Antía Veiga: de perder la vista en un ojo durante meses a intentar hacerse hueco en el Dépor Abanca

Antía S. Aguado REDACCIÓN

TORRE DE MARATHÓN

Cedida

Con 12 años una portería se le cayó encima y le golpeó en la cabeza: «Fueron meses de mucha angustia, creo que ella no llegaba a expresar todo lo mal que lo pasaba; quería seguir disfrutando, pero le costaba»

13 abr 2025 . Actualizado a las 20:06 h.

Se suele decir que, de tal palo, tal astilla. Y Antía Veiga (Ames, 2009), portera del Dépor Abanca B, cumple a rajatabla ese dicho. Porque lo de ser portera lo heredó de su padre, Santiago. «Lo lleva en los genes. Ahí sí que puedo decir que salió a su padre. Jugué a nivel autonómico antes de sufrir una lesión de hernia discal», comenta. Ahora disfruta del fútbol a través de su hija.

Antía no solo se fijó en su padre, sino también en su hermano. De ahí viene su pasión por el fútbol: «Él jugaba en el Bertamiráns y ella iba a todos los partidos. Empezó a aficionarse y, a los cuatro años, ya nos pidió empezar a jugar». Y, aunque en un primer momento probó en otras posiciones, con seis años terminó bajo palos. Como su padre. «Hacía falta una portera en uno de los equipos y se apuntó ella de primera. Y ya se quedó, desde ese día le encantó. Hay que ser muy fuerte mentalmente», comenta Santiago.

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Él es su seguidor y fan número uno. «Voy con ella a todos los lados. Por mi lesión puedo estar a su disposición para ir a un lado y a otro», comenta. Pero, aunque le sigue bien de cerca, no es de dar consejos: «Si alguna vez me pide, sí. Pero no me gusta esto de que los padres machaquen a los hijos, pienso que es perjudicial».

Aunque Antía ahora progresa en su formación, «un episodio curioso» estuvo a punto de cortar su futuro en el fútbol. Con 12 años, mientras jugaba en el jardín con unos amigos durante las vacaciones, una portería de juguete se le cayó encima y le dio en la cabeza. «Cayó un poco desplomada. Al principio no era nada, pero a los dos días me dijo, ‘papá, me parece que no veo bien de un ojo'. La llevamos al hospital y le estuvieron haciendo pruebas, pero perdió la vista completa de un ojo», relata su padre, que añade que, a día de hoy, no saben exactamente lo que sucedió —«Dicen que pudo ser como un shock en el nervio óptico», resume—.

Después de un casi un mes ingresada en el hospital, regresó a casa sin haber recuperado la visión. «Fue mucha angustia, vivimos momentos un poco difíciles. Veías que ella sufría... Creo que se guardaba mucho para sí misma, no llegaba a expresar todo lo mal que lo pasaba. Ella quería seguir disfrutando, pero veías que le costaba», comenta Santiago.

Hasta que un día, de repente, recuperó la vista: «Pasaron tres meses y ella ya se iba defendiendo. Hasta que un día fui a despertarla y me dijo: ‘Papá, que ya veo del ojo'. Le marchó y le volvió la visión... Aunque seguimos con revisiones, quedó en un susto».

Aquello fue el inicio de un cúmulo de lesiones que terminaron marcando a Antía. «Después de estar tiempo parada, al volver a entrenar se lesionó, rompió fibras y, a los quince días, los ligamentos de un tobillo... Fueron seis meses mentalmente muy duros de llevar. Son cosas del deporte», relata su padre, que fue un apoyo para la portera durante ese tiempo, al igual que el resto de la familia.

«Es muy perfeccionista y autoexigente en todas las facetas»

La vida de Antía se ha convertido en un auténtico encaje de bolillos. Entrena cuatro días a la semana con el Dépor Abanca B y, para llegar hasta Abegondo, un bus la recoge en Bertamiráns a primera hora de la tarde. «No vuelve hasta las diez de la noche. Para los estudios... tiene que hacer muchísimo esfuerzo. Ella es muy exigente consigo misma, siempre dice que ella no estudia para sacar notables, sino para sacar sobresalientes. Es muy perfeccionista y autoexigente en todas las facetas», expone Santiago.

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Todo ello va ligado a la que, para su padre, es su principal cualidad. «Trabaja, trabaja y trabaja. Le gusta, es lo que más disfruta. Se le ha metido en la cabeza que tiene que intentarlo y cree que puede tener alguna posibilidad. La va a exprimir al máximo. Como padres, hacemos lo que podemos», apunta sobre el futuro de su hija en el Dépor.

«Bajo mi punto de vista, esta temporada está compitiendo. Tiene 15 años y está jugando con chicas sénior. Compite con otra portera, Martina [Rivas], que tiene 18. Se van turnando y van jugando la mitad de partidos. El Dépor Abanca B es el equipo menos goleado y van de primeras, pueden ascender», recalca.

Para Santiago, todo el esfuerzo y dedicación de Antía tuvo como premio su participación en la pretemporada del primer equipo —llegó a debutar en un amistoso contra el Oviedo celebrado en Abegondo—. Además de ir ganando relevancia en las filas blanquiazules, la coruñesa se ha convertido en una habitual en las concentraciones de la selección española sub-16. Su última estancia, unos entrenamientos en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.