Se van acabando las Festas do Apóstolo 2025 y habrán dejado satisfechos, insatisfechos e indiferentes. Lo de siempre. Sí, las fiestas de Santiago son lo de siempre, ya sean las de la Ascensión o las del Apóstolo. Nos traen pocas sorpresas y nos dejan, siempre y desde hace ya bastantes años, el mismo debate en torno a una pregunta clave: ¿Hay que dar un salto adelante, aunque sea a costa del todo gratis, pagando algún espectáculo que eleve el nivel del cartel? A la vista de la afluencia de público a la ciudad en los días fuertes del Apóstolo, sobre todo el día grande del 25, no sería necesario. La ciudad atrae por sí misma. Por su amabilidad, por su monumentalidad, por la gastronomía... Lo explicó certeramente, al tiempo que disfrutaba del baile de los cabezudos, una compostelana de adopción: «Es lo bonito de las tradiciones, ¿no?. Que aunque sea lo mismo todos los años, la ilusión de venir a verlas y a formar parte de ellas no se va». La tradición manda en las fiestas de Santiago, hasta el punto de convertir en protagonistas a quienes la viven de año en año, ya sean vecinos que la reeditan, ya sean peregrinos que llegan a ellas sin esperar más que dejarse llevar por la emoción de verse ante la Catedral, y no digamos los turistas sorprendidos por una ciudad histórica en cuya total ebullición se sumergen sin tener ni idea de lo que se iban a encontrar y sin saber nada de las fiestas. Con menos de un millón de euros de presupuesto, el Concello no puede hacer maravillas, dados los costes de los cachés de los artistas y de producción de los espectáculos. Y por eso, más pronto que tarde, habrá que abordar si conviene rascarse el bolsillo mínimamente para disfrutar de algún espectáculo que de otra manera es imposible traer. Sin desmerecer en absoluto excelentes opciones, locales o lejanas. Véanse, en este Apóstolo, ejemplos destacables como Sés —sorprendente su ausencia en el pasado—, Baiuca esta noche en el Trad Fest o el senegalés Youssou N’Dour, junto a la proyección de valores emergentes de la escena gallega. También habrá que repensar el modelo disperso de los Fogos del 24 y si conviene rescatar para el Obradoiro el espectáculo audiovisual. Es cuestión de costes y de ambición política para avanzar en el modelo, porque la imprescindible fidelidad a la tradición no es suficiente.