El Concello recurrirá a restauradores expertos en bronce para mantener la escultura, que el fallecido César Lombera mimó y alteró en cinco ocasiones
01 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El pasado domingo falleció el autor de las Marías. De las Marías y de decenas de esculturas más que embellecen distintas localidades gallegas, pero con ninguna como la de Alameda de Santiago llegó César Lombera (Baracaldo, 1953-Catoira, 2025) a impactar tanto hasta colarse entra la pétrea iconografía compostelana. Con él se va su talento artístico para trabajar el bronce, pero también un documentado estilista que no dudó en ir alterando la imagen de Maruxa y Coralia Fandiño en las últimas tres décadas.
La base de la escultura nunca se modificó por lo que los vestidos y complementos han sido siempre formalmente los mismos, pero hasta en cinco ocasiones distintas, aprovechando labores de restauración, fue cambiando los colores. Lombera, que llegó a estudiar dos años Económicas en Santiago a principios de los años 70, conoció personalmente a las hermanas Fandiño, pero cuando se enfrentó por primera vez al reto de representarlas no tenía muchas fotografías de ellas. Aunque la escultura se inauguró en 1994, el vasco llevaba ya nueve años rondando al entorno del entonces alcalde Xerardo Estévez para que la idea fructificase.
Los colores, decía el artista de su obra, eran una fiel representación del fondo de armario de las dos hermanas, que eran modistas, y cuya historia se ha revestido y politizado hasta convertirlas en un símbolo local de la represión franquista, aunque popularmente solo eran «Las dos en punto», conocidas por sus metódicos paseos luciendo ropa extravagante para la época. «A forma de vestir expresaba a súa concepción da liberdade», explicaba el escultor durante una de las múltiples rehabilitaciones que acometió.
Para el primer pintado eligió el rojo para Coralia y el azul para Maruja, que son los que han trascendido como originales y que más tarde recuperó con algunas variaciones. Después fueron apareciendo documentos gráficos de particulares, lo que invitó al Consorcio de Santiago a reeditar en el 2007 una primera publicación de 1994 sobre la escultura, con nuevos textos y materia fotográfico inédito. En estas imágenes se ha basado siempre Lombera para ir introduciendo nuevos looks, como el impactante traje a rayas de Maruxa y el abrigo rojo de Coralia.
El guiño republicano
La prenda amarilla que ahora lleva la hermana menor tampoco es caprichoso, ya que está documentado en al menos dos fotos, aunque Lombera también explicó que su querencia por este color, combinado con elementos rojos y morados, también eran una referencia a la bandera republicana, una elección que en realidad atribuía a las propias hermanas.
De lo que no se ha librado la escultura en las últimas tres décadas es del vandalismo, especialmente incisivo entre los años 2008 y 2013. A Lombera le molestaban estos ataques, pero siempre quitó hierro sobre el impacto real que suponían sobre su obra, porque como él decía, se podrían limpiar a diario con una bayeta y algún liquido de limpieza anticorrosivo porque la pintura utilizada, sobre barniz, es la misma que se aplica en los coches.
El Concello de Santiago ya ha anunciado que, al igual que ha sucedido en otras ocasiones, recurrirá a algún restaurador experto en bronce para abordar cualquier reparación, pero sin decidir todavía si el actual aspecto, renovado en mayo del 2018, se mantendrá para siempre o si se atreverán a rebuscar en el fondo de armario fotográfico para actualizar su provocadora e icónica imagen.
Carolina Lombera: «A mi padre le gustaría que se mantuviese el cambio de colores»
La familia de César Lombera se enfrenta estos días a la siempre complicada tarea de revisar los objetos de alguien querido y recién fallecido, con el reto de poner un poco de orden en su taller de Catoira, donde hay material acabado y en producción, y decidir así su futuro, «porque ni mi hermano ni yo nos podemos seguir con él». Pendiente todavía de contactar con David, su último ayudante, su hija Carolina expresa su deseo de que todas las obras de su padre «se valoren y se mantengan en el tiempo», y especialmente las Marías: «Le gustaría que se mantuviese la tradición del cambio de colores, porque decía que era la esencia de ellas», comenta.
Aunque con menor actividad, «él siguió dándole vueltas a proyectos hasta los últimos días». De hecho, tenía más propuestas para Santiago, y conversaciones pendientes con la Catedral sobre los gigantes y cabezudos, que él conservó y cuidó durante años en su estudio. Y le quedará la espinita, dice su hija, de no haber hecho alguna pieza para las calles de Compostela de su compañero el escritor de teatro y actor Roberto Vidal Bolaño.
En estos momentos la familia desconoce si Lombera tenía preparado o pensando algún modelo nuevo para las Marías, pero eso es algo que sabrán cuando finalice la revisión del material del taller y del conocimiento que tenga David, su colaborador, que ya intervino en la escultura de Santiago. «Él conoce la técnica para hacerlo. Seguro que está a disposición para ayudar, y nosotros, en lo que podamos, también», afirma Carolina.
Últimos paseos por la Alameda
En el último año, ya enfermo, la familia de Lombera lo acompañó en varias ocasiones a pasear por la Alameda. Esas caminatas mezclaban placer y trabajo, porque el escultor aprovechaba para comprobar el estado de las Marías, pero también de otras dos piezas menos populares pero en las que también puso mucho empeño y talento: la más reciente es la de Isaac Díaz Pardo, y la otra, la del Valle-Inclán que mira a la Catedral sentado en un banco, a la que en alguna ocasión tuvo que reparar sus gafitas, también víctimas del vandalismo. La otra huella que queda en la ciudad es la escultura de Pablo Iglesias, en el parque del mismo nombre, en el entorno de San Caetano. Pero por las que más miraba era por Coralia y Marujita, «cinguidas sempre, orgullosas de si mesmas, desafiantes...».