Adiós a Flory, la mujer detrás del famoso roscón de Villa de Negreira, en A Coruña

La Voz A CORUÑA

OBITUARIOS

cedida

Florinda Sánchez Sánchez falleció a los 93 años. Su hija pequeña, María, la recuerda siempre arreglada, con sus labios pintados, una bandeja en una mano y una pinza en la otra sirviendo a los clientes

10 abr 2025 . Actualizado a las 15:04 h.

Corría el año 1967 cuando una joven pareja, Hortenio y Florinda, con sus tres hijos adolescentes deciden comenzar un sueño, su propio negocio, una confitería con la calidad y el cuidado de un negocio del centro de la ciudad en la periferia. El nombre que le dan al negocio Flory, nombre con el que él cariñosamente llamaba a su hermosa mujer.

En el barrio del Agra do Orzán, en una de las esquinas entre Villa de Negreira y Francisco Añón, codo con codo, con sudor, alguna lágrima, mucha alegría y sobre todo con mucho amor y el apoyo de sus tres hijos (Berto, Chelo y Milagros) consiguieron su objetivo.

Cinco años después, sin previo aviso, aparece la cuarta hija (María), la que hoy escribe estas líneas, con el recuerdo de su cuñado Mohamed, un joven sirio que viene a estudiar y se enamora de una de sus hermanas, decide casarse con ella y quedar con su suegro, mano a mano, aprendiendo el negocio, para cuando Hortenio fallece continuar junto con Flory en el negocio, siempre siguiendo las directrices del maestro.

Tiempo después, cuando Flory decide jubilarse, Mohamed y Chelo se asocian con Berto y Fe (su mujer) para continuar con el legado, siempre con Flory en la sombra, apareciendo de vez en cuando por la confitería. Un tiempo después quedan solos Mohamed y Chelo, que siguen trabajando como siempre.

Flory se va deteriorando y cada vez puede acudir menos a lo que fue su gran proyecto junto con Hortenio. Mohamed y Chelo se jubilan y el negocio pasa a las trabajadoras, que siguen con la tradición fundada por Flory y Hortenio, basada en productos siempre naturales y artesanales.

María, la hija pequeña, recuerda a Flory, su madre, tras el mostrador, atendiendo con una sonrisa y cariño a todo aquel que entraba por la puerta. A su padre, Hortenio, oliendo a dulce, harina, crema, merengue… y a todas esas cosas deliciosas y maravillosas.

También recuerda a su madre, siempre arreglada, con sus labios pintados, con una bandeja en una mano y una pinza en la otra, sirviendo a los clientes con un ojo puesto en aquel rincón tras la puerta donde su hija pequeña jugaba, leía y se entretenía mientras ellos trabajaban. Pero sobre todo recuerda ese olor a bollería caliente, a roscos recién hechos que la envolvía cuando bajaba las escaleras del edificio donde estaba la confitería, que le hablaba de seguridad, de estómago lleno y sobre todo de amor.

Texto escrito por María Diñeiro Sánchez, hija de Flory