Venecia, dividida ante su blindaje para la boda millonaria de Jeff Bezos

valentina saini VENECIA / E. LA VOZ

GENTE

Yara Nardi | REUTERS

Más de noventa aviones privados llegarán a la ciudad italiana para tres días de fiesta

25 jun 2025 . Actualizado a las 08:54 h.

Venecia se prepara para la boda del magnate Jeff Bezos, fundador de Amazon, y de la periodista Lauren Sánchez. El evento durará varios días y la pareja se casará este viernes en la famosa isla de San Giorgio. Se esperan estrellas como Leonardo Di Caprio, Eva Longoria, Shakira, Mick Jagger, Elton John, Bill Gates, quizás incluso Elon Musk y la hija de Donald Trump, Ivanka. Esta última llegó este martes a la ciudad con su familia. Deberían aterrizar en Marco Polo, el aeropuerto de Venecia, más de noventa jets privados procedentes de todos los rincones del planeta.

Los venecianos están divididos: algunos temen un apocalipsis logístico capaz de paralizar una ciudad ya saturada de turistas, donde solo se puede circular por agua o a pie; otros piensan que la boda, cuyo presupuesto es de unos 30 millones de euros, es una bofetada a la pobreza y el enésimo acontecimiento que contribuye a la turistificación de Venecia; y otros defienden a Bezos, que está dando mucho trabajo a hoteles, pastelerías y artesanos, y hará donaciones a organizaciones dedicadas a la conservación de la ciudad y su laguna.

Por todo el casco antiguo de Venecia hay carteles que invitan a la «resistencia común». Pero Elena, quiosquera y veneciana de pura cepa, dice que todo eso «le da igual». «Los que protestan son siempre los mismos: gente de izquierdas, centros sociales y demás. El único problema es que tendrán ocupados todos los taxis acuáticos. Pero el resto no me importa en absoluto. Hacen más daño las despedidas de soltera y de soltero: la gente viene aquí por unas horas y se emborracha sin control, y no hace nada bueno por Venecia».

Su compañera Laura está de acuerdo: «Yo también me casaría aquí si pudiera. Este tipo de eventos también son turismo, y de muy alto nivel, y yo nunca hablo mal del turismo, gracias a él me gano la vida». Por su parte, Pietro, propietario de un conocido restaurante en la concurrida Strada Nova, cree que «en la boda en sí no hay nada malo. Claro que es una forma de ostentación de riqueza, y hubiera preferido un poco menos de revuelo mediático».

Nicola es un joven gondolero. Está seguro de que la boda traerá inconvenientes para los venecianos. «Claro que Bezos puede casarse aquí, como cualquiera. Lo que pasa es que si yo me caso aquí no molesto a nadie, pero si lo hace él, el impacto en la movilidad es enorme. Me temo que bloquearán ciertas zonas», dice, antes de salir con su góndola con una señora de Madrid y sus dos hijas a bordo.

Según Ursula, dueña de una tienda de recuerdos, «los que protestan son unos envidiosos». «Bezos está dando trabajo a los artesanos locales, la boda es una oportunidad para la ciudad», afirma. Sin embargo Carlo, empleado en un bar cerca de la plaza de San Marcos, es tajante: «¿30 millones para una boda? En Gaza y en África la gente se muere de hambre». Para Elisa, estudiante de diseño de moda, «la boda es una locura. Entre otras cosas, la isla de San Giorgio estará inaccesible durante varios días. Es la enésima ocasión en la que Venecia es tratada como una mercancía, un parque de atracciones. En esta ciudad solo pueden vivir los ricos, los que no lo son se las arreglan como pueden o se van».

Alessandra Di Gennaro es una maestra mosaiquista nacida en Roma, pero residente en Venecia. Según ella, «hay quienes aman esta ciudad y quienes solo quieren explotarla al máximo. No es justo que alguien llegue y, solo porque puede permitírselo, se haga con el control de toda una serie de servicios. El espacio urbano es de todos».