Nora Rodríguez, pedagoga: «Las niñas son forzadas a crecer antes y a los niños se les estira la infancia»

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¿Por qué la sociedad no trata igual a un niño que a una niña cuando llegan a la adolescencia? La reconocida pedagoga recomienda a padres y madres iniciar desde la infancia un diálogo con sus hijos para que sepan reconocer los cambios que les esperan dentro y fuera de su cuerpo
25 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Ir de tiendas con un adolescente cambia mucho dependiendo de si se trata de un chico o de una chica; mientras ellas abandonan rápidamente las tiendas de ropa infantil a partir de los 8 o 9 años —incluso muchas marcas ya lanzan líneas de ropa teen específica, con tallas reducidas y modelos más de adulta—, a ellos les cuesta encontrar su estilo y, sobre todo, su talla, tanto si buscan en las zonas de ropa infantil como si lo hacen en tiendas de adulto. La pedagoga Nora Rodríguez (Buenos Aires, 1960) tiene claro por qué ocurre: «Las madres aceleran el crecimiento de las niñas, mientras que retrasan el de sus hijos varones». Reconocida pedagoga argentina, afincada en Barcelona desde hace décadas, aporta sus conocimientos sobre el desarrollo emocional y sexual de las niñas en dos libros ilustrados de la serie Chic@Genial (Boldletters), material didáctico dirigido a preadolescentes, creado con la finalidad de que crezcan informados y con la confianza que les permita desarrollar todo su potencial.
—Parece que la sociedad empuja a las niñas a crecer antes de tiempo…
—Totalmente. Llevo tiempo investigando ese fenómeno y todos los estudios han revelado que las niñas son forzadas a crecer antes de tiempo, se ven obligadas a aprender de manera precoz para defenderse de todo lo que les viene encima por el hecho de ser mujer, por su sexualidad, por el mundo en el que vivimos. Y a los varones, sin embargo, se les intenta estirar más la infancia. Las niñas son empujadas hacia la edad adulta, mientras que de los niños son tirados hacia atrás.
—Y sin embargo, en casa se suelen ver con temor ese momento en el que dejan de ser niñas...
—Sí, pero vas a las tiendas y ves a niñas de 8 o 9 años con modelos de adolescentes. Se las incita a crecer antes de tiempo, a aprender antes que los niños para estar preparadas. Las hacen crecer de golpe.
—Los niños aguantan más en la infancia, pero al mismo tiempo hay cifras que apuntan que empiezan a ver pornografía en edades muy tempranas...
—En mis estudios llegué a la conclusión de que los varones con 8 o 9 años ya tienen nociones de pornografía y en los grupo de niños siempre hay un líder sexual, que dice que ya ha probado tal cosa, o que sabe de todo, aunque sea mentira. Al mismo tiempo, entre las niñas se produce lo que yo denomino bullying con enfoque sexual: niñas que son apartadas porque no han desarrollado aún o porque no han dado el estirón. Por eso me parece interesante crear material didáctico dirigido a ellas y a ellos para que conozcan el proceso que vive su cuerpo por fuera y por dentro, y que sepan que lo que sienten tiene un porqué. Es necesario crear conversaciones con ellos y ellas, diferenciando por ejemplo la genitalidad de la sexualidad, cosa que me parece fundamental; y hablar específicamente del autorrespeto.
—¿Cuándo empieza ese camino del autorrespeto?
—Mucho antes de la pubertad y la preadolescencia, incluso te diría que debería darse desde los primeros meses de vida, pidiendo a los bebés permiso hasta para cambiar el pañal. Obviamente, el bebé no te lo va a mostrar, pero si escuchan ese tono ya desde el principio, crecerán con ese respeto por el cuerpo interiorizado. Por otra parte está el respeto que deben mostrar hacia los demás, pero fundamentalmente deben respetarse ellas mismas: el primer paso para respetarse es conocer, y ahí tienen un papel fundamental las familias.
—Hoy en día hay muchos recursos. ¿Crees que sigue habiendo niñas a quienes les baja la regla sin saber lo que significa?
—Es que el problema es más que la regla. Tienen problemas en casa, en el colegio, les cambia el humor y no se aguantan ni ellas mismas… Y esos cambios hormonales ocurren dos o tres años antes de la primera menstruación. Y ese sentirse extraña y diferente es para mí el punto esencial. Siempre se ha puesto mucho el foco en la adolescencia y no en la preadolescencia. Y es un momento crucial. La adolescencia es la gran oportunidad evolutiva que tenemos todos los seres humanos, hombres y mujeres, donde nuestro cerebro se desconecta para reconectarse. Hablar de la regla es una manera de normalizar lo que pasa en el cuerpo y en el cerebro, y es necesario tener ese diálogo en casa sobre los cambios del cuerpo, hay que iniciar esas conversaciones, buscar momentos oportunos e iniciar el diálogo.

«Hay niñas que sufren bullying por tardar en desarrollar»
—Puedes ser un buen momento ahora que termina el curso escolar para tener esa conversación entre padres e hijos?
—Durante una hermosa caminata por un sendero de la montaña, por poner un ejemplo. Efectivamente, es mucho mejor tener esa conversación en momentos de descanso, en los que haya una conexión humana, donde las neuronas espejo de los padres y los hijos estén conectadas.
—Y entre el grupo de iguales, ¿cómo se hace para no compararse entre amigos que desarrollan a diferente ritmo?
—Creo que primero hay que hablar de emociones, porque los primeros cambios son básicamente emocionales y ocurren en el cerebro. Si en casa les explicas lo que les ocurre biológicamente, podrán relacionarlo con lo que están sintiendo y también con lo que ven en sus amigos y en su entorno. Esa es la manera de que no se sientan como un bicho raro o aislado, que se den cuenta de que lo que les está ocurriendo dentro y fuera de su cuerpo es algo normal por lo que pasa todo el mundo en la adolescencia.
—También a unos les llega el interés por la sexualidad antes que a otros.
—A los primeros en desarrollar les empiezan a interesar cosas que a otros todavía no les gustan. Pero en este punto el diálogo en la familia es crucial para hablar de que la pornografía no es la realidad del amor y la sexualidad. Hay que hablar de ella en el mismo nivel que se hace de las drogas: contarles qué son las hormonas y cómo afectan al cerebro, explicarles, por ejemplo, que la serotonina hace que te sientas bien cuando recibes un abrazo o que la dopamina lo hace cuando algo te sale muy bien; pero que también son las que actúan cuando una situación te genera adicción.
—Siempre se ha hablado más del desarrollo de las niñas que de los niños, ¿reclama el público masculino que se hable de los cambios que experimentan en la adolescencia?
—Hace ya casi diez años fui pionera en escribir un libro enfocado en los niños, Atrévete a hablar de sexo con tu hijo. Creo que sigue habiendo una degradación de lo masculino en la educación, en una sociedad masculinizada y masculinizante el varón tiene que ser el torpe, el bruto y tener cuantas más chicas mejor. Y sí, tradicionalmente han estado mucho más desprovistos de estrategias a la hora de desarrollarse y más empujados a competir.
—¿Cómo sienta el verano a todos estos cambios hormonales que dan paso a la adolescencia?
—Las vacaciones son un momento en el que muchos niños y niñas dejan de ver a sus compañeros del colegio y, cuando vuelven, se dan cuenta de cómo han cambiado físicamente sus amigos. Pasan tiempo sin verse y los cambios se hacen más visibles.
—¿Qué puede ofrecer esta época de descanso emocional y socialmente?
—Es un buen momento para reforzar el respeto por el cuerpo, que sepan diferenciar quién lo puede tocar, o qué partes no se deben tocar. Esto es crucial desde edades muy tempranas. Otro aspecto que hay que reforzar en verano es el contacto con la naturaleza porque permite conectar con la diversidad. El crecimiento no es una línea recta, es diverso y eso en la naturaleza se percibe muy bien. Los seres humanos tenemos algo que se llama singularidad, que incluye no solo que somos diferentes en todo, sino que tenemos capacidades únicas, propias, que están relacionadas con nuestro cerebro, pero también con nuestra manera de desarrollarnos en la vida, nuestros tiempos de desarrollo. Nuestra manera de crecer también es personal.