Ramón, propietario de La Crisálida, la mercería más viral: «Lo más bonito que viví con el anterior dueño fue cuando me desveló qué significaba el código de los artículos»

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Una mercería histórica solo podía caer en manos de alguien que ha dedicado toda su vida al sector textil, y que sabe valorar como nadie los tesoros y secretos mejor guardados de La Crisálida, que ahora desvela en un libro, «Entre botones e hilos»
07 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Dice Ramón que su vida está llena de casualidades, y cómo llega a sus manos La Crisálida forma parte de ese guion. Una alumna de sus clases de costura, que antes había sido su profe en el instituto, le preguntó si le podía interesar algún material para su taller porque los propietarios de la mercería querían deshacerse de ello.
Ramón entró por primera vez en el local de San Andrés, en A Coruña, en junio del 2018, y aunque asegura que «la gente no se lo cree», sin intención de hacerse con el negocio. «Fui como tres veces a ver lo que tenía, y Fernando, el anterior propietario, no me quitaba ojo de encima. Yo lo notaba muy desconfiado hacia mí. Siempre ha sido así. Yo entiendo que era abrir algo muy privado para ellos, nunca habían enseñado el almacén, nunca dejaban entrar a nadie, y supongo que tampoco se sentiría cómodo con que una persona extraña le estuviese revolviendo por allí». Suponía retirarse de un negocio que representaba toda su vida y en el que se mantuvo hasta casi los 90. Entre estanterías repletas de cajas, los artículos estaban triplicados (el almacén estaba divido en tres partes: venta, repuesto de la venta, y repuesto del repuesto) fue tanteando el terreno, y por primera vez verbalizó su pena por que desapareciera el mítico negocio local. Le dijeron que se veían obligados a tomar esta decisión porque no encontraban a nadie que quisiera hacerse con él. Ramón hizo números, pero se dio cuenta de que no era viable. Se olvidó por completo de la idea y se centró en su taller de formación textil, que después de cinco años ya gozaba de cierto éxito. Hasta que un día recibió una llamada que lo cambió todo: querían negociar de nuevo el precio. En enero del 2019 firmaron el traspaso.
Comenzó así una nueva etapa de la histórica mercería con más de 80 años de antigüedad. Sus recuerdos como cliente son ya de adulto, de niño iba a otra en Monte Alto, La Ilusión, que les quedaba más cerca de casa. Sí recuerda pararse a mirar los escaparates de La Crisálida. Pero cuando comenzó a dedicarse al textil «había cosas que necesitaba que solo encontrabas allí». «La última vez que fui entré a las 11 de la mañana y salí a la una de la tarde». Y es que las esperas para hacerse con algunos de sus artículos es uno de los chascarrillos que Ramón cuenta en el libro que acaba de publicar sobre la mercería más seguida del mundo, Entre hilos y botones.
AUTÉNTICOS TESOROS
Una de las condiciones que puso para hacerse con ella fue mantener el nombre. «Si no, no la hubiera cogido. Esta mercería forma parte de la memoria colectiva de esta ciudad». Cuando entró ya como nuevo propietario en el almacén fue plenamente consciente de que estaba ante «una cápsula del tiempo». A pesar de estar familiarizado con el sector, se encontró con cosas de las que no había oído hablar en su vida. «Auténticos tesoros también. Pañuelos de seda de los años 60, con unos estampados flipantes. Lo que para la mayor parte de la gente hubiese sido basura, para mí se convirtieron en joyas». Sorprende cuando en el libro asegura literalmente que llevaban 20 años sin hacer un pedido, algo que comprobó él mismo después de hacer las cuentas durante el proceso de traspaso para ver la viabilidad del negocio. Lo primero que hizo fue conseguir luz, lo segundo, una licencia, y lo tercero, registrar la marca con la intención de poder sacar su propia línea de productos de mercería. Enseguida, ayudado por su madre, su pareja y sus amigos se puso manos a la obra. Con mucho mimo y esfuerzo, y a contrarreloj por cumplir con la fecha que se habían marcado para la reinauguración, hicieron limpieza, «más del 50 % del material que había lo tuvimos que tirar, porque estaba podrido de humedad» y organizaron el resto de la mercancía intentando salvar la puntilla más insignificante y el ovillo de lana más común. Colocaron miles de cremalleras, de botones, movieron muebles de sitio, no había dinero para invertir en unos nuevos, también un mostrador que vino de su antiguo taller, aunque la gente lo felicite por conservar el original, algo que no se molesta en desmentir para no frenar en seco todos los recuerdos que aparecen cuando cruzan la puerta del local.
El 28 de febrero de ese mismo año abrió sus puertas, y desde entonces no ha dejado de vender. «Fue viable económicamente desde el primer día». La inauguración fue un pequeño homenaje para Fernando, que continuó visitando el negocio, principalmente para comentarle «lo que no le gustaba». Pero en una de esas visitas, en una conversación que el anterior propietario esperó hasta tener a solas, Fernando le reveló el código que aparecía en todos los artículos y que traía de cabeza a Ramón, ya que no conseguía descifrarlo. «Me acuerdo perfectamente de ese día, porque fue lo más bonito que he vivido junto a él. Tenía la necesidad imperiosa de descifrar lo que ponían muchas cajas y que sospechaba que era algo significativo. Resultó ser un código en clave para saber el precio por el que se había comprado esa mercancía», indica Ramón, que durante la pandemia vendió, y donó, mucha cinta de goma de la que ya estaba en la tienda para uso médico. Una época de encierro obligado, en la que negocios como el suyo se hicieron fuertes ante el auge de las labores.
El goteo de clientes contando su particular historia con la mercería fue constante durante los dos primeros años. Unos voluntariamente, y otros que acudían al llamamiento de Ramón a través de las redes para que los coruñeses compartieran sus recuerdos, y que se ha reservado para una nueva entrega. Todo iba viento en popa hasta que en abril del 2023 todo saltó por los aires. Para bien. Un vídeo en el que enseñaba cómo buscaban los botones en el almacén cosechó tres millones de visualizaciones y miles de seguidores en menos de 24 horas. Pasaron de tener 7.000 a 35.000 en pocas horas, y en dos días ya superaban los 100.000. Esto fue clave para que su página web se convirtiera en una segunda tienda, y hace poquito, este mismo año, que abrió la tercera, una de labores en la misma calle. Además de seguir manteniendo su taller, que era inicialmente la única manera de sacarle rentabilidad al negocio, que puede presumir de tener más de 14.000 botones, y que ha acabado por convertir en un referente en la formación textil, entre otras cosas, por invitar a grandes profesionales del sector, entre ellas Maya Hansen, que ha vestido entre otras a Lady Gaga, Madonna o Beyoncé, a impartir masterclass de patronaje y diseño. «Difundir, divulgar y generar afición entre la gente me genera ventas, me garantiza mi supervivencia, y al final el compromiso que adquirí cuando cogí la mercería es que siga abierta otros 80 años más, aunque yo no siga con ella», dice Ramón, que confiesa que todavía no ha descubierto todos los misterios que hay en las cajas que «heredó». «Me da curiosidad, pero he aprendido a vivir con la incertidumbre también».