



Laureano Rodríguez será distinguido como el decano de la cofradía de Baiona, tras toda una vida dedicada al mar
10 jul 2025 . Actualizado a las 09:04 h.En plena posguerra, Laureano Rodríguez Ratel (Baiona, 90 años) se subió por primera vez a un barco. Tenía diez años. En ese preciso instante, ese niño desconocía que la novela de su vida iba a sufrir un cambio trascendental. La sal marina, las redes de pesca y los barcos se convirtieron en los personajes que le acompañarían treinta años de manera directa, pero durante toda su vida en su recuerdo y corazón.
No fue una decisión premeditada que aquel joven, el tercero de catorce hermanos, se adentrase en la inmensidad del mar. El hambre y la miseria de la época lo lanzaron a esos brazos, que lejos de capturarle a traición y retenerlo en contra de su voluntad, se dejó abrazar por ellos, moldeando la venerable figura que Baiona homenajea este domingo en el puerto pesquero. «Se vivía mal, sin comer y sin nada. Fui al mar para comer, había que ir a allí porque no había nada para comer. No es como ahora», confiesa.
Desde el Primavera hasta el Erizana, La Rosita o La Lolita, Rodríguez navegó en distintos barcos por las aguas de las Rías Baixas. Su larga trayectoria en el mundo marinero hace que su historia vital sea un anecdotario interminable lleno de hazañas y aventuras de las que se enorgullece cada vez que las recuerda. «Yo iba en una barcaza para transportar cien toneladas de arena desde el río Miño hasta Guixar y en Baiona se rompió el motor. Yo llevé esa barcaza con remos hasta allí. ¿Quién hace esto? Nadie en el mundo lo hace», presume.
Su unión al mar fue tan estrecha que de no ser por él, no hubiera conocido a Esmerilda, su mujer. Ella era redera en el puerto de Baiona, ese por el que en innumerables ocasiones transitó, y tras verla quedó fascinado. «Andaba con los aparejos y con las redes y paseando por ahí, un día, la conocí», relata con cariño. Con el tiempo formaron una familia. Tienen tres hijos y seis nietos.
Pese a que el mar ha sido su vida, no toda su vida ha sido en el mar. A esos tres decenios en el agua, le sucedió una etapa como albañil, un gremio que conocía a la perfección por ser hijo de uno. A su ciclo en la albañilería le siguió unos años como vigilante antes de retirarse merecidamente «hace un par de días», según él mismo, del mundo laboral dejando atrás toda una vida consagrada al trabajo y al esfuerzo diario.
Sobre todo lo vivido, el mar jugó un papel fundamental en la forma de ser de Laureano. Él mismo asegura que el mar «le enseñó a trabajar y a vivir la vida», una declaración que sintetiza el peso que el trabajo y el mar tienen en él.
Para un baionés de nacimiento, que durante toda su vida vivió en su pueblo y que cada vez que pasea por sus calles es reconocido por sus paisanos, la metopa de la cofradía que recibirá como el marinero de mayor edad del lugar, resulta un honor. «Me siento muy orgulloso de ser de Baiona, de ser de un pueblo de marineros. Estoy orgulloso de ser del mar, y agradecido con todos», manifiesta contento el propio Laureano.
En un día importante para él y los suyos, fue precisamente de ellos de quien se acordó en primera instancia tras conocer que será reconocido con motivo de las Fiestas del Carmen este fin de semana. El domingo, lo acompañarán a recoger su reconocimiento después de la misa que se celebrará en el puerto pesquero a las 17.00 horas. El día del mar finalizará con la tradicional procesión.