos de los directores que han contado con el talento de un actor que ha sabido aprovechar la edad para enriquecer sus papeles. A sus 62 años, se ha convertido en un valor seguro para cualquier género. No es un año fácil para llevarse un Óscar... pero tal vez cuente con ayuda divina.