El CSIC identifica un grupo de neuronas involucrado en la regulación de la ansiedad y otros trastornos sociales
SOCIEDAD

La restauración del equilibrio de esas neuronas en un modelo animal revierte conductas similares a la depresión, la esquizofrenia y el autismo
04 jul 2025 . Actualizado a las 08:46 h.Un estudio liderado por el Instituto de Neurociencias (IN), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, ha descubierto que un conjunto específico de neuronas de la amígdala desempeña un papel clave en la aparición de alteraciones y cambios en la conducta social. Este trabajo, publicado en la revista iScience, evidencia que restablecer el equilibrio de excitabilidad neuronal (la facilidad con la que una neurona se activa) en una zona concreta de la amígdala puede revertir comportamientos y conductas vinculadas a la ansiedad o la depresión en ratones.
Juan Lerma, profesor de investigación en CSIC y líder del laboratorio Fisiología Sináptica en el IN explica que, pese a ya conocer el rol que ejerce la amígdala en la ansiedad y el control de las emociones, en esta ocasión han identificado «un grupo concreto de neuronas cuya actividad descompensada es suficiente para generar comportamientos patológicos».
En este estudio, los investigadores liderados por Juan Lerma, trabajaron con ratones modificados genéticamente para que estos expresaran un exceso en un receptor cerebral llamado GluK4, que se activa con el glutamato, mensajero químico esencial en el cerebro. Esta alteración provoca que aumente la fuerza con la que las neuronas se comunican y reproduce la duplicación genética observada en casos de autismo.
Los roedores, diseñados por este mismo laboratorio en el año 2015, mostraban comportamientos de ansiedad y aislamiento social muy similares a los observados en pacientes de autismo o esquizofrenia.
Un freno para la ansiedad
Mediante técnicas de ingeniería genética y el uso de virus modificados, los investigadores normalizaron la expresión del gen exclusivamente en las neuronas de una región concreta de la amígdala implicada en la ansiedad y la emoción (la amígdala basolateral), lo que restauró la comunicación con otro conjunto de neuronas inhibidoras en otra zona de la amígdala (centrolateral). Estas neuronas reguladoras contribuyen al control de la ansiedad. El ajuste fue, en palabras de Álvaro García, primer autor del estudio, «suficiente para revertir comportamientos relacionados con la ansiedad y los déficits sociales».
El cambio de comportamiento de los roedores se evaluó con técnicas electrofisiológicas y pruebas sobre su estado de ansiedad, depresión y relaciones sociales, observando su preferencia por explorar espacios abiertos en un laberinto elevado en forma de cruz, y su interés por otros ratones desconocidos.
Al reducir el nivel de estrés, los investigadores percibieron un comportamiento más natural en los ratones. Los roedores ahora eran capaces de explorar los brazos abiertos de un laberinto, entornos que exponen a los roedores a mayor estrés por la falta de protección y la altura que los caracteriza. Esto contrasta con su preferencia por la sensación de protección que les ofrecen los brazos cerrados.
Una estrategia válida y eficaz
Los investigadores aplicaron el mismo procedimiento a ratones no modificados genéticamente que presentaban un estado de ansiedad intrínseca y también resultó efectivo para disminuir su conducta ansiosa. Lerma afirma que este descubrimiento valida los resultados obtenidos, y reafirma la hipótesis de que el mecanismo identificado no es exclusivo de un modelo genético concreto, sino que se trata de un principio general sobre la regulación de las emociones en el cerebro.
En los experimentos hubo algunos déficits conductuales que no se resolvieron, como la memoria de reconocimiento de objetos, que siguió afectada. Esto indica que existen otras áreas del cerebro involucradas en este tipo de trastornos que no fueron corregidas, como es el caso del hipocampo. A pesar de esto, los resultados del estudio permiten tener en consideración nuevas opciones terapéuticas. El investigador Juan Lerma explica que tomar como referencia estos circuitos neuronales específicos podría ser una estrategia más eficaz para el tratamiento de trastornos afectivos.