
Pocas actrices pueden presumir de seguir rodando a su edad y de haber construido una carrera tan sólida. La madrileña acaba de celebrar ocho décadas pero detrás ha habido también mucho sufrimiento: decepciones amorosas, una violación, fraude...
21 sep 2025 . Actualizado a las 13:19 h.«Yo quiero ser una chica Almodóvar, como la Maura, como Victoria Abril. Un poco lista, un poquitín boba. Ir con Madonna en una limousine», cantaba Sabina en los noventa, cuando Carmen Maura (Madrid, 1945) ya había dejado de ser una chica Almodóvar, pero seguía siendo el mejor ejemplo del mejor cine del director manchego. De boba no tiene ni un pelo. Y es que Carmen, que cumplió 80 años la semana pasada, es mucha Carmen. Ha sido Pepi, Gloria, Tina, Carmela, Pepa, Ana, Julia, monja y bruja. Cuenta que el cine y el teatro le han salvado la vida en más de una ocasión, y ella se lo ha devuelto con creces al público durante cinco décadas de carrera. Estrena sus ochenta con nueva película, Calle Málaga (Maryam Touzani, 2025), que se llevó el premio del público en el último Festival de Venecia, y en la que se desnuda por primera vez. Porque a estas alturas, contaba en las entrevistas tanto en Venecia como en Toronto, le da igual. Con la carrera que atesora en la mochila, no está Carmen para preocuparse por desnudos o polémicas. Cuatro goyas, un césar francés, premios del cine europeo, palmas, copas y conchas en Cannes, Venecia y San Sebastián, y sobre todo, la solidez de quien empezó como aficionada, en cafés teatro y escenarios de todo tipo, con cortos y programas de televisión, para convertirse en uno de los rostros imprescindibles del cine en España.
DOLOR Y GLORIA
Carmen, que se había casado muy joven con un abogado con el que tuvo dos hijos, tenía una galería de arte, pero solo quería actuar. Cuando decidió probar con una compañía aficionada, recuerda que su marido le dijo de todo. En el documental Ay, Carmen, afirmaba que si hubiera visto cómo iban a ser los doce años siguientes, tal vez no hubiera sido actriz. Porque mientras actuaba, su matrimonio se rompió y su exmarido consiguió la tutela de los niños. Alejada de sus hijos, en medio de una durísima batalla legal, se agarró al trabajo como una tabla de salvación para no volverse loca, decía. Fernando Colomo, que la dirigió en Tigres de papel (1977), su primera película importante, cuenta que aquello provocó en Maura una herida que la hizo también más madura, y le permitió afrontar papeles diferentes. La actriz decía que todo lo que le estaba pasando en lo personal era tan raro y tan duro que nada de lo que le ocurría en lo laboral le parecía excesivo ni extraño. Tras su divorcio, fue violada por un militar que la abordó en su casa asegurando que era un fan. Denunció, fue a juicio, y cuenta que peor que la violación fue el trato que recibió después. Ni mi hija ni mi nieta, dice, se pueden imaginar lo que era ser mujer en aquella época.

Ella, que no participaba en la Movida madrileña, se había convertido en su musa gracias a las primeras películas con un icono de aquellos años: Pedro Almodóvar, que con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón inició con ella una relación en la que, reconoce el director manchego, fue ella quien lo descubrió y apostó por él. Rodaron juntos seis películas más en los años ochenta en las que se entendían con apenas unas indicaciones. Para Almodóvar fue monja (Entre tinieblas), limpiadora (Qué he hecho yo para merecer esto), psiquiatra (Matador) y actriz transexual (La ley del deseo). Años atrás, una actriz le había dicho que tenía un cuerpo pobre y que esto era genial porque podía interpretar cualquier papel. Todos los que han trabajado con ella destacan esa versatilidad, que no es fruto sino del trabajo. Un trabajo muy alejado del método o de la inmersión en el personaje, porque está basado en la naturalidad. Álex de la Iglesia, que la dirigió en La comunidad (por la que se llevó su tercer goya como protagonista), explica que la clave es que se aprende todo el guion de tal manera que, cuando empieza a rodar no tiene ni que pensar. Y con ello consigue una naturalidad que no tiene nada de espontánea, pero que resulta tremendamente creíble. Incluso en su papel más difícil... que fue convertirse en presentadora de televisión.
«NENA, TÚ VALES MUCHO»
Solo duró un año porque Carmen se negó a continuar, pero el programa Esta noche, dirigido por Fernando García Tola, la convirtió en uno de los personajes más conocidos en España. Buscaban una actriz no muy conocida, y él le pidió que actuara como alguien a quien no le interesa nada la televisión, pero no tenía otro trabajo. Lo clavó, instauró la coletilla «Nena, tú vales mucho», e hizo creer a todos los espectadores que aquella chica natural, algo ingenua, un poquitín boba, que diría Sabina, era ella. Durante aquel año, cuenta, nadie le ofrecía papeles interesantes, hasta que Almodóvar ideó Qué he hecho yo... y se lanzó otra vez de cabeza. Se había convertido ya en un rostro tremendamente popular, cotidiano, con aquella naturalidad que no era más que un personaje.
Fernando Trueba, José Luis Borau, Miguel Picazo. Con todos ellos filmó en la década de los ochenta, que culminó con uno de sus mejores papeles: el de Pepa en Mujeres al borde de un ataque de nervios, el primer gran éxito internacional de Almodóvar, su primer goya como mejor actriz... y el rodaje por el que pensó en dejar de ser actriz. Pedro le decía cosas horribles delante de todo el equipo, la tensión y la incomunicación eran totales. Aquella conexión se había roto y el divorcio se convirtió en una de las leyendas del cine español. Tardaron 18 años en rodar juntos de nuevo, en Volver, pero aquella capacidad de entenderse había regresado. Volver fue un éxito, y ella ganó un Goya a mejor secundaria. ¿Pero habrá más películas juntos en el futuro? Ninguna de las partes parece interesada.

VEINTE AÑOS DE DEUDA
«Me hubiera gustado tener más ojo para la selección de los hombres, que eso no lo he hecho nada bien. Uno me quitó a mis niños y otro me quitó todo mi dinero», dice Maura. Y es que tras trece años de matrimonio, descubrió que su segundo marido acumulaba una deuda millonaria y había hipotecado todas las propiedades de la actriz, a la que no se le caen los anillos para reconocer que se pasó dos décadas pagando deudas. No había, en realidad, mejor aval que una carrera en la que seguía brillando como nunca. Como en ¡Ay, Carmela!, una de las mejores películas de Saura y uno de sus mejores papeles en una década, la de los noventa, marcada por dramas como Sombras en una batalla (Mario Camus), antes de estrenar el siglo XXI explotando de nuevo su habilidad con la comedia más salvaje en La comunidad. Con la De la Iglesia repetiría años después en las más irregulares 800 balas y Las brujas de Zugarramurdi. Repetirán, por cierto, el año que viene.
Desde los noventa, además, no ha dejado de trabajar en Latinoamérica y Francia, donde se ha convertido en una secundaria habitual y reputada. Uno de sus mayores éxitos fue Las chicas de la sexta planta (Philippe Le Guay, 2011), por el que ganó el César a la mejor actriz secundaria.
En el año 2013 se convirtió en la primera actriz española en recibir el Premio Donostia en San Sebastián. No piensa en la jubilación, explica, porque tienen la suerte de que le ofrezcan papeles de viejecitas interesantes. Mujeres octogenarias que aún sueñan, luchan, o viven historias de amor, como en Calle Málaga. Personajes que siempre nos creemos, porque, en sus propias palabras, ella también se los cree, y los interpreta como cuando era niña y jugaba a las casitas. Así, jugando con la cámara, ha enredado a decenas de directores, compañeros de escena y, sobre todo, a miles de espectadores.