Peter Pan y Wendy contra Alien en el país de Nunca Jamás

Paulino Vilasoa Boo
PAULINO VILASOA REDACCIÓN

FUGAS

Wendy (Sydney Chandler), en una escena de «Alien: Planeta Tierra»
Wendy (Sydney Chandler), en una escena de «Alien: Planeta Tierra» FX

Noah Hawley revitaliza la franquicia de los xenomorfos incorporando el mundo de las novelas infantiles de J. M. Barrie a la ciencia ficción cósmica

05 sep 2025 . Actualizado a las 14:00 h.

Boy Kavalier (Samuel Blenkin), el magnate fundador de la corporación Prodigy, resume en una frase el motor creativo de Alien: Planeta Tierra (Disney Plus+): «Lo que hace que los prodigios sean genios es que son niños, porque tienen acceso a un mundo de infinita imaginación».

Es ahí, en la naíf y desprejuiciada conducta de sus protagonistas, donde Noah Hawley, el más iconoclasta creador de la televisión actual (como demostró en Fargo o Legión), encuentra el filón con el que renovar la franquicia de los xenomorfos iniciada por Ridley Scott.

En el empresario Boy Kavalier dibuja a un corporativista Peter Pan, tan manipulador y egoísta como el personaje de J. M. Barrie, que busca desde su tecnológica isla de Nunca Jamás la inmortalidad a través de la eterna juventud.

Lo hace instrumentalizando a niños; a aquellos con futuros cercenados por enfermedades terminales. Tras separarlos de sus familias, transfiere sus conciencias a cuerpos artificiales de apariencia adulta y les da nuevas identidades, nombradas como los personajes del cuento infantil.

Serán esos Niños Perdidos quienes, con su ingenuidad, curiosidad y temores pueriles, se encontrarán con las criaturas más peligrosas y terroríficas de la galaxia, recién llegadas por accidente a la Tierra. Ellos son los que, con sus rabietas, celos, inseguridades, traumas y necesidad de encajar, complicarán los planes y las relaciones. Wendy (magnífica Sydney Chandler) se erige como líder y alma del grupo. Una suerte de Amélie Poulain en esteroides que lucha de tú a tú contra unos aliens que, al mismo tiempo, le fascinan en su desbordante curiosidad.

Hawley presenta una serie que, con sus viscerales referencias a la cultura pop más mundana —Ice Age 3 se erige en el kitsch faro moral de la protagonista— será indigesta para los más ortodoxos fanáticos de la franquicia. Pero, sacando su vena más infantiloide y con unos personajes entrañables, logra revitalizar la saga para nuevos públicos y fans sin prejuicios.