
La propiedad del edificio logró retomar su actividad de exhibición cinematográfica hasta el año 2001, momento en el que lo compró Caixa Galicia con la intención de convertirlo en un centro cultural
30 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Un cortocircuito pudo ser la causa del incendio que cerró el Cine Fraga entre el 22 de septiembre de 1988 y el 4 de enero de 1989. El hecho causó gran conmoción en Vigo debido a la singularidad del edificio y al cariño que siempre le tuvieron los habitantes de la ciudad a este cine y teatro. Sin embargo, las llamas no causaron daños personales debido a que se originaron a las tres de la mañana. No fue lo mismo desde el punto de vista material. «El aspecto de la sala después de extinguido el fuego era desolador: el suelo estaba sembrado de rescoldos, el escenario era un hueco negro; las butacas, tiznadas; las molduras de las balconadas del anfiteatro, totalmente carbonizadas —esta parte ha sido la más afectada—; y las paredes, hasta el cielo raso, sucias por el humo», se podía leer en La Voz de Galicia.
Y con ese panorama, los representantes de la empresa manifestaban a la mañana siguiente su preocupación e incertidumbre por el futuro de este cine inaugurado el 27 de marzo de 1948, con el estreno de la película Botón de ancla de la productora viguesa Suevia Films.
Fue un taxista quien dio la voz de alarma. Vio como salía abundante humo por la entrada principal. Al poco tiempo, dos dotaciones del servicio de bomberos se presentaban en el lugar del siniestro. Fuentes del equipo que participó en las labores de extinción explicaron a La Voz que el fuego debió de iniciarse con toda seguridad en la zona del escenario. Cuando se hubo controlado ese foco, el fuego, debido a las pavesas desprendidas del techo de la sala, se propagaron con facilidad y rapidez a otras zonas de la sala. En cuestión de minutos eran cinco los focos de llamas en el local, lo que obligó a los bomberos a emplearse a fondo para sofocar el fuego, que se prolongó hasta pasadas las cinco de la madrugada.
Las partes más afectadas por el fuego fueron el primer y segundo piso del anfiteatro y el escenario, debido a que la tela de la pantalla actuó como propagador de las llamas. De todos modos, la magnitud del desastre pudo haber sido mucho mayor, habida cuenta la inflamabilidad del mobiliario de la sala.
Jorge Costas Fraga, nieto de Isaac Fraga, fundador del cine, visiblemente emocionado, manifestaba a los medios de comunicación su «asombro» por el siniestro: «Hace ahora cuarenta años que se inauguró esta sala, y se puede decir que mi vida ha sido paralela a la del cine. ¿Cómo ha sido? No lo sabré hasta que lleguen los técnicos. El cine estaba cerrado y a las dos y media no había nadie», manifestaba a La Voz de Galicia, al tiempo que recordaba que el establecimiento daba trabajo a veinticinco personas. Aunque Jorge Costas Fraga negó cualquier relación, el caso es que en aquel tiempo se había planteado, por parte de un empresario, una transformación urbanística de toda la manzana en la que estaba el cine. La idea era transformar la céntrica parcela en un emporio comercial con una plaza arbolada y pública en medio. El cine, aunque estaba protegido en aquella actuación urbanística, sí se vería afectado su entorno, tal como explicaba La Voz. «El Cine Fraga es intocable», advertía el nieto del fundador.
Días después del siniestro, la propiedad del Fraga realizó un acto público de agradecimiento a Antonio Fernández Fernández, el taxista que avisó a los bomberos, hecho que facilitó la extinción del incendio sin que se produjeran muchos más daños.
La propiedad se empeñó en regresar a la actividad, algo que aconteció el 4 de enero del año siguiente. Decía este periódico que todavía entonces no se habían esclarecido las causas del incendio. Retomaba la actividad aunque no a pleno rendimiento ya que solo se habilitó el patio de butacas para ver la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, de la factoría Spielberg.
«El Teatro Cine Fraga, ‘el Fraga' para los que vivimos en esta ciudad, ha reabierto sus puertas en un verdadero alarde de valentía y de servicio a la comunidad de Vigo», aseguraba el crítico de cine de La Voz L. Calderón para resaltar la determinación de los propietarios por seguir adelante en una época en la que se perdieron varios cines históricos en la ciudad. Se refería a la desaparición del Tamberlick y del Odeón, que se unían a los cerrados unos años antes, García Barbón y Rosalía de Castro.
En ese mismo año, el Fraga se adaptó a unos tiempos en los que la gente se acostumbró, o la acostumbraron, a las mini salas. El edificio habilitó dos espacios a ese fin, aunque siguió abierta la sala principal. Y con ese funcionamiento continuó activo el Teatro Cine Fraga hasta el 2001. Entonces, la extinta Caixa Galicia llegó a un acuerdo de comprar con los propietarios para realizar un centro cultural propio. No solo supuso para Vigo el cierre del cine, sino también de la discoteca Nova Olimpia, situada en su sótano. El 28 de junio del 2001 se proyectaron las últimas películas en el edificio. Se pudieron ver aquel día Tomb Rider, El regreso de la Momia y Una noche con Sabrina Love. Aun acogió después algunos conciertos del Festival lírico Are More, pero la idea de la Caixa era que el arquitecto César Portela elaborase un proyecto, que contemplaba reestructurar completamente por dentro el edificio. La fusión y posterior desaparición de las cajas gallegas dejó el Fraga en hibernación en manos de Abanca.
La Xunta y la Diputación adquirieron hace unos meses el inmueble para volver a la casilla del centro cultural polivalente. Otra vez, César Portela asumirá el reto de devolver a la vida cultural el emblemático edificio vigués.