Jordi Aragunde, Consejo Internacional de Estibadores: «La misma naviera que aquí paga 20 euros por hora de trabajo en África apenas da 1,50»

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Barcelonés con profundas raíces en Vilaxoán, el coordinador laboral internacional del IDC pelea para dignificar la vida y los derechos de los trabajadores en cualquier puerto del planeta
16 ago 2025 . Actualizado a las 04:50 h.Dentro del imaginario colectivo, los estibadores ocupan un espacio caracterizado por su combatividad, capacidad de organización y sentimiento de solidaridad. Charlar una mañana con Jordi Aragunde Miguéns (Barcelona, 1981) no solo refuerza esta idea básica. La proyecta, además, hacia la importancia real que este enorme colectivo de hombres y mujeres guarda para el funcionamiento del comercio internacional. Si el 80 % de las mercancías que se intercambian en el planeta lo hacen por vía marítima, ninguna de ellas llegaría siquiera a zarpar de su lugar de origen sin la intervención de los trabajadores portuarios que asumen su carga y descarga. Jordi mantiene un estrecho vínculo con Galicia y con Vilaxoán, de donde procede su familia y donde sus dos hijos se mueven como peces en el agua cada verano. Su abuelo Chuco O Carraño poseía barcos de pesca, y su padre, Valentín, navegó hasta que desembarcó en la capital catalana, en cuyo puerto comenzó a trabajar en 1978. Pronto se le uniría su mujer, Tonuca, para comenzar allí una nueva vida.
Orgulloso de un bagaje familiar que huele a mar por los cuatro costados, el nieto de O Carraño se desempeña como coordinador laboral internacional del Consejo Internacional de Estibadores (IDC por sus siglas en inglés), la principal organización mundial de trabajadores de su sector, que engloba a un centenar de entidades sindicales de cincuenta países y da voz a alrededor de 130.000 operarios. Él mismo dirigió el IDC entre el 2014 y el 2019, momento en el que el norteamericano Dennis Daggett tomó su relevo. Un año más tarde, el propio sindicato estadounidense lo propuso para el cargo que hoy ejerce, mano a mano con Daggett en la defensa de los derechos de su gente en cualquier puerto del planeta.
«Nada más entrar a trabajar en el puerto de Barcelona, mi padre y sus compañeros mantuvieron una huelga de 18 meses, así que puedo decir que soy hijo de aquella movilización», explica Jordi, que un buen día, con 19 años, se acercó a los muelles a echar una mano. Algo tendrá la estiba cuando aquel joven ya jamás se apartó de ella para irse formando desde las tareas más sencillas hasta el manejo de las grúas de contenedores, las más grandes y peligrosas con las que alguien puede operar. «La última especialidad que adquirí fue la de capataz. Prácticamente puedo descargar cualquier cosa, productos peligrosos incluidos, aunque, curiosamente, lo único con lo que no he trabajado es con pescado».
Su labor sindical arrancó en el 2005, cuando el puerto de Barcelona experimentaba un cambio generacional que llevó a una hornada de gente joven a asumir la representación de sus compañeros. En un principio coordinador de la organización mayoritaria en el área de Cataluña y Baleares, su proyección internacional a través del IDC le ha dado la oportunidad de conocer muy distintas realidades a lo largo y ancho del planeta. «He podido comprobar que, en ocasiones, los que crees que son muy buenos son, en realidad, muy malos, y al revés. Te pongo un ejemplo. Navieras que en occidente tratan a sus trabajadores muy decentemente, cuando van a África o a Centroamérica arruinan a comunidades enteras. La misma empresa que opera en Barcelona o Nueva Jersey, con el mismo barco, la misma grúa y la misma mercancía, puede pagar allí 20 euros por hora mientras en Abiyán [en Costa de Marfil, el puerto más importante del África occidental], como mucho 1,50». Este, reconoce Jordi, es el motivo fundamental que lo lleva a continuar en la pelea por conseguir derechos dignos para los estibadores, «sobre todo en las zonas del mundo menos desarrolladas».
El IDC funciona como un ente horizontal, capaz de desarrollar acciones directas de repercusión inmediata. «Tenemos dos objetivos a corto plazo. En Camerún, donde despidieron al líder del sindicato por plantear una huelga, y en Gambia, donde una empresa turca ha comprado el accionariado de los puertos y ha despedido a la mayoría de la gente sindicalizada».
Existe otro reto global: la correcta administración de los procesos de automatización. «Estamos a favor de la introducción de las nuevas tecnologías, siempre que se usen para mejorar la vida de los trabajadores, no para eliminarlos». Aunque existen estudios que demuestran que son menos eficientes y rentables, las grúas automáticas y los camiones autónomos avanzan en ciertos enclaves. Los estibadores ya les han doblado el pulso en los Estados Unidos, donde en octubre paralizaron 36 puertos e hicieron intervenir en el conflicto al mismísimo Donald Trump, y en Nueva Zelanda. El consejo ha convocado una conferencia internacional en Lisboa para abordar este problema: «Será el 5 de noviembre».

Alrededor del mundo. Su labor sindical lleva a Jordi Aragunde, que en la imagen participa en una asamblea en Estados Unidos, a recorrer el planeta. Pero ni él ni su familia se olvidan de regresar cada verano a Vilaxoán. Son, por cierto, orgullosos miembros de Blau Cel, la peña celtista de Barcelona.