
Un domingo sin Liga y sin Juegos, también sin motos ni fórmula 1, ni menos todavía un Mundial de fútbol, y concluida ya la Eurocopa femenina. Un día cualquiera, como ayer, en algún lugar del mundo, una deportista gallega se reivindica a lo grande. Se reivindica, y no triunfa, sin más añadidos, porque desde que las mujeres españolas superaron a los hombres en número de medallas en Londres 2012 hasta hoy, ya recorrimos un camino maravilloso para disfrutar de los éxitos de ellas; pero todavía no basta. Aún queda un trecho para que tengan los mismos apoyos, facilidades y reconocimiento. En este domingo cualquiera resuena el eco de que Jéssica Bouzas, que aprendió a jugar al tenis en las pistas del Rial de Vilagarcía guiada por otro chico de aquí, Dani Otero Walters, derrotase en Cincinnati a Leyla Fernández, que asombró al mundo cuando hace cuatro años fue subcampeona del US Open. En la otra punta, en los Juegos Mundiales de Chengdú (China), una rapaza de Ponteareas volaba para describir una maniobra nunca vista hasta ahora desde el mini tramp: barani carpa triple. Su pirueta, en la exigentísima modalidad de la gimnasia de trampolín, desafió las leyes de la gravedad y, de paso, valió un récord del mundo. Y a última hora del día, todavía faltaba que la ourensana Inés Sotelo —criada en los valores del deporte por dos pioneros, los lanzadores olímpicos Julián y Marta, de cuando los éxitos, entonces sí, escaseaban— pelease por el título europeo sub-18 de baloncesto.
La lista de referentes gallegas actuales es larga. Y no se agota en las Portela, Peleteiro, Echegoyen, Toro, Abelleira... Ahora mismo está emergiendo otra fenómena en algún punto del país. De las que iluminarán cualquier futuro domingo de agosto, por pura rutina, por puro esfuerzo y talento.