Sergio Puga Amoedo, coordinador del programa En Familia: «Los centros de menores de Galicia están repletos de niños de más de 7 años a los que nadie quiere acoger o adoptar»
YES
Lleva años luchando para que los críos que no pueden estar con sus familias biológicas sean bienvenidos en otras casas. Y confía en que «más pronto que tarde» las familias de acogida sean la primera opción de esos niños en caso de adopción en Galicia
17 dic 2025 . Actualizado a las 10:46 h.«Yo soy padre, y si voy a recoger a mis hijos al instituto me dan con la carpeta en la cabeza, pero para estos niños es un mensaje muy poderoso. “Estoy aquí para ti y te lo demuestro cada día”». Así explica Sergio Puga Amoedo cuánto de importante es demostrarles con gestos cotidianos a los niños de acogida el compromiso adquirido. Lleva cinco años coordinando el programa En Familia, que depende de una agrupación de entidades con un interés común que es el fomento del acogimiento familiar, sobre todo de niños, que a priori no son los elegidos por las familias. «Nosotros tenemos un convenio de colaboración con la Xunta, la Administración es la que tiene competencias en la protección de la infancia, y quien da el visto bueno para que un niño pueda ir con una familia, nosotros somos posibilitadores, proponemos situaciones».
—¿En qué se diferencia este programa de acogimiento de la adopción?
—Ambas son medidas de protección. Creo que a la sociedad le hemos explicado mal la adopción, porque se ha entendido como una forma de hacerse papá y mamá, y también lo es, pero en primer lugar es una medida que protege al niño, que ha tenido la mala suerte de estar en una situación de vulnerabilidad, por maltrato, abuso o negligencia grave. En la adopción, la tutela pasa a manos de los padres adoptivos, y en el acogimiento, la mantiene la Administración, y esta delega la guarda y el cuidado de estos niños, que mejor que en cualquier centro están en una familia.
—¿Es difícil para un niño entender que a veces esa familia no es para siempre?
—Hay que explicárselo, pero es complicado, porque al final los niños no tienen las capacidades de una persona adulta para hacer una reflexión. Ellos necesitan la confianza de personas adultas que no han tenido hasta ese momento. Porque es muy incoherente para la cabecita de cualquier chaval que quien tenía que cuidarte, quererte, ponerte límites y normas, debido a situaciones de adicciones, violencia de género... personas que no han tenido a su vez referentes válidos, no han tenido las habilidades y capacidades necesarias para un oficio tan complicado como la crianza.
—¿Qué duración tiene el acogimiento y qué determina su finalización?
—Que haya medidas alternativas, fiables y definitivas para los chavales. Hay varios tipos de acogimiento. De urgencia, el caso más claro es el de los bebés de renuncia. Puede ser temporal, cuando hay un trabajo en paralelo con la familia de origen para una reintegración, o bien para que después pueda haber una medida más definitiva como es la adopción. Este tiempo tiene que estar bien medido porque es difícil, cuando un niño pasa más de seis meses o un año con una familia, volver a hacer un cambio. Y por último, el permanente, en el que se descarta la reintegración familiar y no se ve posible una situación más definitiva como la adopción.
—¿Por qué?
—Porque muchas veces por las circunstancias de los propios chavales se prevé que no va a haber una familia para su adopción. Cuando los niños cumplen más de 7 u 8 años pertenecen a un grupo de hermanos, y/o tienen algún tipo de discapacidad, y/o son gitanos, y/o vienen, por ejemplo, de algunos países de África, o perdón por decirlo de esta forma, rebotados de una adopción o de un acogimiento que no ha funcionado... Y esto no siempre tiene que ver con responsabilidades de los niños, que por supuesto las tienen, en pequeñas dosis, también con deficiencias técnicas, con capacidades de las familias acogedoras o adoptivas, y hay ceses de niños. En adopción se presta mucho menos apoyo técnico que en el acogimiento, y hay niños que vuelven al sistema de protección.
—¿Qué significa para ellos entrar en una familia de acogida?
—Es un salto importante. Muchos tienen la deseabilidad, pero a las familias potencialmente acogedoras les explicamos que es normal que no lo tengan todo claro, que les dé cierto miedo, que tengan muchas dudas porque no los conocen.
—¿Qué perfiles de niños atendéis?
—Aquellos que tienen una mayor dificultad para entrar en una familia. En Galicia, también en otras comunidades, hay una incoherencia brutal: hay cientos de familias que quieren adoptar, pero a un niño pequeño. Los centros de menores de Galicia están repletos de niños y niñas que necesitan una familia con una medida de protección, sea acogimiento o adopción. Y esos niños responden mucho más a un perfil de mayores de 7-8 años, también hay pequeños, pero sobre todo preadolescentes y adolescentes. No estamos siendo capaces de encajar esa incoherencia, entre lo que mayoritariamente parecen desear las familias y las necesidades de los niños que están en el sistema.
—¿Qué observáis durante el proceso?
—Hay varias fases: al principio es como una luna de miel, todos los niños hacen un esfuerzo enorme por agradar, por ser perfectos. Después, empiezan a sentirse tranquilos y seguros, pero también empiezan a mostrar inseguridades, porque no olvidemos, han vivido situaciones críticas, pero las familias deben mantener la calma, tener paciencia y claridad en establecer una situación de seguridad que tiene que ver con límites y normas. Y una última fase, en la que los niños son capaces de sentir ese afecto de las familias. Empieza una fase de calma, de sentir a los adultos como confiables, y permitirse ser niños y niñas, que es la parte más bonita y complicada. Cuando se da una situación tan triste como la que estamos describiendo, quienes son retirados de su casa, de su colegio, de su barrio, de su grupo de amigos son los niños, no los padres que se supone que son «los culpables», y no quiero llamarlos así porque entiendo la situación. Cuando estos niños se van a un centro de menores, aunque no lo digan, en la gran mayoría de los casos hay sentimientos de culpa y de vergüenza, que hay que reparar.
—¿Qué deben hacer las familias?
—Dedicar cuidados y proteger con mucha calma porque a veces es incoherente. Si un niño se enfada, tendemos a enfadarnos, y justo necesita lo contrario, tu calma. Si un niño se aísla, para que lo dejemos, lo que necesita es cercanía. Esa mirada comprensiva por parte de las personas adultas es lo primero que necesitamos y, después, dedicación.
—¿Hay alguna clave para que el proceso funcione?
—Hacer una buena valoración comprensiva al inicio del proceso, antes incluso de que se conozcan familia-niño, de por un lado las necesidades del niño, y por otro, en paralelo, de las habilidades y capacidades para dar respuesta a ellas. Si eso está bien hecho, el porcentaje de éxito es muchísimo mayor. Claro que se dan ceses. Y muchísimo acompañamiento técnico de personas que ya han vivido con niños como educadores en centros, y que tengan esa mirada educada.
—¿Qué acompañamiento reciben las familias?
—Psicosocial. Es fundamental estar muy en contacto con la familia, no tanto para situaciones de crisis, que puede suceder también, sino para escuchar sus preocupaciones, ir entendiendo a cada chaval... Estos niños siguen queriendo a sus familias de origen, y aunque no puedan vivir con ellos, lo más habitual es que mantengan contacto.
—¿Cómo se maneja ese vínculo? Porque es un equilibrio complicado.
—Sí. Es complicado entender que puedes tener dos familias a la vez, como dice la canción, y no estar loco. Es doloroso, porque tienes una familia que te quiere y que te apoya, y otra que no lo ha podido hacer bien, pero nadie la juzga. Vamos a facilitar ese contacto, pero, dentro de una estructura. Es muy habitual que las familias de origen cometan errores... Si a un niño le estamos diciendo: «Pronto te vas a venir conmigo, ya voy a tener una casa», o les damos cosas materiales para llenar los huecos que tienen los niños, que no son sus necesidades, sino sus deseos, se les puede hacer daño. Es necesario coordinar los mensajes que se les dan.
—¿La familia acogedora puede adoptar?
—En Galicia, cuando una familia firma un acuerdo con la Administración para el acogimiento renuncia a la adopción. En otras comunidades, la primera opción para una adopción es la familia acogedora. En Galicia todavía no. Muchas entidades que nos dedicamos a esto defendemos esta idea para que no haya saltos afectivos para estos niños, pero todavía no se ha reflejado en la legislación y hay una discusión técnica importante.
—¿Llegará?
—Creo que ya hay el conocimiento suficiente, está reconocido por las personas y entidades que más tiempo llevan trabajando y con mayor reconocimiento dentro y fuera de España. Los niños no pueden, no deben... necesitan una estabilidad emocional para poder sanar, para poder curar sus heridas y su trauma. No podemos seguir pensando que es un derecho de las familias que llevan en un listado equis tiempo. La prioridad tiene que ser el punto de vista del niño. Cuando llegue este cambio, que creemos que va a llegar más pronto que tarde, será un beneficio muy grande, un salto de calidad enorme.