Cuando antes alguien no sabía leer o escribir sentía vergüenza y, no solo eso, sentía el rechazo de saberse excluido del mundo, y la desazón que da la invalidez de la falta de conocimiento. Por eso, quienes no tenían la posibilidad de aprender las letras y defenderse de la opresión de esa carencia, en cuanto podían, ponían todo su empeño en aprender, en estudiar, en leer, en saber para vencer el miedo que genera no enterarse de nada. Lo vemos a diario en la emoción que le produce a un niño que es capaz de leer por primera vez su nombre o cuando se le llenan los ojos de aventuras con su primer cuento. Pero el conocimiento, la lectura profunda, no siempre provoca gozo, porque requiere esfuerzo, voluntad, y un empeño que puede conducir a que se remueva lo más íntimo. Todo eso, claro, es complicado que lo sepa María Pombo, la top de las influencers españolas, que se dedica a mostrar su vida en Instagram, contando cómo viste, cómo son sus hijos, su marido, o las fiestas que se pega con sus hermanas. Ella ahora ha salido a confesar que no lee, que no le gusta y que no pasa nada, que ese melón hay que abrirlo sin complejos... ¡Qué le vamos a hacer! Es ese orgullo de la ignorancia que, en estos tiempos, tienen aquellos que están sobrados de likes y flotan en la superficie. Pero no hay que tomárselo tan a pecho. María Pombo no es nadie. Nadie, quiero decir, importante.