La La Love You: «Nunca nos ponemos serios cuando hacemos música»

FUGAS

El grupo madrileño es fiel exponente de esa nueva generación de bandas que recuperan las guitarras y una cierta actitud punk. El 5 de septiembre actúan en el Recorda Fest, en A Coruña

15 ago 2025 . Actualizado a las 13:30 h.

Descaro en la actitud, frescura y guitarras en la música y devaneos emocionales en las letras se han revelado la combinación perfecta. La que ha llevado a los madrileños La La Love You al cénit de esa nueva generación de bandas que ha devuelto la instrumentación orgánica a los escenarios y a arrasar en streaming con una fusión del espíritu del pop, del rock, del indie y del punk. Su canción El fin del mundo cuenta con 209 millones de reproducciones en Spotify, una de las cifras más altas de un grupo español de este siglo. El viernes 5 de septiembre actúan en A Coruña en el marco del Recorda Fest. Para su cantante y guitarra, David Merino, el cambio trascendental que ha sufrido la banda desde su creación en el 2007 ha sido profesionalizarse. «Te enfocas de una manera distinta, conlleva más presiones y una mayor inversión de tiempo. De repente, te conviertes en una empresa. El grupo ya no es un juguete, sino que es tu trabajo», comenta.

—Y esa profesionalización, ¿ha cambiado algo vuestra manera de hacer música?

—Yo creo que en el proceso más importante y esencial, que es el de construir las canciones, no ha cambiado nada. Sí que nos exige ser mucho más profesionales en la puesta en escena, en el sonido o en hacer un show en directo que esté a la altura. Ahí sí que ha habido un antes y un después.

—Casi siempre se os encaja en la escena indie, pero vosotros siempre recordáis que quienes os gustaban eran los Ramones.

—Antes renegábamos mucho de la etiqueta de indies, pero ya nos hemos resignado. Para nosotros el indie era sinónimo del underground, pero ahora se ha diluido y es una etiqueta cada vez menos útil. Efectivamente, de donde nosotros venimos es de lo ramoniano. Del punk rock y del hardcore. Es lo que más escuchamos y sobre todo a los conciertos a los que más vamos.

—Aunque a nivel de escuchas sigue reinando el reguetón, sí que se ve que en los premios y en los festivales tienen cada vez más presencia grupos como vosotros, Carolina Durante, Biznaga, Alcalá Norte... Da la sensación de que hay una generación que ha vuelto a poner las guitarras y una cierta actitud punk sobre el escenario.

—Sin duda, y para nosotros eso es una noticia maravillosa. Durante un tiempo las bandas de rock y las guitarras dejaron de ser cool. Todos los que querían molar renegaban de las guitarras. Pero todo en la vida son ciclos. Y lo comprobamos no solo en nuestros conciertos, sino cuando vamos a ver a Carolina Durante o a Alcalá Norte, que el público que está allí no son viejos roqueros, sino que hay gente muy joven reivindicando el rock y esa actitud.

—Otra característica de esa nueva hornada de bandas es que en las letras abordáis temas como la salud mental o las crisis emocionales y sentimentales, pero vuestra música es rabiosamente festiva.

—En nuestro caso, no lo podemos evitar. Evidentemente, escribimos de cosas que no siempre son bonitas, pero luego, para nosotros, el proceso de hacer la música es siempre un proceso lúdico y vamos al local de ensayo o al estudio con actitud de divertirnos. Con lo cual es difícil que de ahí no nos salgan canciones con esa vibra alegre, aunque en su origen, lo que traías de casa no lo fuera. Siempre acaban impregnándose de esa alegría que surge de estar cuatro colegas en un local haciendo música.

—«El fin del mundo» tiene 209 millones de escuchas en Spotify. ¿Se gana mucho con eso?

—Se gana poco, teniendo en cuenta el volumen bestial que es. Pero en esta industria hay muchos actores y todos tienen que llevarse su parte. Se gana menos de lo que podría uno pensar o de lo que podría parecer más justo, pero al final si son tantas sí que empiezan a sumar cantidades ya reseñables, vaya.

—Siempre decís que uno de los puntos de inflexión de La La Love You fue que Amaia hablara de vosotros en «La Revuelta». Ahora que tenéis éxito, ¿a quién te gustaría echarle una mano si tuvieses una oportunidad como la que tuvo ella?

—Espera que piense que he estado escuchando (se queda en silencio). Escucho mucha música nacional, pero casi todos los que escucho no necesitan mucha reivindicación. Pero mira, por ejemplo, Anabel Lee, que son colegas. Estos días que he estado de vacaciones los he puesto un montón.

—¿Cuál es la última camiseta que te has comprado?

—Soy muy de camisetas. A ver, ¿cuál fue mi último concierto?... Ah, de Touché Amoré, unos posthardcoretas americanos que los vi en concierto y me pillé la camiseta.

—¿Qué te pone a ti la cabeza «a 220»?

—La música, sin duda. Yo me siento muy afortunado de haberla convertido en mi profesión, porque antes de serlo ya era mi pasión desde niño.

—En vuestras letras habláis de asuntos emocionales, sentimentales..., pero no abordáis la cuestión social. ¿Es una postura premeditada o es porque no os sale?

—La música para nosotros siempre ha tenido un punto lúdico, de fiesta y desconexión. Cuando las cosas se ponen serias, las dejamos para otro rincón de nuestra vida. No es que no tengamos nuestra visión política de la sociedad, pero la separamos de la música. No nos sale natural mezclarlas. Abordar determinados temas implica ponerte muy serio y nosotros nunca nos ponemos serios cuando hacemos música.