No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Hay un momento en el que a los que viven de la trola y la ficción en las redes y en algunos platós de televisión, se les acaba la moneda y el tiovivo deja de girar: les llega su San Martiño.
Tenemos ejemplos clamorosos de desinformadores que han acabado retratados. El primero es Frank Cuesta. El yutubero confesó que no era ni veterinario ni herpetólogo. Reveló que había comprado animales. Y explicó que se había inventado que tenía cáncer.
El personaje y las polémicas habían devorado al leonés. Su canal tiene 4 millones de suscriptores. Ahora que ha revelado que lo suyo es la ficción, ¿dejaran de seguirlo? No apuesten por ello. Tampoco confíen en las verdades de Iker Jiménez. El conocido presentador fue decisivo para impulsar el bulo más escandaloso de la dana, el de los supuestos muertos ocultados en el párking de Bonaire. Ahora lo niega. Pero vídeos de su programa y su mensaje diciendo que «hay muchos cuerpos» lo desmienten.
Jiménez juega con la realidad. Y ejerce de trumpista y negacionista. Esas mismas banderas las ondeaba el Capitán Bitcoin, un referente ultra en X que se escondía bajo un seudónimo para decir trolas como que «el PSOE va a meter a 5.700 inmigrantes en un pueblo de Asturias» o propagar todo tipo de desinformación a la vez que atacaba a «la dictadura progre». Y que abandonó la red al ser desvelada su identidad real. Además de bulero, resulta que se gana la vida como enfermero.