
Acaba el plazo para que los descendientes de españoles pidan la nacionalidad
20 oct 2025 . Actualizado a las 10:23 h.«De mis ocho bisabuelos, siete eran gallegos y el otro, de Portugal. ¡Cómo no me voy a sentir gallego con siete bisabuelos nacidos en Galicia!». La pregunta retórica la lanza desde Buenos Aires Alejandro Ruybal, argentino de nacimiento, gallego de espíritu y español por papeles gracias al reconocimiento que la Ley de Memoria Democrática ha hecho de la nacionalidad española para los descendientes de quienes tuvieron que emigrar por motivos económicos, laborales, políticos, religiosos o sexuales.
Este miércoles se termina el plazo abierto hace tres años para inscribirse. Más de 1,7 millones de hijos, nietos y bisnietos de españoles ya lo han hecho y, de ellos, casi medio millón ya han obtenido la nacionalidad, un lista que cuando se acabe de atender, dentro de tres o cuatro años, arrojará un saldo de unos dos millones de nuevos españoles de pleno derecho y obligaciones.

Alejandro Ruybal. Siete apellidos gallegos
«Cuando se terminen de conceder todas las nacionalidades, Buenos Aires le disputará a Valencia el tercer puesto de urbe con mayor número de españoles, seremos medio millón aquí, de los que gallegos son algo más de la mitad», advierte Ruybal para dimensionar la relevancia de la vía abierta en el 2022 en favor de la nacionalidad. «Siempre me he sentido español, solo me faltaba que el Gobierno me lo reconociese. Ese es el sentimiento de la mayoría de los que están gestionando la nacionalidad», continúa.
Implicado desde el inicio con el Centro de Descendientes de Españoles Unidos, la plataforma nacida en Argentina que más ha impulsado la rebautizada como «ley de nietos», Alejandro Ruybal mantiene que gran parte de los que han tramitado la petición de la nacionalidad no pretenden trasladarse a España. «La mayoría la quiere porque entiende que es su derecho. Soy español y quiero mis papeles». Eso para él es una cuestión de justicia, de equilibrio moral y de respeto sentimental a sus ancestros, a los que sintió muy cerca cuando se sentó a observar a orillas del Miño, en Tui, la tierra que pisó hacia 1894 su abuela y las sagas que le antecedieron: la de los Ruybal, los Gainzo, Besada, Martínez... «Galicia es un paraíso en la tierra», clama.
Rolando Valdés. Las penurias de Cuba
Si el proceso de petición de la nacionalidad es difícil de superar desde el extranjero, aún se complica más para los residentes en Cuba, el segundo enclave con más solicitudes tras Argentina. En la isla apenas abonaron la continuidad con el vínculo familiar en España quienes emigraron a finales del siglo XIX. El bloqueo a Cuba, las enormes dificultades económicas que atraviesa y la omnipresencia de la burocracia, lo complica todo aún más. «Es un proceso muy largo y engorroso que empieza con la enorme dificultad de llegar a saber dónde buscar el acta de nacimiento del antepasado», dice desde San Luis, localidad del sur de Cuba, Rolando Valdés. Él solo sabía que su abuelo llegó al país escapando de la represión franquista «desde una parroquia llamada Soutelo». Pidió ayuda a La Voz de Galicia a través de una carta al director para desentrañar en cuál de la treintena de enclaves con ese nombre se hundían sus raíces. Tras localizarse a sus ancestros en Salceda de Caselas, tuvo que demostrar que su abuelo, Manuel Martínez Rodríguez, nunca había perdido su condición de español, superar los obstáculos administrativos para conseguir en Cuba las actas de nacimiento de cada miembro de la familia y ya, por fin, lograr este febrero una cita en el consulado de La Habana que estima será atendida en junio del 2026. Calcula que después aún le llevarán dos años más los tramites.
«Considero que es un derecho por ser descendiente de un legitimo español que salió de su tierra por situaciones extremas. Por lo que sabemos, España es una tierra hermosa, tranquila, con derechos, con leyes que protegen a niños y ancianos. Para mí es una oportunidad de calidad de vida para mi familia», dice Rolando. «Comenzamos este proceso sin recursos, tratando de no ser estafados por el camino, porque de todo hay. Y amo a mi país, pero cada vez se hace más imposible el futuro aquí. Por eso lucho, por darle una oportunidad a mi familia donde un día mi abuelo tuvo que salir para salvarse», dice entre el lamento y la esperanza.
Fabiana Rubio.La número 4
Apenas habían pasado 15 días desde la aprobación de la Ley de Memoria Democrática cuando Fabiana Rubio pidió cita en el consulado de Buenos Aires y obtuvo el número 4 para el 9 de noviembre del 2022. Desde julio del 2023 ya es española, como sus abuelos emigrados de Navarra. «El consulado no estaba desbordado como ahora. A mi hija ya le tardó el proceso dos años y ahora, aún es más tiempo», constata. Aún así, ruega calma. «A veces, la gente es muy injusta, porque dicen: ¡cómo tardan!, pero es que el consulado está desbordado por la facilidad que España da con una ley tan generosa como esta. Debería estar todo el mundo agradecido, aunque les tarden tres o cuatro años», cree Fabiana.
No conoce España, pero el año que viene quiere estrenar su pasaporte. «¡Qué emoción sentí el día que me lo dieron! Se me caían las lágrimas». Piensa en Madrid o Barcelona como futuro escenario vital. «Me gustaría irme a España a vivir. Para mí esto ya no es cómodo: mucha soberbia, agresividad, inseguridad... no es un país lo suficientemente tranquilo como para poder decir ‘‘quiero a mi Argentina’’», lamenta.
«A mis abuelos les llegaba La Voz por correo y la leían a la familia para no perder el vínculo»

Carlos Javier Bouzón y su hermano, cuando eran pequeños, creían que en lugar de argentinos, en realidad, eran gallegos, sin más añadidos. Sus abuelos reprodujeron en Buenos Aires el recuerdo de Galicia en la configuración de su huerta, en sus costumbres, en su lengua, en casa. «Eran de Vedra y Boqueixón y muchos años después de instalarse acá seguían recibiendo por correo La Voz de Galicia y la leían en alto, para que la familia y los nietos nunca perdiésemos el vínculo. Hay una grabación en súper 8 de unos de esos momentos. Leían, se detenían, lloraban un rato y comenzaban otra noticia», rememora con sentimiento vívido. «Conservaban debajo del hule de la mesa las cartas que llegaban desde ahí, y nos las leían una y otra vez».
Su abuelo emigró en la segunda década del siglo pasado, pero volvería a Vedra para devolver al pueblo en obras parte de lo que le había tocado en un premio de la lotería. «Regresó en 1933, y ya no pudo volver a su tierra más, por lo que hicieron su pequeña Galicia en Buenos Aires. Mi padre y mi tío hablaban gallego, incluso». Carlos Javier, sacerdote y profesor, trajo a sus progenitores a Galicia en sus bodas de oro. «Lloramos, reímos. Fue un reencuentro con las raíces, los olores... todo tan lindo».
Obtener la nacionalidad española se convirtió para la familia Bouzón en una deuda con sus antepasados. «Iniciamos el proceso con mi padre (recién fallecido). Nos motivó el vínculo espiritual, familiar, el deseo de estar más unidos a la tierra, a nuestros orígenes y lo vivimos con intensidad. Es un honor haber restituido el vínculo que mis abuelos no pudieron volver a disfrutar».
Ha viajado a Galicia en tres ocasiones. En esas incursiones ha redescubierto los sabores culinarios de la familia, y con todo lo disfrutado, Carlos Javier ha logrado conectar con su origen. Bouzón ha redoblado el espíritu de pertenencia a la sociedad gallega gracias a la ventana abierta con la Ley de Memoria Democrática, una posibilidad que Juan Manuel de Hoz, portavoz del Centro de Descendientes de Españoles Unidos y baluarte de la ampliación del acceso a la nacionalidad, cree que corre peligro de ser derogada si España opta por un giro político.