Pesadilla

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

Carlos Castro | EUROPAPRESS

02 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Agosto se diluyó entre cenizas. Se quemaron el verano y los montes mientras los cuerpos se tostaban al sol del Atlántico y las fiestas estallaban en decibelios. Las multitudes se desvanecieron y cada uno regresa a su redil. Las olas ya han borrado las huellas de las pisadas en la arena de las playas. Se quedan ahora los pueblos vacíos, rumiando la soledad, poblados de viejos que van olvidando los recuerdos de una vida que ya no hay quien la repita. Los hijos, los nietos y los visitantes pasaron como aves migratorias que apenas dejan unas pajas retorcidas de un nido ya deshecho. Allá se van, con experiencias perdidas en las redes sociales, cada vez más contaminadas de desapego. Es la futilidad de la sociedad del cansancio, que pasa de la algarabía al abandono, del bullicio al rito callado del día a día. La alarma, la destrucción del fuego y la asfixia del humo dan paso al olvido que las lluvias del invierno se encargarán de arrastrar con las cenizas en riadas. Sería necesario sacar lecciones. El error más grave es aquel del que no se aprende nada. Vuelve septiembre y lo único que no ha descansado en agosto fueron las bombas y la muerte, que sigue a la caza de inocentes. La paz continúa secuestrada, atada a un árbol en algún bosque perdido de la indiferencia de la humanidad. La fuerza siempre atrae a los hombres de baja moralidad, como un día diría Einstein. Se les ha puesto la piel dura y los crímenes no cesan. Vivimos tiempos en los que las leyes permanecen calladas y los derechos humanos se han quedado en papel mojado en charcos de sangre. Hay demasiado ruido y no se escuchan los gritos de socorro. ¿Despertaremos de la pesadilla?