Políticos de toda Europa hacen frente en Hungría al veto de Orbán al Orgullo LGTBI

Zigor Aldama MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

Miles de personas cruzan el puente de Isabel, este sábado durante el desfile del Orgullo en Budapest.
Miles de personas cruzan el puente de Isabel, este sábado durante el desfile del Orgullo en Budapest. Bernadett Szabo | REUTERS

El colectivo tiñó de colores el cisma que el mandatario ultra busca con la UE

29 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El colectivo LGTBI de Hungría sabía que el Orgullo de este año no era uno más. Y no porque celebrase su trigésima edición en Budapest, sino porque había sido prohibido por el primer ministro, Viktor Orbán, tratando de hacer valer así la ley del 2021 que prohíbe «la representación y promoción de la homosexualidad y la diversidad de identidades de género a menores de 18 años». Orbán había advertido de que quienes participasen en el desfile serían castigados —con multas de hasta 500 euros— y el órdago del mandatario hizo que se movilizasen activistas del colectivo de todo el continente para trascender sus habituales reivindicaciones y convertir la marcha en un contundente rechazo de las políticas reaccionarias que la ultraderecha promulga en todo el continente.

No en vano, la presidenta de la Marcha de Budapest, Viktoria Radvanyi, mostró su temor a que la prohibición de Orbán tenga un efecto dominó en países como Eslovaquia, Rumanía o Bulgaria, donde los derechos de la comunidad LGTBI siguen siendo frágiles. El llamamiento fue todo un éxito: decenas de miles de personas se dieron cita ayer bajo un sol de justicia para crear una muchedumbre multicolor en las calles de la capital húngara. Ha sido, aseguran los organizadores, el mayor Orgullo de la historia del país.

Sin miedo a la represión policial ni a las contramanifestaciones que sí habían recibido permiso para plantar cara al Orgullo, la marea cruzó los puentes que la ultraderecha quería bloquear. Varios cientos de personas se habían congregado con pancartas contra el colectivo LGTBI, pero tuvieron que dispersarse. Frustrado por su derrota, el vicepresidente del partido Nuestra Patria, Elod Novak, anunció que interpondrá una querella contra la policía.

Siempre en tono festivo y sin incidentes, el colectivo LGTBI doblegó al primer ministro en las calles. Una victoria que, sin embargo, puede ser un espejismo. Porque una encuesta del diario Nepszava concluyó que un 48% de la población húngara rechaza la celebración del Orgullo, frente al 45% que la apoya. Son estadísticas que reflejan la brecha que aún separa a Europa Occidental del este, aunque el periódico señala que la diferencia se acorta en la capital.

Precisamente para tratar de dar impulso a la minoría progresista, ayer participaron en el Orgullo de Budapest numerosos políticos de toda Europa. La comisaria de Igualdad de la UE, Hadja Lahbib, viajó a la capital húngara el viernes porque, dijo, es su «deber» apoyar a las personas LGTBI, y ayer la acompañaron unos 70 europarlamentarios. En representación del Gobierno de España acudió la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, quien hizo un alegato en favor del respeto a los derechos del colectivo que «están en peligro en el mundo». Y advirtió a la ultraderecha: «Frente a quienes quieren arrasarlo todo, les decimos claro: la libertad no se exilia, la dignidad no se negocia. Vamos a defenderlo en las calles y en las instituciones». Díaz, que por la mañana se reunió con el alcalde de Budapest, destacó que «Karacsony está defendiendo la libertad de ser quien se quiera ser y amar a quien se quiera amar, frente al retroceso reaccionario de Orbán». Por su parte, su correligionario ministro de Cultura, Ernest Urtasun, destacó que «estar en Budapest es, sobre todo, un acto de compromiso con la libertad» y que «defender los derechos humanos en Budapest es defenderlos también en España». Otros políticos europeos se manifestaron en líneas similares. «El régimen de Orbán es peligroso para la sociedad, no para el Orgullo», disparó la francesa Manon Aubry. «No es el Orgullo de Budapest lo que es ilegal, sino su prohibición», añadió la alemana Terry Reintke.