El Panteón

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

13 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Me pregunto qué pensarían Rosalía, Brañas, Cabanillas, Asorey, Fontán y Castelao de tanta carga simbólica, hasta ahora paralizante, como la que durante décadas ha emanado de sus sepulcros en el Panteón de Galegas e Galegos Ilustres. De la lucha política por apropiarse de un patrimonio que no es exclusivo de nadie sino que es de todos, como la que estalló en 1984 durante el ingreso de los restos de Castelao, de vuelta a casa desde el exilio de Buenos Aires. De los absurdos pleitos entre la Archidiócesis y el Concello por la titularidad y usos del conjunto monumental, que volvieron a sentar en el banquillo al bueno de Mendizábal, litigios azuzados por episodios esperpénticos como aquel desfile de moda ligera de ropas en noviembre de 1999. No. Hasta la aprobación, con pleno consenso parlamentario, de la ley de agosto del 2023 que reconoce el Panteón como símbolo de la identidad del pueblo gallego, Galicia no ha estado a la altura. La constitución, este sábado, de la fundación pública que, bajo la presidencia del Parlamento, se encargará de administrar tanto simbolismo debe ser el paso definitivo para normalizar lo que hace mucho tiempo tenía que estar normalizado: la unión sin fisuras de las administraciones implicadas. No fue sin tiempo, y todavía faltarán protocolos y convenios, por ejemplo, los de cesión de usos, hasta que se pueda empezar a intervenir realmente en el conjunto monumental. Por la dignidad de lo que simbolizan los ilustres que allí reposan, es impresentable el estado de deterioro de la bellísima iglesia de Bonaval, pese a los parches de urgencia que ha aplicado la Xunta en los últimos tiempos, básicamente para frenar el avance destructivo de las humedades. Es necesaria una rehabilitación integral, ya prevista pero pendiente de concretar y dotar económicamente, bajo los auspicios expertos de los técnicos del Consorcio de Santiago. Cuanto antes se recupere el espacio físico antes se podrá difundir su valor como depositario de nuestra memoria colectiva. Debería ser, junto a la Catedral, lugar de visita imprescindible, por supuesto para los gallegos, porque el simbolismo queda condenado a la intrascendencia si sus valores no se transmiten ni se comparten.