Estos locales gallegos cocinan a cualquier hora: «Aquí puedes comer un rodaballo a las cinco de la tarde»
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Gracias al horario maratoniano de sus cocinas nunca te quedarás sin comer. Pescado del día, platos combinados, alguna que otra opción rápida e incluso pasta a las 2.30 de la madrugada para que siempre te sientas bienvenido
08 ago 2025 . Actualizado a las 09:30 h.O porque la noche anterior fue larga, o porque la hora del vermú se estira, o porque la sesión mañanera de playa o piscina se prolonga, el caso es que hay días en los que uno se despista del reloj y se salta la hora habitual del cierre de las cocinas del chiringuito o del restaurante. ¿Qué hacer entonces? ¿Optar a una multinacional de comida rápida, recurrir a un kebab, intentar in extremis un delivery...? No siempre es necesario. Hay alternativas. No muchas, pero las hay. Locales que mantienen su cocina abierta desde que abren hasta que cierran. Algunos, fuera del horario habitual de comidas, limitan su oferta a algunos platos concretos. Otros, mantienen la carta en su totalidad.
El express, en Cambados

Es el caso de El Express, en Cambados. «Aquí vienes a comer un rodaballo a las cinco de la tarde y te lo preparamos», nos decía su propietario, Manolo Martínez. Y es que la cocina de El Express, ubicado en pleno corazón de la villa del albariño, permanece operativa al 100 % y de manera ininterrumpida desde las once de la mañana hasta las once de la noche.
La carta del restaurante se nutre fundamentalmente de las lonjas próximas. Los mariscos de la cercana ría y los pescados salvajes, ya sean rodaballos, sanmartiños, coruxos, lenguados o merluzas conforman el grueso de propuesta. Si bien, en su oferta también se puede encontrar algún pescado de piscifactoría, por supuesto, convenientemente indicado. Lo que nunca encontrará el visitante en El Express es pescado congelado. «Por ahí sí que no paso», indica su propietario.
La preparación estrella, y también la más demandada por la clientela, es a la brasa, en un horno Josper con carbón vegetal, lo cual les proporciona un toque ahumado muy característico y una textura y un punto de cocción perfectos. Eso sí, si el cliente lo prefiere, la mayoría de estos pescados también se pueden preparar a la gallega.
Otro de los platos estrella del local son los arroces. Especialmente el de mariscos y el de chocos en su tinta. Si bien —máxime si se llega en un horario poco habitual—, antes de pedirlo siempre hay que tener en cuenta el tiempo que se emplea en su elaboración.
No deberá tampoco despreciar el comensal la oferta de carnes, de nuevo con el horno Josper como protagonista en su elaboración. Desde unas delicadas chuletillas de cordero a un soberbio chuletón de vaca, la maestría en su preparación las torna incomparables.
El resto ya es disfrute. Tanto en sus dos comedores como en la terraza. Como reza el rótulo impreso en la cristalera que hay sobre su puerta de entrada: «Comer. Beber. Cantar». Sea la hora que sea.
Casa Lorenzo, en Santiago

Casa Lorenzo es la tarjeta de presentación hostelera de Santiago para los cientos de miles de viajeros que pasan cada año por Lavacolla, porque es imposible entrar o salir del aeropuerto sin darse de frente con esta casa que lleva décadas abierta en la rotonda de acceso. Y también es la tabla de salvación para muchos compostelanos y trabajadores de la comarca a los que se les van de las manos los horarios convencionales y que saben que allí pueden comer o cenar cualquier día de la semana y a cualquier hora, entre el mediodía y la medianoche. La idea no es nueva, «llevamos aquí 25 años», dice Anxo Villasenín, quien reconoce que la arriesgada (y costosa) apuesta de no apagar los fogones es posible gracias al apoyo del grupo hostelero Ruta Xacobea al que pertenecen, que cuenta con un hotel, un gran restaurante y cocinas de cátering y eventos a escasos dos minutos en coche. Un soporte clave para mantener un servicio constante en un negocio que, reconocen, depende en buena medida (hasta un 80 %, especifica) de personas que se van o regresan de viaje, o de los que van a buscar a otras personas a la terminal. Eso explica que en el comedor tengan una pantalla con el panel del estado de los vuelos en Santiago, a la que no quitan el ojo los clientes más inquietos. Villasenín y su equipo se esfuerzan en interesarse por el tiempo que tienen los clientes, y les explican que hay platos más rápidos —tortillas, revueltos, plancha en general— y otros que requieren horno, como los pescados (merluza, bacalao...), que precisan un mínimo de veinte minutos y algo más para saborearlos. De toda la amplia carta, la gran estrella es el pulpo, que preparan á feira o a la parrilla, con grelos y patatas, uno de los más escogidos por los que regresan a Galicia después de un tiempo y que suelen regar con algún vino gallego. El horario de cafetería es aún más amplio (de 8 de la mañana a medianoche) así que prácticamente «no cerramos nunca, y por eso es importante descansar».
Café del Centro, en Lugo

Los platos salen igual a las dos de la tarde que a las seis en el Café del Centro, en Lugo. Este es de los pocos establecimientos de la ciudad que ofrece comida a todas horas. «Lo hacemos desde hace años porque cada vez hay más turismo internacional que así lo demanda», explica el responsable, Antonio Blanco, mientras enseña una amplia carta que va desde bocadillos o sándwiches hasta platos más elaborados, como bacalao, pulpo o churrasco.
Cuenta el hostelero, que lleva más de 45 años al frente, que para poder hacerlo reparten el horario de cocina en dos turnos. «Tuvimos que sumar dos cocineros más para que se releven», explica Antonio. Se trata casi de una excepción teniendo en cuenta la falta de mano de obra que sufre el sector, pero ellos reconocen que les compensa porque «servimos más menús del día a partir de las cinco de la tarde que al mediodía». En el menú suele haber platos más tradicionales como caldo gallego, ensaladilla o crema de verduras, además de pescado y carne.
Pero el Café del Centro no solo es único por ofertar comida a todas horas, sino que también cuenta con una amplia trayectoria y es uno de los negocios más emblemáticos de la hostelería lucense. Empezó su andadura en el año 1903 y tiene una ubicación excepcional, en pleno centro de la urbe amurallada, que se ve favorecida por una espaciosa terraza. Además, ha recibido numerosos reconocimientos por su actividad e incluso fue escenario en el rodaje de varias películas.
El Café del Centro, que funciona como lugar de encuentro para sus clientes más fieles, también se ha convertido en un establecimiento de referencia para los turistas y peregrinos. En su mayoría desean sentarse y comer atendiendo a los horarios establecidos en su cultura, y esa es la demanda que quieren cubrir desde este bar mítico de Lugo. «No queremos que nadie se quede sin comer», asegura Antonio.
Cafetería Manhattan, en A Coruña

El verano es sinónimo de playa y ahí las horas se pasan volando. Además, es de esas pocas experiencias de ocio que, a pesar de estar tumbado al sol o dando largos en el agua, despiertan un hambre voraz. Así, es fundamental tener claro a qué local acudir cuando aprieta el apetito y no temer que te digan que la cocina está cerrada. La cafetería Manhattan, en la plaza de Pontevedra, se alza como un verdadero santuario para quienes tienen el Orzán o Riazor en su particular arenal de refugio. Este local es un templo de la hospitalidad urbana, que lleva acompañando a los coruñeses desde los años setenta.
El menú del Manhattan es un salvavidas para el hambre en cualquier momento del día. Casi a cualquier hora puedes pedir un plato combinado, de esos que vienen numerados y que algunos incluyen la clásica ensaladilla Manhattan.
No obstante, lo más rápido y directo es recurrir a la siempre socorrida plancha. Ahí entran en juego los huevos en diferentes versiones, las hamburguesas, los bocatas, el sándwich mixto o, por supuesto, el de la casa, que es toda una institución: tres capas de pan que abrazan hamburguesa, queso fundido, lechuga crujiente, rodajas de tomate, espárragos y un toque de mayonesa. Si lo acompañas de patatas, solo toca esperar unos minutos a que salgan doradas de la freidora, pero vale la pena.
El servicio, otro de los emblemas del Manhattan, se caracteriza por su profesionalidad: camareros impecables, enfundados en traje, fieles a la vieja escuela. «Es algo que siempre intentamos mantener», confiesa Antonio Taibo, heredero y artífice de la casa, aunque confiesa que en los últimos años «la falta de personal —no solo de expertos, sino de gente dispuesta a trabajar— ha sido nuestro principal reto. Formamos desde cero, con base clásica, pero no es fácil», dice.
Ecos, en Vigo

En la calle de Urzaiz, en pleno centro, se encuentra un emblema vigués de la restauración. Con más de 40 años de historia, el Ecos es una opción para vecinos y turistas que quieran comer un buen plato de comida a cualquier hora.
Sus horarios son flexibles, adaptados a las rutinas alimenticias de todos. La cocina abre durante más de 18 horas al día de lunes a viernes, desde las siete de la mañana hasta la una y media de la madrugada. Los sábados, incluso, se puede degustar un buen plato de espaguetis a la boloñesa hasta las 2.30, tras pasar 19 horas sirviendo a la clientela. De esta manera, para un inglés que coma a las doce y media, un español que lo haga a las tres o un trabajador que salga a las ocho de la mañana del trabajo tras un fatigoso turno de noche, el Ecos es su restaurante.
Sus platos combinados de salmón, pechuga de pollo, milanesa o sus chipirones a la plancha con guarnición de ensalada y patatas son muy solicitados. Sin embargo, la gran triunfadora no es otra que la chuleta de ternera. El motivo de su fama es su procedencia. «Terneira do país, de Chantada», revelan. En la carta también se pueden encontrar variedades de ensaladas, tapas, bocatas y hamburguesas.
Además de sus combinados, el Ecos ofrece menú del día para los comensales que lleguen con más apetito. Un menú variado en el que se puede degustar de primero algo ligero, como una menestra de verduras, o un codillo al horno o un bacalao de segundo.
Durante estas cuatro décadas de historia, el local ha cambiado. Antes de la pandemia abrían las 24 horas del día. Los jóvenes de los 90 iban a pedir pollo al ajillo a las seis de la mañana tras horas de fiesta, y ahora se pasan a comer o cenar al salir de trabajar. El tiempo pasa, pero el Ecos sigue siendo una opción de confianza tanto para los vigueses como para los de fuera, a tan solo dos minutos del centro comercial Vialia.