Sen Senra: «La felicidad es irte a casa de tus padres y comer con ellos»

FUGAS

cedida

El artista gallego más influyente de su generación se ha vaciado como nunca en «El retorno», un alegato emocional sobre sus raíces, con el que cierra la trilogía «PO2054AZ»

20 jun 2025 . Actualizado a las 10:17 h.

Ha retornado Sen Senra a Galicia y no solo en el sentido figurado. Tras los dos primeros volúmenes de su trilogía PO2054AZ —título tomado de la matrícula del viejo Peugeot 205 de su padre—, el artista de Forcarei culmina su magna obra con el disco más ambicioso y el más complejo que ha entregado hasta el momento. Una joya del pop contemporáneo. Reflexivo y al tiempo disfrutón. Un viaje a sus raíces no exento de morriña y, al tiempo, toda una declaración de poderío musical y personal. Un Sen Senra más maduro que nunca, quizá porque ha recuperado al niño que fue. También ha recuperado la guitarra. Y esas evocadoras atmósferas adornadas de pop que él sabe crear como nadie.

—Aprovechando el título de la primera canción del disco, ¿«estás de volta»?

Estou de volta, si. En todos los sentidos. Tras unos cuantos años en Madrid, he vuelto y ahora vivo cerca de Pontevedra.

—¿Por qué tomaste esa decisión?

—Por pura conexión espiritual y emocional. Por oxígeno. Y porque considero que ya tengo las cosas en el punto que quiero como para poder tener mi casa en Galicia, sintiéndome en paz y en armonía.

—¿Todo eso te lo ha dado esta trilogía?

—Esta trilogía ha sido un viaje geográfico y emocional brutal. Y también el reflejo de la historia de mi familia y de la Galicia emigrante.

—¿Es tu disco más adulto?

—Este disco me ha acompañado mucho, vital y emocionalmente. He subido una montaña muy alta y ahora me siento como quien llega arriba y ve todo con más perspectiva y más claridad. Veo lo que va conmigo y lo que no. Y, al final, creo que eso se traduce en el reflejo de mi madurez, tanto a nivel personal como de artista.

—Hay varios síntomas de que te vas haciendo mayor. En este disco hay muchas alusiones a cuando eras niño.

—Porque cada vez me reconozco más en el Christian de hace años. Y me siento tranquilo porque fui honesto con mi viaje y he intentado poner siempre el foco en lo bueno y mantener esa mirada pura. Yo creo que por eso me salen esas referencias.

—La guitarra tiene mucha presencia en estas canciones.

—Sí, este disco supone mi gran reconciliación con la guitarra. Yo arranqué en la música así y siento que en este cierre de la trilogía volví a conectar con ella a otro nivel.

—Aunque no es un disco triste, sí que hay cierto tormento generacional. Pero a la vez hay alusiones poderosas, como cuando dices: «A mí no me tumba nadie».

—Algunas frases son como reflexiones internas, respuestas que me doy a mí mismo. Que yo creo que por ahí también puede conectar mucha gente porque al final muchos nos hacemos las mismas preguntas. Lo de «a mí no me tumba nadie» es un poco lo de agarrarse a uno mismo, cuidarte y tirar para adelante como sea.

—¿Ese «Padiante», con el que titulas otra de las canciones de este disco?

—Justo. Esa canción nace de un consejo de mi bisabuela Concha. Yo hablaba mucho con ella y se me quedó grabada esa frase. De hecho, la incluí en una canción del volumen 1: «Hai que meter a cabeza para levar a vida padiante. Non hai que acojonarse. Padiante». Me acompaña mucho ese mensaje. Padiante es un homenaje a ella y, al tiempo, una filosofía de vida total.

—Supongo que la vida te está enseñando, como dices en «La belleza», que no es una línea recta.

—Efectivamente, hay que abrazarlo todo y al final entender que para que haya grandes momentos tiene que haber también bajones. Las cosas se transforman y se terminan. Y en La belleza me apetecía poner eso en el mapa también. Manifestar la belleza que hay en ciertos finales. Antes de que algo se termine se juntan muchas emociones y hay como un chispazo de belleza casi preciosista que es muy bonito y que también es un reflejo de lo que es la vida.

—Hablas de estar arriba y abajo. Lo defines en «Hasta el fondo» cuando dices: «¿Cómo puede ser que anoche me sintiese un rey y hoy un cigarro pisado en el suelo?».

—Efectivamente. Yo creo que todo el mundo ha tenido alguna vez un cambio radical de humor de un día para otro. Pasas de un extremo a otro porque la vida también es así. Lo que pasa es que uno suele tener tendencia a contar lo bueno y cuando está jodido se calla. Pero exponerlo es como decir «estamos todos juntos, nos pasa a todos». Al final, es ley de vida, así que vuelvo a lo mismo, a agarrarse y padiante.

—¿La música ejerce sobre ti un poder terapéutico?

—Totalmente. Desde siempre. Desde pequeñito fue donde encontré mi recoveco de felicidad. Crear, darle vueltas a una cosa que considero que tiene sentido, me mantiene disfrutando.

—De todo el proceso de creación: la composición, la grabación, la producción, la puesta en escena... ¿Cuál es tu momento favorito?

—La composición es de lo que más disfruto. Lo que es de puertas para adentro. También es el que más me rompe la cabeza, pero así soy.

—Ya que hablas de puertas. Dices en «Hasta el fondo» que ya te van quedando pocas por abrir. ¿Cuáles son?

—Ahora mismo estoy vaciado por completo. Me vacié y me entregué totalmente en esta trilogía. Mi celebración va a ser descansar. Para lo de crear nueva música, me tomaré un tiempo. Usaré los pocos conciertos que tengo a modo de reencuentro con la gente y de celebración. Pero, de momento, lo que necesito es vivir, respirar un poco y más adelante ya veremos por dónde me empieza a picar el gusanillo. Pero ahora mismo, no tengo ninguna prisa.

—¿No tienes ninguna idea de por dónde vas a tirar después de esta trilogía?

—No tengo absolutamente ninguna idea, te lo prometo.

—En el 2021 nos decías: «No necesito sacar las garras ni pelearme con nadie». Tal y como está ahora mismo la industria musical, ¿mantienes ese postulado?

—Es que a mí es así como me gusta funcionar. Ese es el mensaje que quiero dar. Yo soy feliz si lo que hago sirve para cultivar un poquito a la gente, que se sienta acompañada y que se inspire para hacer cosas. No me gustan nada estos tiempo de inmediatez, de no prestar atención a las cosas de verdad.

—Hablas en un momento del disco de ideas locas. ¿Cuál ha sido la idea más loca que has tenido en tu vida?

—Apostarlo todo a esto. Coger el coche cuando tenía 18 años y ponerme a tocar por salas de España, aunque no me viniese a ver ni Dios.

—¿Y ese es el Christian al que dices que ahora te recuerdas a veces?

—En parte, sí. Incluso al de un poquito antes. Mira, por ejemplo, cuando estaba cerrando esta trilogía volví a oír los discos que escuchaba en aquel momento: más psicodelia, más garage... Volví a Sonic Youth, Jacuzzi Boys, The Ohsees..., discos que ahora vuelvo a escuchar y me encantan aún más. También me recuerda mucho a aquella época mi forma de relacionarme ahora con la música, de encerrarme en una habitación y estar a solas. O la inocencia y la libertad absoluta desde la que siempre trabajé y que ahora aún va a más, porque en estos discos me desprendí de todo y dejé ahí mi yo más verdadero.

—También dices en unas de las canciones que las reglas son para romperlas. ¿Cuáles te has cargado?

—Muchas. En todos los sentidos. A nivel musical, por ejemplo, creo que hay que tomar el riesgo de que la música no sea tan cortoplacista. Hay que experimentar, explorar y sentirse libre, siempre desde la pureza de uno mismo.

—A ver si ahora te vas a volver un antisistema musical.

—No, no [se ríe]. Yo entiendo el sistema perfectamente, pero me resisto a compartir ese miedo que hay a salirse de sus patrones y estructuras. Sobre todo en las generaciones más jóvenes. No me gusta ver que se sientan tan atados.

—Dices que lo que te queda por vivir lo harás por ti y no por la gloria.

—He conocido tanto, he estado en tantos sitios y me he enfrentado a tantas cosas que supuestamente son la gloria —que ya te digo yo que no lo son— que ya no persigo eso. No dejo de ser ambicioso en mi carrera, pero eso no va de la mano con la obsesión a una gloria que no es verdad.

—¿Hay mucho fariseísmo en el entorno de esa supuesta gloria?

—Hay mucha fantasía falsa. La gente cree que la gloria es el culmen, lo máximo, lo que te va a hacer sentir lleno y lo que te va a atar a la felicidad. Y ya te digo yo que no. La felicidad está en, de repente, irte a ver a tus padres y comer con ellos o en sacar a las perras a pasear.

—¿A qué te refieres cuando hablas de «se nos rouban toda a auga do río…»?

—Esa canción es un mensaje de resistencia en general, de ser conscientes de lo que tenemos. Galicia es un tesoro. En ese tema hay mucha morriña y una emoción real que nació dentro de mí. Es una suerte que haya conectado con tanta gente.

—¿Cómo te tomaste las críticas a tu gallego?

—Pues con risas. Al final yo hablo el gallego de mi gente, el de mi abuela. Para mí no hay más gallego que ese.