
Un estudio científico advierte de los problemas derivados de los residuos agrícolas
29 jun 2025 . Actualizado a las 21:33 h.Hace unas semanas. publicaba La Voz las conclusiones de un estudio realizado en la ría de Vigo por un equipo de la Universidad de Santiago encabezado por el investigador Manuel Leira. Este trabajo concluía que en nuestra ría empiezan a detectarse síntomas de eutrofización, por lo que quizás resulta pertinente explicar lo que significa eso.
El término eutrofización suena extraño, pero se trata de un proceso que funciona así. Imaginen un lago embalse o sistema acuático semicerrado, como por ejemplo nuestra ensenada de San Simón, a donde volveremos más adelante. Ahora imaginen que estos lugares reciben de forma más o menos constante un aporte extraordinario de materia orgánica y nutrientes, además de fósforo y nitrógeno. Este aporte superior a lo natural es consecuencia, prácticamente siempre, de las actividades humanas y procede del uso de nitratos, fosfatos, detergentes y por supuesto las aguas residuales.
Con tal cantidad de nutrientes las algas y demás plantas acuáticas empiezan a crecer exageradamente al tener a su disposición esa enorme cantidad de fertilizantes hasta que llega un momento que el sistema colapsa. Podríamos decir, informalmente, que el ecosistema se acaba devorando a sí mismo. Es como si la naturaleza, al recibir más «comida» de la que puede manejar, entrara en una especie de autodestrucción. Florece rápidamente, se satura, y luego no puede mantenerse en ese equilibrio alterado. Dicho de otra forma, el ecosistema se vuelve insostenible por su propio exceso de productividad, que sería el equivalente a morir de indigestión.
Pero ¿cómo se llega a ese resultado final? La proliferación extraordinaria de algas, especialmente las microscópicas, acelera también su mortandad y esas algas muertas empiezan a ser comidas por las bacterias. El crecimiento es exponencial: a mayor cantidad que van muriendo, mayor cantidad de bacterias zampándoselas. ¿Y dónde está el problema? Pues en que las bacterias consumen una cantidad enorme de oxígeno disuelto de forma que, poco a poco, el sistema va pasando de la hipoxia (niveles bajos de oxígeno) a la anoxia (quedarse ya totalmente sin oxígeno) y a partir de ahí significa la desaparición de todos los organismos acuáticos que necesitan el oxígeno para vivir, que vienen siendo todos los seres vivos.
Esta situación resulta especialmente preocupante en un sistema semicerrado como la ensenada de San Simón. Tengamos en cuenta que Rande, con sus apenas 600 metros en su punto más estrecho, actúa como un cuello de botella que provoca que la renovación de sus aguas, especialmente en verano, tarde semanas en completarse. El aumento de la temperatura media del agua, con picos como el de estos días, y el descenso de los episodios de afloramiento con vientos del norte que favorecen la entrada de aguas más profundas y frías (una de las consecuencias del cambio climático) favorece también este proceso de eutrofización que además de alterar el ecosistema pone en riesgo la productividad de la ría.
La solución, al menos en parte, es sencilla, por lo menos de decir. Necesitamos urgentemente tomarnos en serio la depuración de las aguas residuales y el control de vertidos agrícolas. Resulta incomprensible que a estas alturas todavía se sigan produciendo vertidos y muchas depuradoras sigan siendo insuficientes y mal dimensionadas para el volumen de vertidos que deben procesar, especialmente en verano. Nuestra ría está perdiendo biodiversidad, y con ella muchos puestos de trabajo. Pocas veces nos paramos a pensar que biodiversidad y empleo van unidos.