Nicoletta Peña, paciente con cáncer de mama: «Nunca tuve miedo: mi madre tuvo cuatro y sigue aquí»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

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Nicoletta Peña acabó hace mes y medio el tratamiento de quimioterapia.
Nicoletta Peña acabó hace mes y medio el tratamiento de quimioterapia. Miguel Villar

La ourensana se operó en marzo de su tercer tumor en un pecho

22 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

A sus 52 años, la ourensana Nicoletta Peña lleva más de 15 conviviendo con el cáncer de mama. No siempre ha estado ahí, pero tampoco le ha dado demasiada tregua. De hecho, a finales de marzo afrontó su tercera operación de pecho.

Todo comenzó cuando tenía 38 o 39 años. No sabe precisar la fecha. En aquel entonces era un precáncer, dice. «Había células malas y como mi madre tuvo cuatro cánceres de mama decidieron limpiar la zona», relata. No precisó tratamiento complementario, solo revisiones. Durante dos años la llamaron para hacer mamografías, pero después se percató de que no la habían citado y lo habló con su médico de cabecera, que la derivó a hacerse la prueba. Los resultados arrojaron que había vuelto el cáncer y que era malo. Tenía 45 años. «Me hicieron una cirugía conservadora y me dieron radioterapia», relata. Como no había afectación a los ganglios y en vista de que su cáncer era hormonal —no tenía nada que ver con la herencia genética— le dieron tamoxifeno, un tratamiento que siguió durante algo más de cinco años, el período máximo. «En ese tiempo vieron que seguía teniendo la regla y en Oncología entendieron que eso no era bueno, así que por prevención me extirparon el útero y los ovarios», relata. Pesaban, dice, los antecedentes de su madre, que también lo tuvo, al igual que su abuela —y que además falleció por esta causa—.

Al acabar con el tamoxifeno pasó un año bien, hasta que la mamografía relevó otro tumor en el mismo pecho. «Era muy malo y afectaba a un ganglio centinela», relata Peña. En marzo le quitaron la mama y los ganglios y le dieron quimioterapia. Confiesa que ahí se derrumbó. «Yo nunca le tuve miedo a la palabra cáncer porque mi madre tuvo cuatro de mama y uno de útero y la tengo aquí con 82 años. Yo no tuve una experiencia trágica, sino que veo que se sale», relata.

Reconoce que cuando le hablaron de la quimioterapia se asustó. «Tenía miedo. Cuando te la dan no es por nada bueno. Esa palabra la interiorizo como algo delicado», confiesa. Era más una cuestión mental que física. Siempre llevó el pelo corto, así que no le supuso un gran trauma que se le cayese. Eso sí, asegura que le costó entender perder las uñas de los pies cuando ya había acabado las sesiones. Las remató hace mes y medio y ahora está con un tratamiento de hormonoterapia con anastrozol que le han dicho que la acompañará durante seis años.

Lleva siete meses de baja, pero se está recuperando y espera poder reincorporarse al trabajo en enero. «Ya estaba en la misma fábrica de piezas de coche cuando tuve el primer cáncer y ahí sigo», relata. Destaca que siempre ha encontrado apoyo en el trabajo a su situación y que la vez anterior, tras la cirugía, le ajustaron el puesto de trabajo para que estuviese más protegida. Por eso quiere volver. Se esfuerza cada día en mejorar su evolución: «Por mucho que cueste a veces, hago mucho ejercicio y llevo una dieta sana y saludable». Dice que fue a raíz de esta tercera operación cuando contactó con la Asociación Española contra el Cáncer en Ourense. «Me ayudaron muchísimo a ver muchas cosas, a entender la importancia de llevar una vida lo más sana posible y de estar activa», señala. Solo lamenta no haberlo hecho antes, porque encontrar a gente que está pasando lo mismo que tú se convierte en una ayuda. «Yo los dos anteriores los pasé sola y eso no es bueno», asegura.

La delegación ourensana de la Asociación Española contra el Cáncer salió ayer a la calle para reivindicar la importancia de los cribados
La delegación ourensana de la Asociación Española contra el Cáncer salió ayer a la calle para reivindicar la importancia de los cribados Miguel Villar

Vida sana y sin estrés

Cuenta que va a pilates y a aquagym. «Ahora a la piscina voy con los jubilados del Inserso, pero cuando vaya cogiendo más fuerza iré con gente más joven», cuenta entre risas. Además, está convencida de la importancia de mantener las buenas costumbres cuando vuelva a su vida laboral. «El ejercicio es muy bueno para eliminar la toxicidad de los tratamientos», remarca.

Nicoletta explica que el cáncer, sobre todo este tercero, le ha enseñado a levantar el pie del acelerador. «Si tienes uno hereditario, igual lo tienes con 35 o con 82, pero lo vas a tener. Pero los hormonales se pueden evitar», asegura. Y eso pasa por llevar una vida sana y sin estrés. «Yo no vivía mal, pero sí estresada, siempre con eso de tener que llegar a todo, y no siempre se puede», señala. Dice que es fundamental cambiar el chip. «Eso es primordial, porque si no, puedo sentarme a esperar el cuarto cáncer», dice convencida. En todo caso, tiene claro que el consejo vale para todo el mundo, también para la gente sana: «Hacer ejercicio y comer bien nunca es malo».

Asegura que nunca necesitó apoyo psicológico y lo achaca a su familia: «Siempre me he sentido muy arropada». Habla sin tapujos de su enfermedad y se permite incluso bromear con algunos aspectos, menos con lo de hacerle caso a los médicos. Cuenta que en la sala de espera de oncología ha escuchado a otras mujeres decir que no se tomaban el tamoxifeno porque engordaban y se veían viejas, o que se saltaban alguna revisión. «Yo nunca lo he hecho y por eso siempre me lo han cogido a tiempo», remarca.