La vida de Ángel cambió para siempre el 5 de octubre del 2021: «Cuando perdí a mi hermana, me propuse cumplir una lista de 510 sueños antes de morir»

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La repentina muerte de Paloma lo cambió todo. Comenzó a escribir una lista de cosas que hacer antes de morir a modo de terapia; sin embargo, meses después decidió dejarlo todo, trabajo incluido, y hacer de ella su propósito de vida

16 ago 2025 . Actualizado a las 19:22 h.

510 es un número que Ángel jamás podrá olvidar. El 5 de octubre del 2021 su vida se frenó en seco. Su hermana Paloma de 23 años, a la que estaba muy unido, porque apenas se llevaban dos años, falleció de manera inesperada. Este trágico suceso le hizo replantearse todo, y se propuso algo que cambiaría su vida para siempre.

 El último fin de semana de septiembre, apenas unos días antes, habían salido juntos de fiesta. Sus grupos de amigos se llevaban muy bien entre ellos y solían coincidir bastante. Paloma era una chica muy sana, se cuidaba mucho y no probaba el alcohol, así que fue ella quien lo llevó de vuelta a casa en coche ese viernes. El sábado cada uno hizo sus planes, y el domingo Ángel se fue con un amigo a Toledo. Cuando regresaba llamó a sus padres para decirles que había pinchado una rueda y que tenía que llamar a la grúa. Su madre le comentó que se habían ido corriendo al hospital con Paloma. Momentos antes, había subido a la habitación para ver cómo estaba, porque no había bajado a cenar, y cuando la vio retorciéndose de dolor en la cama sin poder moverse, su padre inmediatamente la cogió en brazos y se la llevó en coche al centro más cercano. «Los días anteriores había estado bien, igual comentó en casa que le dolía un poco la tripa, pero pueden ser mil cosas. Ya había tenido apendicitis, entonces no esperábamos que fuera nada grave. Yo cambié la rueda, volví a casa y me fui a dormir a casa con mis otros dos hermanos pequeños, Álvaro y Roberto, con el móvil al lado por si me necesitaban», explica Ángel Gómez Merino.

Mientras, en urgencias, sus padres esperaban los resultados de las pruebas. «Nadie se esperaba que fuera algo tan grave, hasta que ya les empezaron a mirar con caras de: ‘Esto puede ser muy serio'. Y justo cuando vino la máxima responsable de urgencias esa noche, mi hermana dijo: ‘No siento las piernas', y se apagó. Le dio un fallo multiorgánico, que nunca vamos a saber con certeza qué lo provocó, pero ya nunca más se volvió a despertar. Esto fue un 28 de septiembre, y hasta el 5 de octubre estuvo en coma. Esa noche, mi madre me llamó y me dijo: ‘Coge a tus hermanos y vente, os tenéis que despedir de tu hermana'. Imagínate el shock de despertar a mis hermanos e irnos corriendo», cuenta Ángel, que recuerda que, durante todos esos días que estuvo en la uci, la sala de espera era un ir y venir de amigos y familiares que querían estar cerca de ellos.

Nunca llegaron a saber al cien por cien qué le paso a Paloma. Explica que cuando alguien entra tan grave como su hermana, los médicos centran todos los esfuerzos en mantenerlo con vida, y no ponen tanto el foco en encontrar la causa que lo ha provocado. «Nunca tendremos la certeza; obviamente, mis padres se han volcado en entender cuál fue la causa, hablaron con mil médicos... La consecuencia fue un fallo multiorgánico. ¿La causa? Hay mil teorías. No tenía ninguna enfermedad, estaba perfecta, era deportista... Nos han dicho los médicos que es uno de los casos más raros que han visto, que es como si de repente en una maquinaria, un tornillo superpequeño que nunca falla, pues fallara y desencadenara algo gordísimo».

La repentina muerte de Paloma transformó por completo la vida de esta familia. Ángel confiesa que los primeros meses estaba totalmente ausente. «No recuerdo muy bien lo que pasaba. Simplemente estábamos en casa, más tensos, más en silencio, tristes... Yo intenté seguir con mi vida normal, al día siguiente ya volví a mi trabajo en un fondo de inversión, salí de fiesta con mis amigos... Continúe mi vida como si no hubiera pasado nada. Y ya meses después exploté y decidí que necesitaba salir de esa burbuja de Madrid, aclarar un poco las ideas, y asimilar lo que había pasado. Pedí el traslado a Barcelona y me mudé». 

CAMBIO DE AIRES

Allí no tenía tantos amigos, salía menos, y pasaba más tiempo solo, justo lo que él quería. Empezó a hacer más deporte, a cuidarse, a comer sano, a leer mucho sobre lo que le había pasado... Y buscando sobre duelo, llegó a una serie de vídeos de personas que ante un evento traumático decidían crear una lista de cosas que hacer antes de morir a modo de terapia. Y esa idea encajó a la perfección en la cabeza de Ángel, que llevaba dándole vueltas esos meses a todas las cosas que su hermana había dejado de poder hacer. «Desde cosas tan superficiales como ver la aurora boreal a otras como ser madre, venir a mi boda, ser la tía guay de mis hijos... O justo acababa de graduarse en Arquitectura, estuvo cuatro o cinco años trabajando todos los días horas y horas de madrugada, que yo la veía, para luego no poder ir a recoger la orla. O ejercer como arquitecta, que hubiera sido brutal».

Esa espinita de todo lo que ella hubiera querido hacer y no pudo le quedó grabada. Sumado a un cambio de mentalidad, empezó a ser más consciente de que no tenía toda la vida por delante para todo lo que quería hacer, «sino que hay una cuenta atrás, que no sabes cuándo ha empezado»; hicieron que comenzara a enumerar para sí mismo, sin ninguna intención de hacerlo realidad, las cosas que le hubiera gustado hacer antes de morir. «A Paloma la tenía presente, no tanto en los puntos en sí, porque no sé lo que ella hubiera querido, pero sí que hay unos que tienen una intención muy directa. Por ejemplo, ser la sombra de un arquitecto durante una semana, para imaginarme cómo hubiera sido su vida profesional. Tengo otros que aunque no sean un reflejo de ella, sí que está presente. Pero más adelante pasé a una fase mucho más de ‘si estoy en este mundo, no solo quiero aprovechar el tiempo de manera egoísta para mí, sino dejar un impacto positivo'. Este sentimiento de hermano mayor, de que tendría que haber vivido menos que mi hermana, lo tenía mucho, y entonces me propuse que por lo menos ese tiempo contara el doble, dejar una huella positiva, convertirme en mejor persona...». Este pensamiento le llevó a incluir puntos como hacer un voluntariado social, ayudar en un refugio de animales, reforestar un área dañada, cumplir el sueño de alguien, dar una sorpresa épica... «Ahí es donde está más presente ella —apunta—, porque es la que me inspiró en no anotar solo puntos para mí, sino en dejar un mundo mejor detrás de mí, y así justificar ese tiempo extra que yo he tenido».

La lista fue creciendo, «sin intención de cumplirla», insiste. Se inspiraba por la calle, en libros, en películas, y sobre todo en internet, donde las listas sobre las cosas que hay hacer antes de morir abundan. Así es como conoció a Ben Nemtin, un canadiense que hace unos años falló una jugada en un partido de fútbol americano en la universidad y entró en depresión. Los amigos desesperados por ver cómo podían ayudarle idearon un plan. Uno de ellos se había comprado una cámara y quería hacer un vídeo o una peli a modo aficionado. Se dio la circunstancia de que al hermano de este chico le habían puesto como tarea una redacción sobre el poema The Buried Life, de 1800, y mientras visitaban a Ben en su casa pensaron: «¿Por qué no aprovechamos y hacemos una lista con cosas que hacer antes de morir, lo grabamos y hacemos una serie?». Esto ayudó a que Ben se animara a salir de casa y volviera a tener una motivación para vivir. 

Llegó a tachar puntos tan imposibles como jugar al baloncesto con Barak Obama, visitar el show de Oprah, tomarse una cerveza con el príncipe Harry, o ser portada de The Rolling Stone... «Y por cada punto que iban tachando de su lista, iba cumpliendo el punto de otra persona. Tenía ese impacto positivo de ayudar a otros», cuenta sobre Ben, que con los años se ha convertido en un referente en temas de motivación y desarrollo personal. Cuando Ángel se cruzó con esta historia, pensó: «Esto no puede ser solo terapia, es posible perseguirlo. Porque él lo ha conseguido hace 30 años. Miré la lista que llevaba meses escribiendo y me dije: ‘¿Por qué no me tomo un tiempo en el trabajo e intento perseguir el máximo número posible, y aprovecho para hacerlo como un homenaje a mi hermana? Porque también estaba buscando la manera de que la gente no la olvidara, y vi que podía servir para que la tuvieran presente y ligada a un mensaje de esperanza o de inspiración para otras personas que hayan perdido a sus seres queridos».

Lo primero que hizo fue reducir la lista que ya tenía más de mil puntos. En una segunda vuelta quedaron «los que de verdad quería hacer», y enseguida se le vino la fecha del 5 de octubre, cuando falleció Paloma, así que lo limitó a los 510 puntos. «Para que se viera que todo era por ella. Si ella no hubiera fallecido, no hubiera empezado esto». Con la lista ya pulida, se dedicó a ahorrar y a formarse. Sabía que era importante estar presente en las redes sociales para conseguir patrocinios, porque tendría que dejar el fondo de inversión. Aprendió de márketing, de márketing digital, de redes sociales, a usar cámaras, a editar... Se ponía a las diez de la noche, cuando llegaba de trabajar, hasta las dos de la madrugada. Así estuvo siete meses. Al mismo tiempo, empezó a darle forma a la lista: por dónde empezar, qué país visitar primero, qué mensajes quería trasladar...

Estuvo varios meses trabajando la idea en silencio. A su familia se lo contó cuando ya era una realidad. Tenía miedo de que intentaran frenarlo. «A lo mejor se lo cuento sin haber profundizado, me quitan la ilusión y no lo ejecuto nunca. Mis padres me apoyaron, pero con la boca pequeña. Al final, tienen miedo, en España siempre estamos con que viene una crisis, y decirles que dejo un puesto tan seguro y bien pagado como en el que estaba, y con tanto futuro, pues casi se vuelven locos».

En el trabajo comunicó que en marzo del año siguiente se iba a coger una excedencia de seis meses, y el 5 de octubre del 2023, dos años después de la muerte de Paloma, lanzó la primera pildorita en las redes: anunció que lo dejaba todo para cumplir una lista de 510 cosas. Ese primer vídeo sumó más de un millón de visitas, que se multiplicaron cuando contó el motivo.

El primer punto que tachó de la lista fue conducir un coche clásico en Madrid rodeado de su familia y de amigos, ya que quería que estuvieran presentes en el arranque de este proyecto. El 28 de febrero del 2024 puso rumbo a Nueva Zelanda, las antípodas de Madrid, «el punto más lejano en el que nunca había estado». Aunque ahorró 20.000 euros para poder llevar a cabo este proyecto, cuando salió por la puerta le quedaban 16.000, ya que el resto lo había destinado a comprar equipos técnicos. «La idea era aguantar hasta diciembre, pero creo que en julio ya me los había ventilado».

De Nueva Zelanda cruzó a Australia, después Indonesia, Vietnam... donde continuó cumpliendo sueños. «No hay ningún orden, es muy caótico. Los sueños están numerados según se me iban ocurriendo y voy tachando según surge la oportunidad. Igual me dices mañana que tienes una finca para ir a recoger miel fresca y es el 312, y lo tacho».

En junio del 2024, los ahorros estaban llegando a su fin. Regresó a casa un par de semanas, y se buscó un espónsor para viajar dos meses por África: Tanzania, Kenia, Ruanda, Uganda y República Democrática del Congo. Tras otros quince días en Madrid, hizo de nuevo las maletas. Y desde entonces no ha parado. Brasil, Perú, la India, Namibia, Madeira, Tenerife, Rabat, Tánger, Mallorca... son algunos de los destinos donde ha disfrutado de experiencias, gracias, entre otras cosas, al respaldo económico que ha ido consiguiendo al entrar en una agencia para creadores de contenido. «También porque cuando estoy en España me busco mucho la vida de freelance. Estaba acostumbrado a trabajar en un fondo de inversión, pero no se me caen los anillos por hacer nada. Trabajo de cámara, de vídeo, o de azafato... Todo lo que sea para conseguir ingresos», explica Ángel, que ante la demanda de seguidores que querían participar en su proyecto, ya ha cumplido algún sueño con personas anónimas. «Obviamente, ahora no estoy en el punto de poder regalarles a cinco personas un viaje a África, ojalá pueda el día de mañana, pero sí que he hablado con la agencia, he metido mano en el itinerario para tachar los puntos que tenía de ese país, y les he dicho a los interesados: ‘Sale a tanto'. Los últimos han sido así, y se ha unido gente totalmente desconocida».

Tantos viajes le comenzaron a pesar, y hace un par de meses, al volver de África, sintió la necesidad de comenzar otra etapa: viajar menos para profundizar en otro tipo de puntos: por ejemplo, hacerse un traje a medida, aprender a soplar vidrio en la fábrica Gordiola en Mallorca, cumplir el sueño de un amigo suyo que siempre ha querido ser DJ y al que llevó al festival Tomorrowland, en Bélgica. «También he decidido tachar puntos aquí, en mi casa, para que la gente vea que tengo sueños muy asequibles, como aprender a hacer la receta favorita de mi madre, o mermeladas caseras, o crear mi cóctel y venderlo», indica Ángel, que en diciembre, cuando se le acabó la excedencia y tuvo que elegir entre volver al trabajo o apostar por esto, no tuvo dudas sobre qué hacer.

La lista es una mezcla de retos a todos los niveles: desde experiencias más asumibles como ser turista en su ciudad, aprender un idioma o llevar a su perro Escocia a conocer la tierra natal de sus ancestros, a otros más desafiantes. Para él, los puntos más ambiciosos que se ha propuesto son: entrevistar a los máximos líderes religiosos —alguno ya lo ha tachado—, para luego poner en común el contenido y acercar posturas, cenar con el presidente de un país o visitar algunas tribus de Papúa Nueva Guinea, «algo realmente complicado por el dinero, los contactos y la peligrosidad». «También tengo conducir un monster truck, los típicos coches de Estados Unidos enormes que aplastan a otros coches con ruedas gigantes, que también es muy difícil, como encontrar oro en un río», apunta Ángel, que asegura que los retos que ha elegido para hacer individualmente con su padre, su madre o sus hermanos «van a ser muy especiales». Pero no tiene dudas de que «el más emotivo» es el 510: contarles este más de medio millón de sueños cumplidos a sus nietos. Porque si algo tiene claro es que esto es un proyecto de por vida. «Tengo puntos como comprarme una casa o ser padre, porque esto está pensado para que me ocupe toda la vida y no sean solo aventuras de un chaval de 30 años. La lista está cerrada y publicada (en su Instagram,@angelgomezmerino se puede ver lo que va haciendo), pero he hecho un esfuerzo por añadir puntos que van a gustarme en las distintas etapas de mi vida», dice este madrileño, que asegura que es mucho más feliz desde que vive tachando puntos. «He visto que los objetivos que me he puesto los he cumplido por difíciles que fueran, he tenido más disciplina que nunca... Además, viajar solo te espabila muchísimo. Son cosas que no notas de un día para otro, pero poco a poco algo va creciendo en ti que te hace cambiar como persona. Y este año y medio ha sido como un intensivo. Soy mucho más feliz, más seguro de que soy capaz de conseguir lo que quiera en el mundo». Asegura que con esta filosofía de vida ha encontrado la manera de traer a su hermana a su presente. «Es la sensación de no haberme quedado con los brazos cruzados. A ella le ha pasado eso, pero estoy haciendo lo posible por convertir la tristeza que ha generado, en mi familia y en mí, en una sonrisa. Y con el que tiempo que tenga, hacer la vida más feliz del mundo y con más impacto: ser una persona más lista, con mejor físico... Es una manera que he encontrado para acordarme de ella todos los días con una sonrisa y no estar triste».

Lleva tachados 72 puntos, pero entre los 438 restantes figura la torre de Hércules (124) y el Camino de Santiago (295), así que igual en breve viene a visitarnos.