Para Renfe, ¿existe Galicia?

OPINIÓN

Si a una primavera excepcionalmente lluviosa en la península ibérica, con unos meses de marzo, abril y mayo en los que la lluvia registrada por la Agencia Estatal de Meteorología ha sido un 50 % superior a la media histórica del período 1981?2010 y con un mes de marzo con el segundo registro más alto desde 1981 (131,6 litros de media, únicamente superados por los 166,1 del año hidrológico 2012?2013), añadimos unas temperaturas superiores a la media histórica, un episodio de calor extremo y prolongado y el abandono de nuestros pueblos y montes, nos encontramos ante el escenario adecuado para que la peor ola de incendios forestales en décadas.
Una situación terrorífica que afecta especialmente a la provincia de Ourense y ante la cual nuestros esfuerzos y energías deben centrarse en movilizar todos los medios que permitan su superación.
La evidente necesidad de dedicar todos los esfuerzos, en primer lugar, a las labores de extinción, no debe impedir realizar alguna reflexión con respecto a una de las consecuencias de los incendios: la suspensión de las conexiones ferroviarias de alta velocidad entre Madrid y Galicia.
Sin duda que la seguridad debe primar sobre cualquier otra consideración y, por lo tanto, nada que cuestionar a la suspensión de los servicios ferroviarios. Lo que resulta más difícil de justificar es la actuación de Renfe frente a la incidencia, especialmente al constatar la prolongación de la suspensión día tras día: ofrecer la devolución del coste del billete, o dar como alternativa el viaje a Zamora, son a todas luces dos alternativas claramente insuficientes, que ponen de manifiesto la falta de respeto de una compañía hacia sus clientes.
Es habitual que ante una incidencia en la red, o cuando se ejecutan obras que impiden la circulación, el operador ferroviario habilite transporte alternativo por carretera, para posibilitar la continuidad del servicio. Así actuó Renfe con motivo de las obras de la vía entre Ourense y Monforte y también con motivo de la implantación del sistema ERTMS en el eje Atlántico. Al operador corresponde explicar por qué no ha adoptado una alternativa similar ante una situación extraordinaria que se prolonga en el tiempo.
En definitiva, los usuarios de la línea de alta velocidad Madrid?Galicia, que sufren los habituales e injustificados retrasos frente a los tiempos de viaje comprometidos, así como el sobrecoste del billete, como consecuencia de la falta de competidores en la línea, han visto cómo se suspende el servicio en pleno puente de agosto, sin ofrecer alternativas razonable alguna.
Frente a esta realidad, el pasado mes de mayo, Renfe y el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible publicitaron las mejoras que se implantaban en la línea de alta velocidad Madrid-Galicia con motivo del inicio de la campaña de verano: 11 servicios y más de 5.500 plazas diarias en cada sentido, para facilitar una conexión fiable, rápida, segura y sostenible. Un anuncio con tintes triunfalistas que, pasados tres meses, se ha enfrentado a la cruda realidad. No estaría de más que la misma diligencia empleada por el ministerio con la publicidad de las mejoras la aplicara en la búsqueda de una alternativa a los miles de usuarios atrapados sin alternativa alguna.
Tiempo habrá para conocer si las características de la línea de alta velocidad a su paso por el macizo central —con una sucesión de túneles y viaductos que sobrevuelan los valles y toda la masa arbórea— la hacen vulnerable a la tipología de incendios que estamos sufriendo, o sí el administrador de infraestructuras ferroviarias no había realizado las labores de gestión de la biomasa, que dificultarían la aproximación del fuego a las vías.
Con independencia del referido análisis, así como de la implantación de las medidas que, en caso de existir, permitan la no repetición de circunstancias semejantes, los más de 11.000 usuarios diarios de la línea merecen un mayor respeto y consideración que la simple constatación de que estamos ante una catástrofe imprevisible.