Raquel Jiménez, autora de «Hasta la vista, narcisista»: «Para que exista abuso emocional tienen que darse las tres íes»

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Cuando regresan a la vida de la víctima no lo hacen en su peor momento, sino en el mejor. «El narcisista suele volver cuando tú ya estás bien», advierte la terapeuta experta en dependencia emocional, que da las claves para salir de relaciones abusivas

24 jun 2025 . Actualizado a las 13:02 h.

Para no dejarle ni una rendija abierta a esa persona que solo se quiere a sí misma, la terapeuta de parejas Raquel Jiménez acaba de publicar Hasta la vista, narcisista (HarperCollins), donde a través de la historia de su protagonista va hilando uno por uno los patrones de quienes establecen vínculos tóxicos de los que sus víctimas salen rotas. «El narcisista no ama, el narcisista desea», define la experta, que asegura que quedarse en una relación destructiva no es optativo.

—Entonces, ¿qué hay detrás de la elección, entre comillas, de muchas víctimas de quedarse en relaciones en las que están siendo maltratadas?

—Como apuntas, es una elección entre comillas, porque uno no elige quedarse en esos vínculos. Lo que pasa es que hay algo que es la intermitencia. Este tipo de personalidades abusivas no es que sean malas como tal, porque cuando una persona te está haciendo constantemente daño, tú no te quedas en un vínculo. El problema es que son buenas y a la vez son malas; hay momentos en los que son maravillosos o maravillosas, porque el abuso emocional no entiende de géneros, y hay momentos en los que son muy crueles. Y aparece la indiferencia. En el momento en el que llegan la crueldad y el abuso, y ya no te da este bombardeo de amor, nos quedamos enganchados a cuando sí me lo daba. Te quedas esperando a que vuelva ese chute, ese premio.

—Cuanto más tiempo dure la relación, por muy dañina que resulte, ¿es más difícil dejarla?

—Claro, porque muchas veces hemos invertido mucho tiempo, esfuerzo y, a veces, hasta dinero. Y nos parece que si nos marchamos vamos a perder, aunque sepamos que esto no nos lleva a ningún sitio. Es como las máquinas tragaperras. Tú echas dinero y, conscientemente, racionalmente, sabes que no vas a ganar, que vas a seguir perdiendo, pero es algo emocional. El hecho de creer que todo lo que he invertido lo voy a perder, me hace seguir invirtiendo. Es lo que se denomina el sesgo del coste hundido, porque al final este coste que hemos tenido seguimos hundiéndolo, cavando en la tierra.

—¿Qué tiene que darse para que exista abuso emocional?

—Las tres íes. Es un concepto que viene del hecho de que el abuso no es simplemente una agresión aislada de alguien que no conocemos, sino con quien tenemos un vínculo. Las tres íes son la intimidad, la intermitencia y la intención de esa persona que abusa de ti.

—¿En qué consiste cada i?

—Cuando hablo de intimidad me refiero a que tienes que tener un vínculo, ya sea laboral, de amistad o de pareja. Tiene que haber un componente cotidiano en la relación. La intermitencia es lo que comentaba antes, que hay momentos de mucho afecto y momentos de mucha crueldad, y esto hace que me quede enganchada generando una dependencia emocional. Y la intención: no es que lo tengan premeditado, no es como un psicópata que disfruta haciendo daño, pero una persona narcisista sabe perfectamente lo que hace, te daña. No tiene una enfermedad mental, tiene sus facultades intelectuales intactas y sabe perfectamente lo que hace.

—Son ambiciosos, tienen la necesidad de que los admiren, suelen envidiar a los demás y creer que los envidian a ellos... Al final son muy inseguros, ¿no?

—Claro, porque estas personalidades vienen de un trauma, y por eso son así, han encontrado ese mecanismo de defensa. Necesitan el aplauso constante, la idealización de los demás... y se presentan con múltiples máscaras para mostrarse como ideales ante cada persona.

—¿El que tiene comportamientos narcisistas, aunque no sea patológico, es igualmente peligroso?

—El narcisismo hay que verlo como un espectro, como si fuera una dimensión donde hay grados. Podemos comenzar con estas personas que son inmaduras emocionales, que tienen comportamientos narcisistas. Y a medida que va subiendo el grado, pues evidentemente cada vez son más peligrosos. Pero sin llegar a tener un diagnóstico, sin tener un trastorno o ser psicópata, hay muchas personas que tienen unas tendencias extremas de comportamientos que llegan a ser peligrosos y muy dañinos. Es que, si no, parece que se les exime de cualquier responsabilidad, ¿no? Y son personas realmente abusivas. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con personalidades de este tipo que, además, son tan seductores? Pero luego contigo, aisladamente, tienen esa forma de actuar y te hunden.

—¿Pero son conscientes de que están teniendo comportamientos narcisistas?

—Ellos son conscientes de que tienen esos comportamientos, lo que pasa es que jamás lo van a asumir. Tienen una empatía, que es la instrumental, llamada empatía cognitiva, que les sirve para abusar de los demás. Tienen una capacidad extremadamente buena para saber lo que te pasa, cómo te sientes y lo que necesitas. Precisamente por eso pueden abusar de ti, te utilizan para conseguir aquello que se proponen.

—¿Cuáles son los principales tipos de narcisistas?

—El grandioso, el encubierto y el perverso. Luego hay muchos subtipos, pero son los tres principales.

—¿Cómo reconocemos a cada uno?

—El grandioso es el extrovertido, el que siempre tiene que ser el centro de atención. Va a aparentar una confianza y una seguridad extremas. Es el seductor nato y un gran mentiroso, porque aparenta ser muy empático, pero es una empatía instrumental. El encubierto es el introvertido, el que aparenta ser tímido y va de victimista y de sensible. Busca la validación de los demás o la idealización a través del sufrimiento, es el verdadero manipulador emocional. Son personas que están criticando constantemente a otros, pero ellos son muy reactivos ante la crítica. Son los típicos que te dicen, por ejemplo: «Qué guapa vienes, hay que ver lo que hace un poco de maquillaje». Ahí no tienes opción de defenderte, porque te están diciendo que vienes guapa, pero en realidad te están agrediendo. Y luego está el perverso, que es el más maquiavélico. Es el que disfruta con el dolor ajeno, y tiene una necesidad imperiosa de poder y de control. Son crueles, explotadores y humillan a la gente.

—Cuando la víctima les pide explicaciones, ¿ellos castigan con el silencio?

—Es un patrón habitual. La ley del hielo es el castigo silencioso. No hay que confundirla con el contacto cero, que es lo que cualquiera de nosotros puede aplicar para distanciarse de una persona que hace daño. La ley del hielo es algo que utiliza el abusador para castigar al otro cuando empieza a ver lo que hay tras la máscara y le confronta. Es muy difícil defenderse ante él, porque es una agresión muy pasiva.

—¿Hay que tener cuidado con dejar puertas abiertas? ¿Suelen volver?

—A estas personas lo que les ocurre es que primero te idealizan, después te usan y, cuando ya no les sirves, te descartan. Cuando lo hacen es porque tienen otro estímulo cerca, que ya puede ser otra persona, un proyecto... lo que sea. Pero tú ya has perdido interés. O te pueden descartar porque les has pillado y no quieren que nadie empañe su imagen perfecta. ¿Qué ocurre? Que cuando se cansan de ese otro estímulo, como necesitan ese combustible que es sentirse idealizados constantemente, vuelven a buscarte. Pero no porque en realidad te quieran a ti, sino porque lo que les da vidilla es que tú les quieras a ellos. Por eso van y vienen constantemente hasta que encuentran otra cosa, o ya te han usado tanto que estás enferma física o emocionalmente, y ya no les sirves. Si vuelven, lo hacen precisamente cuando tú ya estás bien y puedes volver a darles este estímulo que ellos buscan. El contacto cero es importantísimo para poder empezar a sanar.

—¿Cómo se sabe que algo está curado?

—Creemos que sanar es como si no me hubiese pasado, pero la curación y la sanación pasan por entender qué me ha ocurrido, en qué tipo de relación he estado, qué tipo de personalidad he tenido al lado y por qué yo he llegado a entrar en este vínculo traumático. La sanación empieza cuando uno comienza a aceptar lo que le ha ocurrido y a responsabilizarse de su recuperación. Y, antes de nada, es muy importante que podamos entender lo que nos está ocurriendo y nombrarlo, porque si no lo nombramos, no podemos repararlo. Y lo que no se repara se vuelve a repetir.

—Identificas el arrepentimiento narcisista. ¿Cómo es?

—No es real, es una manipulación. Es cuando se dan cuenta de que sus comportamientos tienen unas consecuencias, y que esas consecuencias hacen que tú hayas puesto límites. Entonces toma conciencia, pero no del verdadero daño que te ha causado, sino que cae en que le conviene portarse bien para que le idealices de nuevo. Te va a pedir perdón, va a llorar, va a reconocer que se ha equivocado y va, otra vez, a bombardearte de amor. Va a poner el foco de nuevo en tus necesidades, a llenarte otra vez de promesas, pero es todo mentira. Es una manipulación.

—¿Qué es el abuso reactivo?

—Vamos a imaginarnos que tú estás sufriendo abuso emocional, sometido a constantes manipulaciones y mentiras, e incluso hay algunos que pueden burlarse de ti delante de los amigos, pero como no eres consciente de que eso es un abuso y un maltrato, no lo entiendes así. Pero tu cuerpo y tu intuición saben que eso les molesta y les daña. Entonces, puedes reaccionar mediante un grito, rompiendo cosas... de forma muy agresiva, pero porque estás enfadada, te estás defendiendo. Esto es utilizado por el narcisista para distorsionar otra vez lo que está ocurriendo y hacerte sentir culpable: «Fíjate como te pones». Y así, convierte otra vez a la víctima en el culpable y justifica su comportamiento.

—¿Deberíamos escuchar a la intuición?

—No hacemos mucho caso a la intuición porque creemos que no es razonable, y la desechamos. Hacemos constantemente caso a nuestros pensamientos, pero nuestra mente nos miente, porque los pensamientos están hechos de lo que escuchamos y vemos, que puede ser contradictorio. Y nos olvidamos de la sabiduría interna de cada uno, que es la intuición. No la tenemos desarrollada porque la hemos invalidado, pero desde ahí podemos identificar muchas cosas. Cuando sentimos que algo nos daña, aunque no sepamos qué es, es la intuición, que nos está avisando. El cuerpo nos habla, enfermamos, tenemos ansiedad, insomnio... Todo esto es parte de nuestra intuición.