
Aquel año de 1963, Hollywood aún mantenía el esplendor de sus mejores tiempos como la meca del cine. En esa edición, como todas las que le precedieron, la obtención de un Óscar no era tarea sencilla, por la alta calidad de las películas. En ese año compitieron títulos que todavía perduran en la memoria del buen cine: Tom Jones, Los lirios del valle, La conquista del Oeste, Irma la dulce, 8 y medio o Cleopatra, entre otros títulos. Stanley Kramer, uno de los grandes productores y directores de Hollywood, competía con El mundo está loco, loco, loco, loco.
La cinta solo ganó el Óscar a los mejores efectos de sonido, pero obtuvo un Globo de Oro a la mejor comedia y los críticos de Nueva York la nominaron como la mejor película del año, mientras que el American Film Institute la sitúa entre las cien mejores comedias del cine americano. Muy recomendable para ver en familia esta hilarante y desopilante comedia, donde todos los protagonistas son pícaros y que encierra una profunda moraleja: la avaricia y la codicia destrozan al ser humano y tiene su castigo.
Avaricia y codicia es en gran parte lo que está volviendo loco, loco, loco, loco al mundo. Actualmente se mantienen activos, donde la gente muere a millares y sufre (hay que recordarlo), unos 57 conflictos violentos en el planeta. Solo en el Congo se calcula que han muerto más de seis millones de personas desde la descolonización y quizá me quede corto.
Paradójicamente, el Congo es un país inmensamente rico y ese es su verdadero talón de Aquiles. La avaricia y codicia de sus caciques y la cleptocracia cruzada con los intereses de algunas potencias por sus riquezas naturales hacen el resto. Y así con casi todos los conflictos.
Claro que las guerras y los conflictos originan cambios profundos. Por ceñirnos solo al siglo XX, la Primera Guerra Mundial derribó el Imperio Otomano y el Austro Húngaro e hizo emerger a Reino Unido y Francia como potencias aún más colonizadoras. La Segunda Guerra Mundial acabó con la hegemonía del Imperio británico e hizo emerger a EE.UU. y la URSS que provocaron la Guerra Fría.
La caída del muro de Berlín dejó a EE.UU. como potencia hegemónica mundial, pero fueron precisamente los norteamericanos quienes apoyaron a comienzos de este siglo XXI a China para que entrara deprisa y corriendo en la Organización Mundial del Comercio (OMC), antes incluso que a Rusia.
De ser un inmenso mercado con más de 1.300 millones de consumidores al que Estados Unidos pretendía «invadir», la China comunista aparcó la dictadura democrática socialista y la convirtió en una dictadura cleptocrática capitalista del PCCH. Con muy buenos resultados económicos, por cierto. Pura teoría de Deng Xiao Ping: qué importa que el gato sea negro o blanco, lo que importa es que cace ratones. Y nada (o poco) más.
Ahora, además de la avaricia y la codicia, hay que sumar el uso cada vez más recurrente de la propaganda y de la mentira, sobre todo de la mentira. Llegados a este punto hemos de constatar que la mentira es un fraude (sin más calificativos) y el fraude es corrupción. Algo de esto sabemos en este país, y lo estamos constatando en los últimos días (y posiblemente también en los próximos).
Ciertamente, el mundo está loco, loco, loco, loco. Como siempre.