Manuel Félix, el periodista gallego que recorrió El Congo en canoa

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

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Este escritor de Ourense ha pisado medio mundo, especialmente África

29 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El periodista Manuel Félix (Ourense, 1964) recuerda con algo de nostalgia el día en el que consiguió entrevistar, un poco a traición, al expresidente uruguayo José Mújica. Porque Félix, veterano que emplea su pluma en el Diario de León, ha llevado siempre hasta las últimas consecuencias eso de «el no ya lo tienes». Lo de Mújica, por ejemplo, fue una verdadera persecución. Se plantó un día en la puerta de su casa. Allí le dijeron que no estaba, que pasaría el día en un mitin a casi 400 kilómetros. Volvió a montarse en el coche y puso rumbo inmediato para allá.

Encontró al más carismático de los líderes latinoamericanos, hoy tristemente desaparecido, dirigiéndose con su pasión de siempre a una congregación entregada. «Ahí sí conseguí pillarlo, y al final pasé con él varias horas», recuerda Félix mientras se sonríe.

Como buen periodista, es un espíritu inquieto. De los de la vieja escuela. Ha recorrido medio mundo y ha visto cosas que harían languidecer la trama de muchas películas de género aventurero. Como Allan Quatermain, se dejó el corazón en África.

No fue de turista. Fue a zambullirse hasta la coronilla. Durante 35 días, atravesó el Congo de punta a punta en canoa, como parte de una expedición en la que participaron otros 16 occidentales de varias nacionalidades. Los acompañaban tres guías oriundos. Recorrieron 1.400 kilómetros en una tambaleante y modesta embarcación.

No es oficio para cínicos

En el corazón del continente más indómito descubrió, cuenta, lo que es vivir con la incertidumbre constante de no saber cuándo será la próxima comida. «Cuando volví, valoré infinitamente más las cosas que aquí son rutinarias. Como comer bien o beber. Allí no sabías lo que sucedería a la hora siguiente. De regreso de nuestro viaje, nos enteramos de que a uno de los guías lo mataron unos asaltantes poco después de irnos nosotros».

Sirvió su peregrinaje para hacer detallado inventario de las grandezas y las miserias de la especie. Porque África es una tierra donde lo humano y la alegría y la bondad contrastan a diario con lo espantoso, el horror, la violencia y la avaricia. «En el Congo mataban a gente a machetazos para ahorrar balas. Y está lleno de corrupción. Yo había visto cosas por el mundo, pero como aquello nada. Es un país aislado y saqueado donde la gente vive en la verdadera miseria. Allí son hereditarias la riqueza y la corrupción, y tenemos mucha culpa los países occidentales. Todos han explotado esa tierra, desde China hasta Estados Unidos».

Lo sorprendente, lo reconfortante, es que, a pesar de haber mirado a los ojos al diablo y a la muerte, Manuel Félix se negó, al contrario de lo que hicieron otros en botas similares, a volverse un cínico. Sigue creyendo en la gente y en un mañana mejor de personas que se ayudan. Sigue creyendo también en el periodismo que, advierte, no está solo en la Casa Blanca o Moncloa, sino en «todas partes».