Herminia Iglesias, una chica moderna de 103 años en Valdoviño: «O segredo foi gañar o meu propio soldo»

Patricia Hermida Torrente
Patricia Hermida VALDOVIÑO / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Herminia Iglesias, junto a las hortensias del jardín de su casa de Pantín (Valdoviño).
Herminia Iglesias, junto a las hortensias del jardín de su casa de Pantín (Valdoviño). JOSE PARDO

Muy trabajadora durante toda su vida, y también cafetera, esta vecina de Pantín es un gran ejemplo de vitalidad

22 jun 2024 . Actualizado a las 20:12 h.

Entre las pletóricas hortensias de su casa de Pantín (Valdoviño), avanza Herminia Iglesias imparable a sus 103 años. Esta chica centenaria, tan moderna y trabajadora como cafetera, cuenta el secreto de su longevidad: «O segredo foi traballar moitísimo e gañar o meu propio soldo, sempre lle dixen á miña filla que non dependese do salario dun home». Junto a ella ríe su hija Ángeles Bellón, «teño a gran sorte de poder desfrutar dela, que con 103 anos está moi ben de cabeza, moi áxil e contenta». Porque Herminia aún lava los cacharros, le encanta charlar, permanece activa desde las 07.00 de la mañana. Y sobre todo disfruta de su gran pasión: «Ai o café! Sempre tomei café para poder traballar. Como me gusta e sobre todo en vaso de cristal!».

Para iniciar esta historia de la mano de Herminia hay que remontarse al 17 de mayo de 1921. Nació en una familia de 14 hermanos, de los que diez saldrían adelante. Su lema fue «traballar duro, non depender de ninguén e non darlle importancia ás cousas». Aunque siempre vivió en Valdoviño, en los años 50 marchó con su marido Juan Bellón para Ferrol donde fue empleada doméstica y también limpió en el cuartel Sánchez Aguilera. Su primer hijo murió al nacer, «era grande e bonito». Después tuvo a Ángeles en 1954, que recibió este consejo de su madre: «Estuda unha carreira, non dependas dun home». Su hija se licenció en Filología Hispánica en Santiago, y fue profesora toda su vida. Cumplía así el sueño de Herminia, «que non sabe ler nin escribir, pero que se movía perfectamente cos números ata que chegou o euro», dice su hija.

«Estuda para non ser escrava»

Cuando llevaba a Ángeles al instituto Sofía Casanova, le recordaba que «tiña que estudar para non ser unha escrava». Pero a esta vitalista mujer también le encantaban la ropa y el color, «sempre me gustou o moderno aínda que agora moderno non hai nada». Y admite que «se aínda tivese forzas traballaría pero van os anos enriba, o máis importante foi ter os meus propios cartos e ser independente».

Ella fue la primera en ir a trabajar a Ferrol, iba caminando desde Pantín, después le siguió su marido. Otros hermanos fueron a Suiza, Herminia se quedó con las ganas. Aún hoy se extraña de «ser a máis vella de Pantín, pero iso é certo?». Y cuando le preguntan por el secreto de llegar a 103 años, ella insiste en «traballar moito, en casas pola mañá e pola tarde, moito me gustaba traballar ata xa non tiña fame». En la posguerra, se vivía mejor en el campo con cultivos y animales que en la miseria de la ciudad. Y Herminia escuchaba comentarios de «para que se queren as mulleres, pero amosamos todo o contrario... que podemos conseguir todo co noso traballo, sen depender de ninguén».

Por ejemplo y como recuerda Ángeles, «cando eu tiña oito anos ela comprou co seu propio soldo un salón de 18.000 pesetas, que pagou a prazos». Mujer simpática y optimista, esta valdoviñesa celebra «o gusto que daba comprarme cousas cos meus cartos».

Su marido murió en 1998, ella hasta avanzados los 90 años tuvo «o corpo duro como o dunha moza, de tanta actividade». Presume de buena salud, salvo problemas de piel o de vesícula. Desayuna café con leche, pan con mantequilla o mermelada: «O café en vaso de cristal é o que me fai andar». No le gusta la tele, duerme mucho, otra tradición familiar es el mitiquísimo vino dulce Sansón (que muchos de nuestros abuelos y bisabuelos pronunciaban como Vino Sanso). Su hija ve su compañía «como unha grandísima sorte». La propia centenaria alza las manos y da «grazas a Deus». Y cada noche Herminia vuelve a soñar con todos sus familiares, con sus padres y hermanos: «É a maneira de mantelos vivos».