La ruta silenciosa de la cocaína en España

La Voz VIGO

GALICIA

Padre e hijo con 6.000 kilos. José Manuel Costa Rial y su hijo cayeron en aguas africanas con dos meses de diferencia; el primero, con 690 kilos de cocaína; su hijo, José Manuel, cayó a manos de Vigilancia Aduanera con otros 4.350 kilos (imagen) tras 48 horas de persecución por mar y aire en latitudes cercanas.
Padre e hijo con 6.000 kilos. José Manuel Costa Rial y su hijo cayeron en aguas africanas con dos meses de diferencia; el primero, con 690 kilos de cocaína; su hijo, José Manuel, cayó a manos de Vigilancia Aduanera con otros 4.350 kilos (imagen) tras 48 horas de persecución por mar y aire en latitudes cercanas. CEDIDA

Este es un adelanto del libro «Narco, S.A.», que llegará a las librerías este miércoles y que han escrito el periodista de La Voz de Galicia Javier Romero junto a Andros Lozano sobre el bum de la cocaína y cómo la Península juega un papel fundamental en este negocio globalizado, con la presencia de las principales mafias internacionales en España. Desde aquí se importa, se «cocina» y distribuye por medio mundo. El pasaje reproducido, «Hacer las Américas en África», pone en evidencia el papel de Galicia en esta actividad ilícita en constante expansión

12 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La ruta más activa del narcotráfico de cocaína en España condu­ce por una autopista de agua salada que comunica la costa de Andalucía con África, las islas Azores y las Canarias. Ese asfalto de salitre y espuma es surcado por las más potentes planeadoras del mercado en la Península e implica navegar hasta 900 millas océano adentro. Ya en España, las toneladas descargadas se cuentan por decenas. Pero no todos los pilotos están preparados y se reconocen capacitados para salir airosos de yincanas así.

En el mercado sigue pesando el acento gallego, es sello de calidad, y es común la contratación de fitipaldis galaicos por su dilatada experiencia en aguas abiertas y agitadas que nada tienen que ver con las habitualmente apacibles del estrecho de Gibraltar. Al fin y al cabo, el formato de la actual y exitosa ruta africana que co­munica el sur de España con los barcos nodriza repletos de cocaína ya se aplicaba en Galicia desde los inicios del contraban­do de tabaco hace ya más de medio siglo.

«Narco, s.a.» Por Javier Romero y Andros Lozano, Ediciones Deusto. Hay quien la consume de forma esporádica: en la discoteca, cuando el alcohol la reclama. Hay quien la toma a mitad de mañana, para estar más despierto frente a la pantalla del ordenador o sobre el andamio. En España se consume solo una parte, otra simplemente pasa por el país, silenciosa, pero dejando siempre un rastro. Esa huella apenas visible es la que han seguido los autores de «Narco, S. A.» para contextualizar el auge del negocio y sus complicidades.
«Narco, s.a.» Por Javier Romero y Andros Lozano, Ediciones Deusto. Hay quien la consume de forma esporádica: en la discoteca, cuando el alcohol la reclama. Hay quien la toma a mitad de mañana, para estar más despierto frente a la pantalla del ordenador o sobre el andamio. En España se consume solo una parte, otra simplemente pasa por el país, silenciosa, pero dejando siempre un rastro. Esa huella apenas visible es la que han seguido los autores de «Narco, S. A.» para contextualizar el auge del negocio y sus complicidades. Ediciones Deusto

Hace al menos siete años que los equipos especializados en la lucha contra el narcotráfico constatan que ciertas organizaciones gallegas han reforzado su presencia en la costa noroccidental de África. El itinerario resulta más seguro y encierra mayores ga­rantías de éxito a la hora de recibir la cocaína desde Sudamérica y utilizarlo como plataforma para su introducción en Europa. La coartada de la pesca, que ya se usaba hace treinta años, sigue funcionando. En el submundo narco, la experiencia también su­pone un grado. En el trimestre transcurrido entre diciembre de 2023 y febrero de 2024 se concatenaron tres aprehensiones que lo constatan.

José Manuel Costa Rial lleva metido de lleno en el narcotrá­fico desde que el delito floreció en España y su Galicia natal. A par­tir del 22 de diciembre de 2023, tras su última detención, malvi­ve en una cárcel de Dakar (Senegal). Se consumó en aguas de África, a manos de la Armada Nacional de Senegal. Capitaneaba una planeadora propulsada por cuatro motores fueraborda con 690 kilos de cocaína a bordo junto a cuatro españoles más. Entre ellos, otros dos gallegos. Uno se llama Marcos Antonio, y al igual que Costa Rial, es de Cambados. Otra coincidencia entre ambos es que los dos se dedicaban legalmente a la reparación y todo lo relacionado con embarcaciones de recreo y motores de barcos.

Costa Rial entrando en la Audiencia de A Coruña en 1990, por un el alijo de tabaco decomisado en el Smith Lloyd of Cairo
Costa Rial entrando en la Audiencia de A Coruña en 1990, por un el alijo de tabaco decomisado en el Smith Lloyd of Cairo CESAR QUIAN

Rial, apodado Tojés, lleva desde 1990 entrando y saliendo de pri siones en España por delitos de contrabando y narcotráfico, casi siempre a las órdenes de su jefe de toda la vida, Sito Miñanco. Pero cualquier parecido entre aquellas estancias en cárceles es­pañolas y la realidad que vive en una celda en Dakar es pura coin­cidencia. Lo primero porque su colega Marcos Antonio no duró mucho con vida. Falleció, según explica Costa Rial, porque el centro penitenciario no le facilitó la insulina que su organismo reclamaba regularmente a causa de una patología.

Comer en una bolsa

El despacho de abogados Vox Legis en España, que representa a Costa Rial en Senegal, lo visitó dos veces en el penal de Dakar desde su arresto en 2023. Los representantes legales fueron testigos de «la forma de vida indigna» en la que se encuentra en la prisión africana este histórico del narcotráfico.

Destaca, por desagradable, la for­ma de alimentarse de los presos. Rial no es una excepción: desa­yuna, come y cena utilizando de plato una bolsa de plástico. Siempre la misma en cada comida porque no hay repuestos. «Ellos mismos recogen la comida de la pota con las manos y la vierten en la bolsa, de la que comen sin cubiertos», explica el le­trado Francisco Miranda, que visitó junto a su compañera de despacho Silvia Hevia en ambas ocasiones a Rial en Senegal. La primera celda que ocupó albergaba a otros 20 presos y no tenía camas: «O dormían en el suelo, para lo que no siempre había espacio, o de pie, hombro con hombro para no caerse. Ahora está en una celda con cinco presos, algo mejor, pero sigue siendo in­humano. Por ejemplo, no tienen vacunas a pesar de la pandemia de tuberculosis que mató a bastantes presos del mismo módu­lo», añade Hevia, que prefiere omitir las gestiones que fueron necesarias para darle un colchón a su representado con el que dormir en condiciones dignas. «El gran problema es que la causa no avanza. El objetivo es que se juzgue, y si es culpable, que cum­pla la pena en España, pero no puede prolongarse indefinida­mente estando él en esas condiciones de vida». 

La biografía delictiva de Costa Rial arranca en 1990 por la incautación de un alijo de 1,6 millones de cajetillas de tabaco. Costa Rial era el responsable a bordo del buque que llevaba la mercancía en su vientre. En julio de 1993 patroneaba otro bar­co. En esa ocasión portaba 2.200 kilos de cocaína. En su declaración, ya en el juicio, aseguró que pensaba que los fardos con cocaína realmente llevaban café. Ese mismo año, su mujer fue detenida en Málaga con 4 kilos de farlopa. En abril de 2008, la Audiencia Nacional le absolvió de su participación en un alijo de 5.500 kilos de hachís junto a parte del clan de los Charlines. Dos meses después de aquella buena noticia para sus intereses, fue detenido en las islas Baleares por otro alijo de hachís, en este caso de 1.400 kilos.

Entre 2015 y 2018 trabajó a las órdenes de Miñanco, figurando en las reuniones más importantes de su organización, especializada en cocaína. También viajaba a Sudamérica para tratar en nombre del jefe con los proveedores de esta droga. En 2018 ingresó en prisión por esos cargos, que se juzgaron entre octubre de 2024 y marzo de 2025 en la Au­diencia Nacional, y al cierre de este libro seguía sin conocerse la sentencia. En 2022 salió de prisión provisional por estos he­chos, y en 2023 fue detenido en aguas de Senegal con aquellos 690 kilos de droga. Entre otoño de 2024 y marzo de 2025 no pudo comparecer en el juicio contra Miñanco. Fue la gran au­sencia en un banquillo ocupado por otros 42 procesados. Pero la Fiscalía de la Audiencia Nacional lo espera con los brazos abiertos cuando sea extraditado a su país y afronte la petición pendiente de once años y medio entre rejas.

5.132 kilos más

Cinco días después de caer Costa Rial, otro gallego, Álvaro Castro Santos, igualmente viejo lobo de mar gallego especializa­do en el transporte de cocaína, fue abordado y detenido en las mismas circunstancias y coordenadas próximas, pero con algo más de perico que su paisano de Cambados.

A Santos lo arrestó la Armada de Francia frente al golfo de Guinea, próximo a Cabo Verde, mientras domaba una planeadora de 15 metros de eslora con 5 motores fueraborda y 5.132 kilos de cocaína a bordo. Un trofeo de caza mayor por la cantidad requisada y por la deten­ción de un piloto muy cotizado hasta entonces en el sur de Espa­ña. Lo acompañaban dos gallegos más y otro ciudadano español. Pero el talento para pilotar semejante coloso de la náutica caía sobre los hombros de Castro Santos. Para ser tan demandado, la reputación lo precedía. Su historial policial y judicial lo avalaba.

Hasta su último arresto, con cincuenta y tres años, Santos encar naba el perfil de avezado patrón gallego que va por libre en el submundo narco internacional. Natural de Bueu, una villa pes­quera situada en la ría de Pontevedra, Santos ejercía como una especie de freelance del narcotráfico marítimo capaz de pilotar barcos pesqueros o planeadoras propulsadas por cuatro motores fueraborda. Lo último que se sabía de él era que trabajaba a suel­do del mejor postor en el estrecho de Gibraltar transportando cargamentos de hachís. También se lo ubicaba traficando en Ga­licia hasta su encontronazo con la Armada de Francia. La paga por transportar un porte de hachís en el Estrecho llega a unos 40.000 euros, mientras que si es de cocaína, y pesa varias tone­ladas, llega al medio millón de euros, o lo supera.

El historial policial de Castro Santos comenzó en 1993: lo arrestaron por primera vez por integrar el histórico clan de los Servandos, y lo condenaron a una década de prisión por transpor­tar en un barco pesquero 750 kilos de cocaína. El segundo alijo que motivó su siguiente condena pesó 1.700 kilos y supuso otros once años de cárcel. En esta ocasión cayó en Aldán (Cangas), su tierra de adopción desde hacía tres décadas. Desde entonces, Cas­tro Santos se ha pasado media vida entrando y saliendo de pri­sión. Se sabe que este vecino de O Morrazo se subió a finales de 2023 a un avión con destino a Amberes (Bélgica), uno de los no­dos actuales del narcotráfico en Europa, tomado por organizacio­nes oriundas del norte de África cuyos integrantes residen en el Viejo Continente con pasaporte comunitario. Castro Santos apa­reció pocas semanas después en aguas africanas transportando cinco toneladas de cocaína. No está claro qué plan tenía ni qué destino llevaba, pero la operación habitual en esas latitudes consiste en valerse de otra embarcación rápida, un pesquero o un velero para trasvasar la droga y llegar a la costa, ya sea de la Península o de África.

En la misma olla a presión que sostiene el golfo de Guinea por la ida y venida de narcolanchas y patrulleras, cayó dos meses des­pués otro gallego. En este caso, su primer apellido evidencia que en este negocio también hay relevos familiares. Ocurrió en febre­ro de 2024, a 500 millas de las islas Canarias. El detenido se lla­ma José Manuel Costa Hermida, hijo de José Manuel Costa Rial.

En menos de tres meses, padre e hijo cayeron en sendas narco­lanchas en aguas africanas. La diferencia es que el hijo transpor­taba casi tres veces más mercancía que el padre: 4.350 kilos de cocaína. Los fardos iban en una lancha semirrígida con tres tri­pulantes más procedentes de Rumanía, Marruecos y Moldavia. Pero la relación de Costa Hermida con el narcotráfico marítimo viene de lejos, incluso de casa, por una mera cuestión hereditaria. En las muchas ocupaciones que el narcotráfico alimenta en Espa­ña, las unidades policiales situaban a Costa Hermida en un nivel medio. Pero su intervención en un alijo de estas características, moviendo toneladas en el entorno de la costa africana, parece un síntoma claro de sus intenciones de medrar. Contactos no le fal­tan, por su padre y por el talento en vena que lleva en su ADN.