
Este restaurante, inspirado en «Ensayo sobre la ceguera», pone contra las cuerdas al comensal y acaba de obtener una estrella Michelin para sus dos chefs, la joven Rita Magro y la eminencia Vítor Matos
24 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Es algo así como leer una novela: uno comienza una actividad sabiendo más o menos en qué consiste, pero sin ser consciente de a qué se expone. Al llegar a Blind (literalmente, «ciego»), el comensal desciende por una escalera cubierta de espejos, adentrándose en una experiencia onírica. A veces, se ve a sí mismo, pero enseguida queda desenfocado en las manchas de azogue, luego ve su espalda y luego un brazo y una pierna. Se va descomponiendo según baja, mientras el sentido por antonomasia, la vista, empieza a traicionarlo. La decoración, inspirada en las clásicas maisons particulières francesas, tiene ese punto decimonónico que coquetea con lo señorial, lo acogedor y lo pícaro. Va a comer, imagina que muy bien, pero no sabe lo qué. Ahora los espejos se mantienen, pero los colores se subvierten. En la penumbra, apenas se destacan los dorados de una monumental barra, en el centro del comedor, y una amplia vinoteca, al fondo. La música de tango incide en esa sensualidad que despiertan la curiosidad y lo desafiante. El suelo ajedrezado invita a iniciar una partida de un juego cuyas reglas no están escritas.
Blind se encuentra en el hotel Torel Palace Porto, que es un antiguo palacete de 1861, paradigma de la arquitectura romántica portuguesa, que albergó distintas instituciones educativas, cayó en el abandono y hace un lustro fue restaurado con la literatura portuguesa como eje temático. Las habitaciones, cada una en homenaje a un escritor, ascienden la monumental escalera hasta una cúpula de yeso todavía más impactante, que relata historias de la familia Campos Navarro.

Blind culmina este homenaje a la literatura; en este caso, como una interpretación de la novela Ensayo sobre la ceguera (José Saramago, 1995) llevada a la gastronomía. La premisa es semejante: entramos a ciegas y, una vez acostumbrados a la penumbra, solo cabe elegir si el menú será el de 10 o 12 pases, si queremos maridaje de vinos y si tenemos alguna intolerancia. A partir de ahí, igual que la mujer del médico en la novela de Saramago, los chefs Vítor Matos y Rita Magro serán quienes nos guíen y decidan por nosotros. «Aspiramos a que sea una experiencia marcante», nos dicen en la entrada. Una rosa roja pende sobre cada mesa y, en las paredes, escrito en braille y también con flores, una serie de cuadros dibujan la palabra sensaciones. «Lo más importante es siempre el producto, de época y fresco; después, la elegancia, la sutileza, construir una experiencia», explica Vítor Matos, para quien «todos los ingredientes deben contar una historia y no perderse, sin artificios que nos desvíen de lo principal, que es la comida». Además, «la gastronomía consiste en toda la experiencia: ambiente, relajación, sentirse en casa, respirar...».
Por eso, al cruzar la entrada, el comensal acepta que sus cinco sentidos quedan a disposición de su anfitrión. Todo debe articularse como una placenta en torno a la mesa: los sabores, la música, el ritmo de los platos, los silencios, los olores y, aquí también, la parte visual; más penumbrosa, más misteriosa. Cuanto más débil, más se valora. El pico de suspense llega cuando los camareros depositan una cinta de seda negra sobre el plato. No hay que ser muy inteligente para imaginar para qué es, mientras otros comensales, ya vendados, son incapaces de coger la comida del plato o beber de la copa. «Solo en un mundo de ciegos las cosas serán lo que verdaderamente son», escribió Saramago en su novela, y no podría ser más cierto. Nos vendamos los ojos y la jefa de sala nos reta: «¿Qué cree que está comiendo?». Toca exprimir las papilas, tomar cucharaditas muy pequeñas y tratar de identificar cada sabor, cada textura, los olores. Y, ahí sí, sin ninguna pista visual, el gusto se estira y el sabor se alarga. La curiosidad lleva a la gente a intercambiar opiniones, reírse e intentar acertar. Desvelar el contenido del plato sería como contar el final de un libro; hay que leerlo.

Magro y Matos saben cómo crear experiencias y jugar con el concepto del restaurante. Aunque algunas puedan parecer demasiado lejanas a la propia comida, y quizá una frivolidad comercial, son simplemente las ramificaciones de todo lo que permite este espacio, relajan la concepción solemne de la alta cocina y, al sorprendernos, nos piden también que nos impliquemos. Por ejemplo, uno de los amuse-buche, para refrescar la boca entre distintos momentos del menú, es realmente eso: un cepillo de dientes servido con una pasta cítrica comestible y un trago de gin-tonic.
No obstante, «cada vez, nos concentramos más en trabajar con los productos que tenemos y, a partir de ahí, construimos el plato. El concepto, con este menú a ciegas, nos permite esta adaptación… Sin olvidar que estamos en Portugal, aprovechando su pescado y marisco», dice Magro tras la cena.
MATOS Y MAGRO
El restaurante nos acerca de una manera original a una de las grandes novelas de la literatura universal. Pero cada plato nos acerca una historia; la de sus productos, pero también las de dos de los mayores talentos de la cocina lusa. Vítor Matos es el chef con más estrellas Michelin del país: en el 2024, obtuvo dos estrellas por su restaurante Antiqvvm (Oporto), otra por 2 Monkeys (Lisboa), otra por Oculto (Vila do Conde) y la que logró en la última gala, el pasado febrero, con Blind. Delatan su personalidad frenética, entregada a la cocina, que se divide en un espíritu artístico y la capacidad de sincronizar múltiples proyectos. Cuando le ofrecieron capitanear Blind, enseguida pensó en Rita Magro. «Yo ya admiraba mucho el trabajo del chef Vítor, que tenía mucho nombre, hacia platos lindísimos, con muchas texturas; siempre fue muy por delante de lo que había en Portugal y yo tenía el sueño de trabajar con él. En el 2019 le envié el currículo, me aceptó en Antiqvvm y, al poco tiempo, me ofreció este proyecto», cuenta Magro. Ya entonces entendió que sería necesaria «mucha técnica, pero con producto de mucho sabor y sin ningún tipo de ataduras, podíamos hacer lo que nos diera la gana y me entusiasmé mucho».
Magro se llevó el Premio a Joven Chef del 2024 y solo tardó un año más en alzarse con su primera estrella. Ella y Marlene Vieira (Marlene, Lisboa) fueron las dos únicas portuguesas en obtener esta distinción en tres décadas.
La estrella Michelin tiene una repercusión inmediata en términos de clientela y exigencia, a lo que Magro quita importancia: «Tenemos que seguir como antes. Cada profesión tiene su dificultad y esto implica mucho empeño, dedicación y amor de todo el equipo», comenta.