Roberto Colom y Juan R. Ordoñana, expertos en ADN: «No hay dos genomas iguales y por lo tanto, no hay dos cerebros iguales»

ENFERMEDADES

Los expertos destacan que el ADN constituyen «los cimientos de nuestra singularidad»
11 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Roberto Colom y Juan Ramón Ordoñana defienden que el ADN constituye los cimientos de nuestra singularidad. Siguiendo sus instrucciones se construye nuestro cerebro, «sobre el que los científicos suponemos que se apoya lo que piensas, lo que recuerdas, lo que comprendes y lo que sientes; en definitiva, lo que eres», sostienen en su libro Eres tu ADN (Ariel, 2025).
El primero es catedrático de psicología diferencial en la Universidad Autónoma de Madrid. Es autor de más de veinte libros y ciento setena artículos científicos y forma parte de una selecta lista elaborada por la Universidad de Stanford (Estados Unidos) que recoge los científicos más relevantes a nivel internacional. Por su parte, Juan Ramón Ordoñana es catedrático de psicobiología en la Universidad de Murcia (UM) e investigador principal en el Instituto Murciano de Investigación Biomédica. Ha sido investigador visitante en el Social, Genetic and Developmental Psychiatry Centre del King's College de Londres, la VU University en Ámsterdam y el QIMR Berghofer Medical Research Institute en Brisbane, Australia.
—Partiendo de la base, ¿qué es el ADN?
Juan R. El ADN es la información que está contenida en todas nuestras células, una serie de moléculas bioquímicas que contienen toda la información que utiliza la célula para todo su funcionamiento. La mayoría de las las células de nuestro organismo tienen en su núcleo una molécula que es ADN que está compuesto por algo que identificamos como letras, cuatro en particular (A,T,C,G) que todo el mundo conocerá, porque es icónico en nuestra sociedad. Estas, puestas unas sobre otras, son tres millones y ocupan unos dos metros de cada célula. Por eso se dice que es un libro de genética donde está codificada la vida. La cuestión es que dentro de todas esas letras hay algunas secuencias, algunos trozos, que tienen un especial interés para la célula porque son lo que llamamos genes. Tienen información para que la célula sintetice o forme proteínas, que es uno de los elementos fundamentales del organismo. Buena parte del funcionamiento normal de nuestro organismo depende de esas proteínas.
Roberto. Así de implacables son los psicobiólogos (ríe). Esto nos repercute a nivel psicológico. La siguiente fase es que nosotros nos centramos fundamentalmente en el 1 % en el que podemos diferenciar nuestras diferencias psicológicas. Puede parecer una cantidad insignificante, pero en realidad, partimos de un gran bloque de información que equivale a 3.000 páginas en las que está nuestra singularidad psicológica. Y ahí, cabe mucha información. Por ejemplo, aquella que es relevante para construir nuestro cerebro. No hay dos genomas iguales y por lo tanto, no hay dos cerebros iguales.
—¿Nuestros genes dictan las enfermedades que padecemos o vamos a padecer en un futuro?
Juan R. El problema de esta cuestión es que con los genes jugamos a todo o nada. El modelo que persiste en la cabeza de la gente es: «Tengo un gen para la diabetes, la voy a tener». No funcionan así. Lo primero, hay algunos casos en los que esa relación es muy directa, como las enfermedades raras, en las que la mayoría dependen de factores genéticos que no cumple la función que tenían que cumplir. En la mayoría de los casos y en particular, para lo que son los rasgos psicológicos, no hay un gen específico, sino una enorme cantidad de genes que influyen. Depende de qué combinación tengas, puedes tener mayor probabilidad o menor. Eso vale para todos los rasgos psicológicos y también para muchas enfermedades porque no dependen de un solo gen, sino de varios, por más que puedas tener más o menos riesgo. Y a eso, además, hay que añadir el ambiente y las circunstancias que te rodean, que pueden contribuir a facilitar o dificultar que desarrolles una enfermedad o cualquier rasgo psicológico que estemos hablando.
Roberto. Desde el punto de vista de un solo gen, hay estudios muy interesantes sobre cómo, si no se dan las circunstancias adecuadas, no se va a manifestar esa vulnerabilidad. Uno que se ha estudiado bastante y que ya no hay duda de que funciona así, es el famoso gen guerrero, relacionado con el comportamiento violento. Tú puedes tenerlo, pero solamente en ciertas condiciones se va a manifestar esa vulnerabilidad. Solamente cuando haya combinación e interacción entre esa vulnerabilidad genética y episodios de maltrato en la infancia se dispara la probabilidad de que presenten comportamientos violentos en tu vida adulta, pero si no hay esa combinación, que tengas la versión vulnerable del gen guerrero no va a tener ningún impacto.
—En el libro elaboráis un «horóscopo» genético, un tanto curioso.
Juan R. La cuestión es que la gente está deseando, desde hace mucho tiempo, justificar el porqué te comportas o sientes de una determinada manera. La diferencia actual es que por una vez tenemos algo que se parece a una experiencia científica, no astrológica. Por primera vez tenemos algo, el ADN, que se parece a una perspectiva científica. La idea de que el ADN influye en el comportamiento digamos que es relativamente frecuente. En realidad, lleva mucho tiempo por ahí. Pero la aceptación de que eso es así, es relativamente reciente. De hecho, dentro del ámbito de las ciencias sociales, todavía hay mucha gente que si no rechaza, porque ya no se puede rechazar la influencia de los componentes genéticos en el comportamiento, sí los pone en una especie de balanza: «Sí, pero el ambiente más». Ese planteamiento no es correcto para entender nada, porque cuando decimos «esto pesa más», parece que el resto no importa. La parte genética que influye en el comportamiento de los padres, de alguna forma se va a poder transmitir a los hijos. No exactamente igual, porque primero, la influencia genética, sobre todo en determinados factores psicológicos, está muy modulada por factores ambientales, pero una parte se va a transmitir. Va a tener una mezcla de los dos y dependiendo de esa combinación va a tener más o menos probabilidades.
Roberto. Creo que esas reticencias no existen tanto entre la gente corriente.
—¿Entonces quién las tiene?
Roberto. En mi opinión, esto lo explicas a personas que no tienen grandes conocimientos de psicología y lo pillan perfectamente, el problema es que muchos de nuestros colegas no lo hacen. Les cuesta mucho entender que ese tipo de parecidos a nivel físico, también se reproducen en cierto modo a nivel psicológico y no hay que ponerse nerviosos. Una de las cosas que abordamos en el libro es que muchos de los estudios que hay sobre el impacto que tienen las circunstancias en cómo somos los humanos, en realidad no valen para nada, porque no han tenido en cuenta nuestro ADN.
—Para que se entienda mejor, ¿podría poner un ejemplo?
Roberto. Claro. Es muy común la afirmación: «El nivel económico de los papás determina cuál es el éxito académico de sus retoños». Esto ya sabemos que no es verdad. Si tú haces esa comparativa y en vez de poner a padres biológicos lo haces con adoptivos, esa conexión desaparece. Lo que explica esa conexión es que son parientes genéticos. Esto lo hemos aprendido con los niños en adopción y es un dato muy importante.
—¿Qué es la heredabilidad?
Juan R. Una palabra que tiene muy mala suerte o está muy mal pensada, porque te dirige hacia un sitio que es incorrecto. Sobre todo, porque se expresa en porcentaje. No es una cualidad que se hereda, es un término técnico. Si yo digo que la inteligencia es el 40 % genética, la gente piensa que la inteligencia de Pepito se corresponde con 40 % genética y la otra ambiental. No, la heredabilidad no se puede aplicar al individuo solo. Tenemos una estimación de las diferencias y se aplica a grupos, no a individuos. Es un concepto que tiende a confundirse. Si voy a escuchar un concierto de un violín, desconozco qué parte del resultado correponde al violinista y cuál al violín. Sé que contribuyen los dos. Pero si tengo muchos violinistas con un mismo violín y noto diferencias, veo las diferencias entre los violinistas; y viceversa.
—Hicieron un apunte antes, pero ¿cómo es el baile entre el código genético y el postal?
Roberto. Hay cuestiones sobre las que es relevante tener en consideración la información genética porque nos ayuda a entender cuáles de las circunstancias del ambiente tienen un impacto en lo que hacemos los humanos. No solo en lo relativo a enfermedades, también en términos de educación, laborales, económicos, etcétera. «Si tienes mucho dinero, eso va a promover que tengas más capacidad para desarrollar tu capacidad intelectual». No, no funciona así, no es tan sencillo. Lo que hay es una relación en la que tus potencialidades genéticas tienen un impacto y van a interactuar con las circunstancias. Tus padres pueden tener mucho dinero, pero si tu no tienes las capacidades suficientes que requiere el sistema para seguir adelante, va a dar igual. Y al revés, tus padres pueden tener menos dinero, pero si tienes capacidades conseguirás becas y seguirás adelante. Esa es la idea.
Juan R. Siempre hay casos extremos, por supuesto. Si eres mujer en Afganistán, tu nivel educativo va a ser bajo seguro, independientemente de qué capacidad tengas o puedas más o menos. En ese caso, el código postal y el código genético van a bailar, pero lo que pasa es que el código postal tiene, en ese caso, tal potencia que realmente anula cualquier efecto del genético.
—En el último capítulo del libro reflexionáis sobre el futuro. ¿Qué opinión tienen sobre gestionar nuestro ADN para mejorar la vida humana?
Juan R. Hemos hablado largo y tendido muchas veces, pero nosotros no tenemos todas las respuestas. Diría que la única respuesta que podemos tener es que hay que reflexionar, algo que no hacemos. Nuestra historia reciente se caracteriza porque la tecnología nos atropella. Siempre llegamos tarde y, por una vez, deberíamos adelantarnos. Sobre todo por la potencialidad de estas técnicas, que es brutal. Una revolución, porque no nos hemos enfrentado a nada parecido. Está la posibilidad de crear una especie nueva, diferente a nosotros. Da pavor. No por la técnica en sí o por la capacidad, sino por cómo seremos capaces de utilizar mal esa capacidad. Es probable que se utilice para perpetuar desigualdades y problemas con los que vivimos y llevamos conviviendo durante mucho tiempo.
Roberto. El problema es que ya se está trabajando en esto. Ya hay compañías que están trabajando con colegas nuestros con este objetivo. Ya hablan de editar el genoma, pero a bajo nivel. Están viendo y ofreciendo servicios para que tus niños y tus niñas sean más inteligentes, por ejemplo. Lo están haciendo ya, en sitios que tienen mucha menos regulación que en Europa.
Juan R. En el momento en que introduces un nuevo gen en un individuo, modificando su genoma, cuando ese individuo se reproduce, ese genoma se reproduce con el de sus descendientes. Es decir, realmente puede llegar un momento en el que se acaben creando dos especies, o creemos una especie diferente con mayores capacidades, y a la que muy probablemente solo tendrían acceso aquellas personas con potencial económico elevado. Tal y como funciona normalmente en nuestra sociedad.
Roberto. Por eso decimos que nos puede pasar por encima el tren. Tenemos que espabilar y formularnos preguntas antes de que esto se desboque claramente.