«¿Acaso nosotras somos unas machirulas?»

Miguel Salgado Reboreda TOMIÑO / LA VOZ

VIGO

Una parte significativa de aquel mítico equipo posa en las gradas de lo que queda del campo de fútbol de Sobrada.
Una parte significativa de aquel mítico equipo posa en las gradas de lo que queda del campo de fútbol de Sobrada. Cele Rodríguez

En tiempos en que el fútbol femenino estaba estigmatizado, el equipo del Estrella Roja, de la parroquia tomiñesa de Sobrada, fue pionero superando reticencias de sus familias e insultos

28 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Del antiguo campo municipal de la parroquia de Sobrada, en el concello de Tomiño, solo queda parte de su grada. Ese rectángulo de tierra vivió las tardes más gloriosas del Estrella Roja, equipo del lugar, fundado en la temporada 1979/1980 y caracterizado por la incondicional afición que acompañaba a la plantilla a todos sus desplazamientos. Pese a las glorias de aquellos hombres, estas líneas no se centrarán en ese extenso anecdotario que se sigue escuchando en las cafeterías de la parroquia. En un tiempo en el que el fútbol femenino no tenía el reconocimiento social y estima que debía, un grupo de niñas «que no eran conscientes del hito que estaban haciendo» escribieron un capítulo inédito en la historia del fútbol gallego que data de finales de los años 80 y que la doctora en Historia Natalia Jorge investigó en profundidad.

Diecisiete jóvenes de Sobrada, de entre los trece y los dieciocho años, querían jugar al fútbol, una idea que generaba cierta aversión en las familias al entender dicho deporte como un juego bruto y feroz, alejado de los estigmas de la correcta feminidad de la época. «Nuestras madres se fueron convenciendo las unas a las otras porque jugábamos con las niñas de las vecinas», comenta Patri, futbolista de aquella escuadra.

Enfundadas con su camisetas violetas de tela, las chicas del Estrella Roja comenzaron a dar sus primeros toques en aquel terreno de juego monopolizado por los hombres. Las críticas de los locales, aún con pequeñas muestras que perduran en la actualidad, no solo fueron despreciadas por ellas, sino que las motivaron a seguir adelante con aquello que les gustaba. «Nos decían que las que jugaban al fútbol eran unos machirulos. ¿Acaso nosotras somos unas machirulas?», menciona Cristina.

María, nacida en un pueblo del norte de Portugal, recordada por su olfato goleador y gran competitividad dentro del campo, era la más veterana de aquella plantilla, rozando la mayoría de edad. Ella rememora el momento en el que el proyecto femenino del Estrella Roja dio sus primeros pasos. «Todo surgió porque el masculino no tenía dinero en las arcas y decidieron hacer un partido de solteras contra casadas para entretenerse y sacar dinero», explica la lusa a la vez que Fátima, otra integrante también portuguesa, sentencia orgullosa: «Fue un éxito absoluto. Nunca estuvo así este campo».

Además del propio duelo ante sus madres y abuelas, equipadas con todo lujo de detalles propios de un futbolista profesional, ellas quedaron encantadas con aquella tarde. Esa pasión con el deporte, sumada a la ayuda de tres jugadores del masculino que se ofrecieron a entrenarlas, dio como resultado la sección femenina del club tomiñés.

Natalia Jorge, responsable de rescatar de las garras del olvido esta gesta balompédica, expone que las primeras equipaciones, las moradas que conmemoran con la nueva vestimenta actual, eran las de los chicos, ya que los medios eran muy limitados. «Las zapatillas que teníamos para todo eran con las que jugábamos en ese campo de tierra. Mi madre decía que como se rompieran, no habría otras», asegura Pepa. Entre risas y desconocimiento de muchas de las normas, ese grupo de niñas, hoy madres de niños que corretean detrás de un balón por la pista construida sobre el campo de tierra, se dejaron la piel en divisiones modestas del fútbol gallego.

Esta historia, que merecía ser contada, Natalia quiso que llegara lo más lejos posible y saliera del anonimato en que lleva sumida todo este tiempo. El 8 de agosto presenta el documental sobre este equipo en el que las propias protagonistas hablarán del inicio, los momentos destacados y el impacto que tuvieron en su momento. Escucharon entonces muchas palabras necias cuando quisieron jugar y hoy se enorgullecen de su gesta. 

Solteras contra casadas, el partido que lo cambió todo

Todo suceso que pasa a la historia suele tener un hecho desencadenante: la manzana e Isaac Newton, la corona de oro y Arquímedes y, en este caso, el partido entre las casadas y solteras de Sobrada y el Estrella Roja femenino.

El gusto futbolero de las niñas logró que, por unos momentos, se transmitiera a las madres y abuelas de la zona, que ante la propuesta de las más pequeñas de la casa, no iban a negarse. Pepa, jugadora de esa histórica plantilla y una de las participantes en aquel encuentro, narra aquella tarde a la altura de la final de la Copa del Mundo. «Nunca vi tanta gente en ese campo. Las gradas estaban llenas», confiesa pletórica.

La competitividad que tanto se le recuerda a María, en esa tarde era el aire que se respiraba entre la tierra y la furia incontenible del respetable. «Éramos unas crías y no pensábamos que fueran a tomárselo tan en serio nuestras madres y abuelas», mencionaba Sonia, portera de esa plantilla icónica.

Las más jóvenes del lugar, abanderadas bajo el título de «Solteras», estaban ya en el terreno de juego cuando llegaron sus familiares, rivales por los siguientes noventa minutos. «Vinieron como si fueran jugadoras de verdad. Con cintas en el pelo y todo, no entendíamos nada».

Tal fue la trascendencia de aquel encuentro, que el resultado fue lo de menos. Las tres generaciones de mujeres (abuelas, madres e hijas) gozaron de una tarde perfecta que, además de lograr dinero para el Estrella Roja, en aquel momento masculino, sentó las bases de que esas niñas se terminasen constituyendo como la sección femenina del club.

«Acabamos el partido y nos vinieron unos chicos del equipo a ofrecerse para entrenarnos y echarnos una mano», confiesa Bea. A aquellos Dani, Chuco y Alfonso, los tres jóvenes entrenadores, les enfadaba la poca profesionalidad de ellas, sin embargo, argumenta Cristina: «Nosotras veníamos a pasárnoslo bien y ellos eran muy serios».

El 8 de agosto se estrena el documental

Natalia Jorge sabía que esta historia debía perdurar en el tiempo y ser mucho más que una anécdota impresionante de la parroquia. Junto a un equipo audiovisual, las jugadoras de aquella plantilla y diferentes personajes de Sobrada se pusieron a contar sus propios testimonios que verán la luz el próximo 8 de agosto. «Tendremos que rotar para las firmas de autógrafos que de tantos que serán, nos cansaremos», bromeaba Pepa junto a Sonia.