Víctor Elías, sobre el «bullying»: «Me pegaron entre siete solo por salir en la tele, y al cambiar de colegio pasé a ser yo un auténtico estúpido»
SOCIEDAD

El actor se ha sincerado sobre el acoso escolar que sufrió durante su infancia: «Pasé mucho miedo durante mucho tiempo»
05 may 2025 . Actualizado a las 21:46 h.Ser un rostro conocido desde niño es una experiencia con tantas luces como sombras. El caso de Víctor Elías, conocido por su papel de Guille en Los Serrano, no es una excepción. El actor se ha sincerado, con motivo del Día Mundial contra el Bullying (2 de mayo), sobre la violencia escolar de la que fue víctima cuando era solo un niño, y que le obligó a cambiar de colegio. También de cómo, en una época posterior, el propio intérprete dio el salto al lado contrario, el del alumno que se metía con los otros.
Salir en la tele tenía un efecto muy diferente al que él pensaba en clase. No había recibimiento ni orgullo de tener un compañero famoso. Todo lo contrario. Y todo porque era el diferente. «Era el que hace otra cosa, el que falta al colegio, al que le dan la oportunidad de cambiarle los exámenes», ha explicado en el marco de la iniciativa «Educación contra el Bullying» de la Fundación ColaCao.
Vivió en esos años episodios difíciles que le hicieron tener «mucho miedo durante mucho tiempo». «Cuando era un adolescente, me pegaron entre siete solo por salir en la tele», rememora el intérprete sobre ese pavor que todavía siente al pensar en volver al lugar donde sucedieron los hechos. «Se queda instaurado, no lo quitas», dice.
Durante su infancia, en Primaria, y hasta el cambio de colegio, Víctor Elías era la diana de muchos de sus compañeros. «Me llamaban germenoso», comenta, sin darle ahora la mayor importancia a un insulto que considera que no significa nada. Era uno de esos alumnos a los que «no había que acercarse». A su presencia en televisión se sumaba que sus mayores amistades eran femeninas. «Si te juntas mucho con niñas, eso lleva a tus compañeros a un insulto fácil», comenta.
Y todo se amplificaba por su carácter sensible, que achaca a tener dos padres artistas, con un padre músico y una madre actriz. «La emoción siempre estaba a flor de piel», reconoce. Y esa sensibilidad le hacía, en muchas ocasiones, confiar en quienes habían sido sus agresores. «Si el que me llamaba germenoso me decía "vente conmigo a jugar", yo iba». Y eso a pesar de ser consciente de que, seguramente, no era más que una trampa. «Me la terminaba colando», reconoce, «y yo en el fondo ya sabía que me lo iba a volver a hacer».
En parte por su personalidad y en parte porque pensaba que, quizás, en algún momento esas personas podrían convertirse de la noche a la mañana en sus amigos, Víctor asegura que tardó mucho en decir lo que le pasaba. Recomienda, en cambio, contarlo cuanto antes.
Tampoco quiere arremeter del todo contra sus compañeros. Asegura que, siendo niños, es probable que no fueran conscientes del daño que estaban haciendo. Le sorprende más volverse a encontrar con esas mismas personas y que no recuerden lo que hacían. «No tienen en la cabeza el "te pude hacer daño cuando eras pequeño", sino más el "hemos sido compañeros de colegio"», dice aún sorprendido.
Elías cree que hay algo en común entre agresor y víctima que mantiene ese círculo vicioso: el empeño que ambos tienen en intentar encajar y la determinación de agradar a los demás.
Eso le sirve, en parte, como explicación a lo que le sucedió al irse a otro colegio como consecuencia del bullying que sufría. «Cambié radicalmente de personalidad», cuenta. Se convirtió en lo contrario a lo que había sido. «Pasé a ser un auténtico estúpido». Se define a sí mismo como «el malote, el que se sentaba en la última fila, el mafioso de la clase, el que se metía con los demás, al que amonestaban y le ponían partes». Cree que, en parte como sobrecompensación de su etapa anterior, tenía esa necesidad de reafirmarse, de demostrar que podía ser otra persona.
Cambió gracias a la intervención de los adultos. Primero, la madre de un nuevo alumno con el que se peleó al poco de llegar al colegio, pero que con el tiempo acabó siendo un gran amigo. Reconoce que la charla que tuvo con su progenitora le hizo ver que es necesario hablar con los niños. «Para mí significó mucho», reconoce.
Lo mismo que los consejo sus tíos. Fueron quienes lo criaron. Con solo 13 años, Víctor denunció a su madre por su adicción al alcohol y le quitaron la custodia. La vida con sus tíos era la contraria a la que había vivido hasta entonces. Pasó a formar parte de un hogar estructurado y disciplinado. Se sentaban con él para explicarle las cosas buenas y las malas, y la relevancia de hablar de los sentimientos. «Piensas que es un rollo, pero ahora veo que fue muy importante». Eso, y la ayuda de amigos y otros familiares, y también la de los profesionales, le han hecho ir «destejiendo esa bola».
Víctor Elías, nacido en 1991, comenzó su carrera con cuatro años en varias obras de teatro. Con siete tuvo su primer papel televisivo en la serie Hermanas y pasó por Ellas son así, Esencia de poder o Hospital Central, dio el salto al cine con El espinazo del diablo o El florido pensil y tuvo su papel estrella interpretando a Guille en Los Serrano, en el año 2003.
Su éxito también llevó a los excesos. Según confesó en el libro Yo sostenido. Historia de un juguete casi roto, sufrió una gran adicción a las drogas y al alcohol que le hizo, con el tiempo, comprender a sus padres.
Ahora, Elías vive uno de los mejores momentos de su vida. Hace solo unos meses se dio el «sí quiero» con la cantante Ana Guerra, un acontecimiento cuya ceremonia fue oficiada por su antiguo compañero de rodaje, Fran Perea.