
Las obras llevadas a cabo en 1857, que se prolongaron durante varias décadas, ganaron al mar desde la acera sur de la plaza de Compostela hasta el actual Náutico
23 jun 2025 . Actualizado a las 14:42 h.El 13 de diciembre de 1857 se puso la primera piedra del primer relleno realizado en la ría de Vigo. Aquel domingo, el gobernador civil de la provincia, Francisco del Busto, presidía el arranque de lo que fue denominada «la nueva ciudad de Vigo». El proyecto urbanístico pretendía estirar el casco urbano hacia el este para que surgiera lo que hoy conocemos como la Alameda, sus calles adyacentes hacia el mar y As Avenidas.
«La Divina Providencia os ha dotado de un puerto, que es la admiración de todas las naciones de Europa; pero os faltaba una población que armonizase con tan preciosa obra de la Omnipotencia», afirmaba aquel día el gobernador de la provincia. El plan era cerrar con un malecón desde el pequeño muelle de piedra, situado ante el baluarte de A Laxe, para desde allí ir rellenando una amplia zona hacia la actual acera sur de la plaza de Compostela donde desembocan las calles Velázquez Moreno y Reconquista.
Tan solo unos días antes había nacido el príncipe de Asturias, el futuro Alfonso XII, y el alcalde Vicente Méndez de Quirós propuso que el acto de inauguración de las obras fuese también un homenaje al futuro rey. Así que los vigueses amanecieron aquella jornada con una alborada interpretada por la banda de música. Una salva de bombas y un repique general de campanas anunciaron al leal vecindario los actos que se iniciaban. La junta municipal pagó una comida extraordinaria a los pobres acogidos en la casa de beneficencia, mientras que el juez de primera instancia hacía lo mismo con los presos de la cárcel. Obispo, gobernador, corporativos y autoridades militares partieron de la plaza de la Constitución para recorrer la calle de la Oliva, Gamboa y Victoria para salir del recinto amurallado por la puerta de A Laxe. Allí se había levantado un pequeño pabellón para acoger un altar donde el obispo oficiaría los actos religiosos.
Estas mismas autoridades se dieron un homenaje gastronómico en la fonda León de Oro, mientras que el pueblo se divertía con cucañas y «corridas de hogazas» en la alameda del Areal, que estaba situada, aproximadamente, por detrás de la calle Victoria. Esta última actividad consistía en una carrera pedestre cuyo premio era una hermosa hogaza de pan. La jornada concluyó con fuegos artificiales, música, iluminaciones y un baile de máscaras en el teatro, mientras que en la Constitución se elevaba un globo.
La alegría del 13 de diciembre de 1857 pronto se transformó en desesperación debido a la ralentización de los trabajos, que quedaron empantanados durante años. El proyecto había sido firmado en 1853 por el ingeniero José María Pérez, siguiendo el trazado del proyecto de Agustín Marcoartú, realizado en 1837. Hubo que esperar hasta 1856 para que el Gobierno lo autorizase. El trazado original del malecón se vio reducido a la mitad y las tareas de relleno estuvieron surcadas de problemas. Los concesionarios de las obras fueron alejándose de sus objetivos hasta que en 1870, el Gobierno concedió los terrenos a Emilio García Olloqui, que reactivó las operaciones. Desde 1873, el proyecto quedó en manos de la empresa de los terrenos y muelle del puerto de Vigo, de la que era gerente Manuel Bárcena y Franco.
El arquitecto Jaime Garrido ofreció un excelente material gráfico y planimétrico de la expansión de la ciudad durante el siglo XIX en su libro El puerto de Vigo. Síntesis histórica. En aquella publicación, que merece una nueva edición, se decía que la empresa de Manuel Bárcena construyó el muelle de madera en 1875 y culminó los metros de malecón que faltaban por construir.
Después, ya en las primeras décadas de los años veinte del siglo XX, llegó el otro gran relleno, el que acabó con la playa del Areal. Y durante esa centuria llegarían otros más hasta llegar a la actual configuración del borde litoral vigués.