Vigo acoge un experimento internacional para entender los efectos de las olas de calor marino

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La estación de Ciencias Mariñas de Toralla investiga cómo estos episodios afectan a los microorganismos de la ría
14 jul 2025 . Actualizado a las 22:03 h.Un barco fondeado frente a la isla de Toralla absorbe agua para las piscinas de la Estación de Ciencias Mariñas del Centro de Investigación Mariña (CIM) de la Universidade de Vigo. Se vuelcan en una gran piscina en la que hay seis grandes tanques de plástico (mesocosmos), con capacidad para almacenar 1.500 litros. Tres de ellos mantienen el agua a la misma temperatura que la de la ría, los restantes siempre a tres grados más. El investigador José González indica que es el incremento medio que registran desde el observatorio cuando hay olas de calor marino, un fenómeno que cada vez es más habitual en las Rías Baixas y en otros tantos mares del mundo. Vigo registró en junio la ola de calor en el mar más prolonga e intensa desde que tienen registros en la estación. Además, «también se alcanzaron los 23 grados de temperatura en la ría, la cifra más alta en un mes de junio», añade González.
«En tierra es más fácil analizar cómo una ola de calor afecta, por ejemplo, a un pasto, pero en el mar es mucho más difícil porque está en constante movimiento. Nada permanece igual», explica el investigador principal del grupo de Oceanografía Biolóxica del CIM, Emilio Fernández. Quieren saber el impacto real de estas olas de calor en la ría y, sobre todo, en su microbiota, es decir, el conjunto de microorganismos que habitan en la costa de Vigo incluyendo bacterias, virus o microalgas. Para dar respuesta a esta pregunta nace el experimento Cellbloom, un proyecto que desarrollan junto al European Molecular Biology Laboratory (EMBL), que ha trasladado a la ciudad un laboratorio de alta tecnología a bordo de un camión para analizar todos los resultados casi en tiempo real.
Para que el experimento se realice correctamente los seis tanques de la piscina se deben rellenar con cuidado. La presión con la que el agua se extrae de la ría no puede ser muy alta, ya que podría asesinar o alterar a una parte de los microorganismo recogidos. Una vez llenos, un sistema de sensores mide y registra en tiempo real la temperatura, la salinidad y el PH para que se mantenga al mismo nivel que es la ría. De esta manera pueden ver cómo evolucionan los mismos microorganismos a la temperatura ambiente y cómo lo haría si el agua estuviera tres grados por encima. «Este montaje experimental coloca al CIM entre los centros a nivel mundial capaces de reproducir y estudiar bajo condiciones controladas, pero próximas a las reales, el impacto de las ondas de calor marinas», destaca Fernández.
Desde mañana a finales de mes, los investigadores extraerán de estos tanques muestras de agua para hacer el seguimiento de estas poblaciones de microorganismos. Después los llevarán al camión del EMBL para que el director del laboratorio móvil, Niko Leisch, y su equipo puedan analizar las muestras. «Aquí trabajamos con tecnología que todavía no ha salido al mercado», explican. Las tomas de agua primero se observan en un microscopio básico para conocer la instantánea general de las especies que hay, después se pasan a otro mucho más completo. «Es capaz de analizar célula por célula», indica Leisch. Un técnico introduce la muestra en la máquina y esta ofrece un gráfico con todos los microorganismos presentes en el agua. Los que aparecen en mayores concentraciones se colocan al principio y los que se repiten menos al final. El microscopio también les permite aislar células que luego someten a láser para estudiar su exterior con profundidad o congelarlas con nitrógeno líquido para llevarla a otro microscopio para poder estudiar su interior.

Una planta marina contra las marea rojas
El equipo del CIM también ha aprovechado la colaboración con la European Molecular Biology Laboratory para poder verificar el estudio con el comprobar el potencial que tienen los compuestos liberados por la planta zostera marina, presente en varias zonas de la ría de Vigo, sobre todo en la ensenada de San Simón, para inhibir el crecimiento de las microalgas tóxicas que provocan las mareas rojas, un fenómeno que perjudica gravemente la biodiversidad marina y afecta a actividades económicas como la pesca y el marisqueo.
Para realizar este experimento llenan seis tanques con muestras de agua que contengan microalgas tóxicas. Esta misma mañana un equipo del CIM zarpó para conseguirlas en la ensenada de Baiona, «donde las hemos detectado previamente». Con el mismo método que se utiliza para el experimento de las olas de calor, los investigadores analizarán la evolución del microorganismo en tres recipientes sin intervención y en tres en los que se añade el productor producido por la zostera.
Todas estas muestras se someterán posteriormente a los microscopios avanzados del EMBL. «Aquí podemos ver porque se produce el efecto que comprobamos en los cultivos de laboratorio», explica Fernández. El experimento del CIM mostró que la zostera provocaba que las células de las microalgas tóxicas «dejaran de reproducir o, incluso, se autodestruyeran». La colaboración con la entidad europea les ayudará a validar este descubrimiento y a «explorar posibles soluciones naturales y sostenibles para mitigar el impacto de las mareas rojas»,
La campaña cuenta con el apoyo de cerca de 40 investigadores procedentes del EMBL, el CIM, el Biology Centre de la Academia Checa de Ciencias, el CNRS de Francia, la Universidad del Minho y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Además, «muestra el valor que tiene Vigo como emplazamiento para la ciencia internacional».